martes, 3 de octubre de 2017

Vikingos, magia sacrificio y seres espectrales

A LO LARGO DE CASI TRES SIGLOS SURCARON LOS MARES Y ATERRORIZARON LAS COSTAS DE EUROPA. AGUERRIDOS SOLDADOS, FUERON MUCHO MÁS QUE SIMPLES BÁRBAROS: LLEVARON EL COMERCIO A ORIENTE Y DESEMBARCARON EN TIERRAS DESCONOCIDAS. DEVOTOS DE SUS DIOSES Y GRANDES SUPERSTICIOSOS, LA MAGIA Y LA PROFECÍA FORMABAN PARTE DE SU VIDA COTIDIANA Y SU UNIVERSO ESPIRITUAL ESTABA POBLADO DE SERES ATERRADORES, MALEFICIOS Y ELABORADAS VENGANZAS.

TEXTOS: Óscar Harredón
Revista Española ENIGMAS Nº 258 - Mayo 2017.


Han pasado más de mil años pero sus sanguinarias hazañas siguen despertando la curiosidad y el temor a partes iguales. Pertrechados con toscas pero implacables armas de combate, aquellos que fueron los mejores navegantes de su tiempo asolaron numerosas poblaciones costeras de la vieja Europa a golpe de hacha y espada.

Considerados poco menos que salvajes, los señores del Norte eran, sin embargo, un pueblo con elaboradas creencias, cultura propia y una rudimentaria escritura, las runas, muy vinculada con la magia y la adivinación. Ahora que los vikingos están más de moda que nunca gracias a exitosas películas y series que reivindican su papel en la historia, aunque con elevadas dosis de ficción, el misterio en torno a ellos continúa sin ser completamente desvelado, acumulándose los interrogantes sobre muchos aspectos de su existencia: sus túmulos funerarios, los sacrificios humanos, sus ceremonias iniciáticas o sus numerosas expediciones. En las próximas líneas, intentaremos arrojar algo de luz a su sorprendente peregrinaje en la oscuridad de los tiempos medievales.

El misterio en torno a nuestros protagonistas empieza por su mismo nombre. El origen de la palabra vikingo es ya de por sí discutido. En textos en escritura rúnica se usa la forma “fara í víklng” en el sentido de “ir de expedición”, aunque textos más tardíos como las sagas irlandesas se refieren exclusivamente a este término como sinónimo de piratería o saqueo, aunque parece que las connotaciones negativas le fueron atribuidas tiempos después de la llamada Era Vikinga -aproximadamente entre los años 789 y 1100-, No obstante, las teorías sobre el origen etimológico de la palabra son variadas y confusas: en nórdico antiguo vik significa "bahía pequeña, cala o entrada”, que puede estar relacionada también con la teoría de que la palabra vikingo haría alusión a una persona que proviene de Viken -un antiguo reino cuyas fronteras, no muy claras tampoco, parece que abarcaban parte de Noruega, Dinamarca y Suecia-. Vikingo, no obstante, fue el principal nombre dado a los pueblos nórdicos originarios de Escandinavia durante la Edad Media en general. Sea como fuere, los enigmas se multiplican en relación a sus formas de vida, sus ceremonias, saqueos y creencias en general.


Estatua que representa a Snorri Sturluson, cronista islandés, autor de la Edda menor. Al lado, su hogar en Reykholt, en cuyo exterior se halla una pequeña piscina de agua caliente donde, cuentan, fue asesinado.

FUENTES DOCUMENTALES
Puesto que los vikingos no dejaron escrito nada en referencia a sus creencias, ni poseían una religión revelada ni un libro sagrado, hemos de basarnos en las sagas escritas más tarde que supuestamente recogen la tradición oral de varios siglos, y también acudir a la rica mitología de los pueblos escandinavos. Ante la falta de certezas que expliquen la cosmogonía de una cultura, el origen del mundo y del Universo, el hombre suele ocupa ese vacío existencial recurriendo a la mitología, historias y leyendas que se dan la mano y se confunden, transmitidas oralmente de generación en generación, mitos que permiten en parte entender la forma de ser y actuar de estos pueblos; una mitología que alude al destino, al más allá o al fin del mundo en la mayoría de relatos. Las más célebres son la llamada Edda menor, que el noble islandés Snorri Sturluson compuso entre los años 1220 y 1230, una obra en prosa que mostraba el panteón de dioses vikingos y su cosmogonía desde la óptica cristiana, y la llamada Edda poética, una colección de 29 poemas sobre dioses y héroes escrita en Islandia entre 1250 y 1300; también tenemos los versos compuestos por los poetas o escaldos cortesanos, que componían los cantos heroicos, a través de unas “agudezas” o metáforas llamadas kennings.

Además, en el siglo XIII el monje danés Saxo Grarn-maticus compuso la Gesta Danorum, una historia de ecos legendarios de los reyes de Dinamarca que incluía también importante información mitológica, sin olvidar los cronistas de otras religiones que tuvieron algún contacto con los vikingos, como el monje y cronista cristiano del siglo XI Adán de Bremen o el escritor y aventurero árabe Ahmad ibn Fadlán en el siglo X. La fuente más antigua sobre estos pueblos nórdicos es la obra que compuso en el siglo I de nuestra era el historiador romano Tácito, Germania.






LA CACERÍA SALVAJE
Odín era representado también cabalgando por el aire sobre su corcel de ocho patas a gran velocidad en medio de la tormenta, acompañado de un séquito de espíritus incorpóreos sobre corceles jadeantes con perros ladrando, y era conocido como el Cazador Salvaje. Cuando las gentes oían el rugido del viento, temerosas, gritaban ruidosamente, para evitar ser atrapadas por este suerte de "Santa Compaña" vikinga. Quienes se burlaban de la comitiva, eran arrastrados por la turba espectral.
Incluso tras la implantación del cristianismo, las gentes del norte seguían temiendo las tormentas. ¿Y qué cazaban? Dependiendo de la saga, el trofeo podía ser un caballo salvaje, un jabalí visionario o las Doncellas del Musgo -ninfas de la madera-, simbolizadas por las hojas caídas en otoño.




RITOS Y CULTOS ANCESTRALES


En relación con sus ritos, los investigadores señalan que no existe religión escandinava antigua en el sentido que le damos hoy, abstracto y conceptual. El término que aludía a lo que llamamos religión era sidr, que tenía el significado literal de práctica o costumbre. Salvo casos aislados, parece que no existían sacerdotes como tales, que pasasen una iniciación particular, ni que formaran una casta. No obstante, en fuentes islandesas posteriores se alude a una clase sacerdotal llamada Godar cuyo significado era “Aquellos que hablan la lengua de los dioses”, que albergaba responsabilidades religiosas y civiles. Los Godar pertenecían a la comunidad “sacerdotal” de Asatrú, y podían ser un gothi -sacerdote- o una gythia -sacerdotisa-. Parece que un hombre era libre de elegir a qué dios adorar. Y es que la libertad, incluso de culto, era una de las características fundamentales del vikingo. Su religión se reducía principalmente al culto a distintos dioses de una mitología pagana muy rica pero igualmente confusa debido al sincretismo con otras religiones -los pueblos germanos de raíz indoeuropea que se instalaron en Escandinavia y los pueblos ya asentados allí, y más tarde con el cristianismo- y a la confusión entre diferentes mitos de diversas procedencias, aunque en su panteón, de numerosos dioses, destacaban Odín y sus hijos Thor y el maléfico Loki, además de Freyja, la diosa del amor y la belleza, o Tyr, el dios del valor, entre muchas otras divinidades.

El momento más solemne de esta “religión” era el llamado sacrificio -el blot-, principalmente de animales, por lo general cerdos y caballos, muy frecuente en sus prácticas, que consistía en hacer una petición a sus dioses -brindándoles un tributo de sangre- a cambio de que les fueran propicios en la cosecha, la guerra o la enfermedad. El primer paso del blot era el sacrificio en sí, mientras que el segundo era la consulta a los augures o rituales de adivinación, de gran importancia para un pueblo regido por las determinaciones del destino; y el tercero consistía en un banquete sacrificial conocido como blotveizla, durante el cual los invitados consumían la carne del animal inmolado, a la vez que realizaban libaciones -normalmente de hidromiel o cerveza- destinadas a sus antepasados, a sus dioses y a las personas más importantes de la comunidad, haciéndose a la vez juramentos constrictivos o “de sangre” -para los vikingos era muy importante un juramento sobre un anillo sagrado- y probablemente, aunque existen lagunas documentales, rituales de tipo adivinatorio como el seidr.
Así se conocía a un tipo de hechizos o brujerías practicado por los nórdicos paganos que implicaba el encantamiento con hechizos y que tenía un fuerte componente chamánico. Solía ser realizado mayoritariamente por mujeres -la völva o seidkona, “mujer que ve”-, pero también lo podían llevar a cabo hombres -aunque no era muy bien visto-, una práctica que, según la creencia, realizaba Freyja y algunas otras diosas del panteón nórdico e incluso Odín. Fue Snorri Sturluson quien recogió en qué consistía el seidr: éste incluía tanto adivinaciones como la llamada “magia manipuladora”. En las sagas escandinavas es descrito para afectar a una persona, ya sea para maldecirla, sanarla o cambiar su pensamiento e incluso su destino.
Este “maleficio” se realizaba mediante un tipo de trance conocido como spae, durante el cual se utilizaba una suerte de trono conocido como seidrhjallr, proveniente del nórdico antiguo hjallr, cuyo significado es plataforma. No se sabe con certeza cuál era su uso exacto, aunque parece que venía a simbolizar una suerte de unión entre lo que había en el cielo y en la tierra y otros mundos de su cosmogonía.
Parece que también las hechiceras usaban un bastón o cayado de nombre seidrstafr, del que se han hallado restos arqueológicos. Cuando una bruja, una völva, moría, era enterrada con este instrumento, que solía llevar grabados varios hechizos con runas, el lenguaje adivinatorio de los nórdicos, y ornado con vidrios y piedras semipreciosas.
A través de un canto conocido como vardlokkur, que la völva -o sus ayudantes- interpretaba para su propia protección mientras practicaba el seidr -ya que mientras tanto se encontraba en “el otro mundo” y podía sufrir algún
percance-, parece que los espíritus del más allá le brindaban información. De hecho, es popular el mito del viaje que las Völur han de realizar a Hel -el inframundo nórdico- para contactar con las almas difuntas, que son quienes les narraban el porvenir. Queda patente, pues, que la adivinación y la predestinación están presentes en la gran parte de los cultos religiosos vikingos. Junto a los seidr, en las sagas se atribuye a las völva la capacidad de hacer otro tipo de magia como cambiar el clima a su antojo, invocando, por ejemplo, grandes tormentas -en una suerte de “hacedores de lluvias” que existen en otras culturas-.
Además de las seidkona y las völva, existían también curanderas que utilizaban las fuerzas o espíritus de la naturaleza, según el autor Manuel Velasco, “para ayudar a recuperar o mantener la salud de la gente”. Estas mujeres eran denominadas “Hijas del Cuervo” y estaban bajo la advocación de Eir, diosa de la sanación.
Y aquí llegamos a un punto controvertido sobre el pasado de este pueblo... ¿cometieron sacrificios humanos?


Las embarcaciones vikingas eran conocidas como drakkars y snekars -dragones y serpientes-, y sembraron el terror en las poblaciones costeras entre los siglos Vlll y XII.


SACRIFICIOS HUMANOS
Existen numerosas lagunas documentales por las que es difícil precisar muchos aspectos sobre la cultura vikinga.
Y este es uno de los más delicados. Sin embargo, aunque parece que no era una costumbre muy extendida, existen hallazgos arqueológicos que demuestran que los vikingos sí realizaron sacrificios humanos.
Al parecer, estaban reservados a los prisioneros de guerra o esclavos, personas que iban a morir o que carecían, en palabras de Laia San José Beltrán, de cualquier tipo de derecho. Según ésta, “se debe relativizar el carácter brutal de los vikingos, ya que estos sacrificios humanos no eran corrientes. Sólo ocurrían cuando las peticiones estaban asociadas a acontecimientos que amenazaban la vida de los hombres como guerras, hambrunas, epidemias, expediciones peligrosas o festividades de notoria relevancia”.
La práctica de sacrificios está documentada, además de por vestigios arqueológicos, por varias fuentes escritas, entre ellas, los textos del ya citado cronista árabe Ibn Fadlan, quien en el siglo X convivió con algunos varegos o rus, con los vikingos del Volga, y quien fue testigo directo de la celebración de un majestuoso funeral de un rey o jefe durante el cual una de sus esclavas tomó la decisión de inmolarse para acompañar a su señor a la vida eterna a bordo del barco-tumba, en cuya cubierta depositaron varios animales sacrificados y utensilios que servirían al fallecido en el más allá.
Una vez hecha su promesa, ésta era vigilada por dos personas día y noche, y a pesar de su fatal destino, cantaba y bebía en un estado de felicidad que extrañó a Fadlan. El autor cita a un personaje capital durante el sacrificio: la figura conocida como el “Ángel de la Muerte”, una anciana cuyo cometido principal era, por un lado, ocuparse del cadáver del jefe guerrero, y después, acabar con la vida de la esclava. Al cadáver le cortaban primero las uñas y el cabello, y no por un sentido estético en el marco funerario, sino en la creencia de que así retrasaban el fin de los tiempos, el Ragnarök -el destino de los dioses o la batalla del fin de los tiempos, donde se enfrentarán los dioses AEsfr y los gigantes de fuego, cuando todo el Universo será destruido-, ya que se creía que los caídos del Hel navegarían rumbo al Asgard sobre naves hechas de uñas de los difuntos y velámenes tejidos con cabellos humanos.
Mientras se preparaba al difunto a conciencia, el propietario de cada tienda de la aldea mantenía relaciones sexuales con la esclava, como un extraño acto de devoción hacia su dueño, y después era trasladada a la embarcación, donde se la despojaba de sus joyas y abalorios. Acto seguido la colocaban junto al cuerpo inerte de su rey y dos hombres la amarraban por los pies y las manos, momento en el que el “Ángel de la Muerte” le pasaba una cuerda alrededor del cuello y daba los dos cabos restantes a sus hijas, sus ayudantes, que tirarían de ellos hasta asfixiarla, mientras la oficiante le clavaba varias veces un puñal en el costado.




Arriba, alfabeto rúnico, el lenguaje mágico de los vikingos. Debajo, casco típico de los soldados escandinavos, que, contrariamente a la creencia popular, no solían tener cuernos.




El último acto y el más solemne consistía en quemar el navio con su tripulación: los arqueros lanzaban flechas ardientes cuando la embarcación penetraba en las aguas, un elemento al que los vikingos rendían un culto especial, pues era donde pasaban la mayor parte de su vida. La pira funeraria viajaba así hacia el Valhalla. Ya hemos señalado que los vikingos eran fuertemente supersticiosos, así que cuando salían a alta mar, para conjurar a los malos espíritus fijaban en el mascarón de proa de sus navios una cabeza de dragón o de serpiente.
Curiosamente, una de las primeras leyes promulgadas por el Althing islandés -el Parlamento nacional de Islandia, fundado en el año 930- obligaba a los navegantes vikingos que atisbaban una isla a retirar las cabezas totémicas de animales que adornaban las proas, con la intención de “no indisponer a los buenos espíritus de la tierra”. También, en sus viajes de conquista y colonización -según las teorías más atrevidas, incluso al Nuevo Mundo, como demostrarían los controvertidos vestigios de un asentamiento vikingo hallados en Terranova, en la zona de Point Roseel, que cuestionaría que fuera Colón el primero en llegar al Nuevo Mundo-, siempre llevaban consigo las pilastras del asiento principal de sus viviendas. Luego, las arrojaban al agua al aproximarse a tierra y veían la dirección que tomaban arrastradas por la corriente. Cuando los maderámenes llegaban a algún punto de la costa, elegían el mismo para edificar su nuevo hogar como prueba de buena suerte -hamingja-.
No obstante, los barcos funerarios o habitáculos de madera con dicha forma no fueron la única manera de enterramiento, extraordinariamente multiformes: por ejemplo, la costumbre de enterrar el cadáver, probablemente por influencia cristiana, se extendió paulatinamente por el Norte europeo a finales de la Era Vikinga, siendo sepultados en túmulos: promontorios de rocas junto al mar o pequeñas elevaciones de tierra desde las que el difunto pudiese “atisbar sus posesiones”; además, se creía que una elevación del suelo era una garantía de fuerza y, por tanto, de vida. Evidentemente, también se practicó la cremación, por lo que existe una gran confusión en torno al último pasaje de la vida de un vikingo.



Arriba, funeral vikingo donde el barco del jefe o rey era incendiado y lanzado al agua en un rito de marcado simbolismo, Abajo, restos de un guerrero nórdico con su espada y varios abalorios que le acompañarían en su viaje al más allá. 



Varios hallazgos arqueológicos atestiguan sacrificios humanos como el narrado líneas más arriba: en el territorio insular de Man se descubrió la tumba de un hombre con un rico ajuar funerario y, junto a su esqueleto, se hallaron los restos óseos de otro cuerpo, en este caso, de una mujer joven que tenía la cabeza rota, probablemente una esclava. Por su parte, Adán de Bremen habla de un templo -a medio camino entre la leyenda y la realidad histórica, supuestamente destruido por orden del monarca sueco Ingold I en el año 1087-, conocido como el Templo de Uppsala y que tenía imágenes de tres de los grandes dioses: Odín, Thor y Frey. Al parecer, estaba rodeado de una cadena de oro que colgaba de su fachada y hasta él se realizaba una peregrinación -una suerte de éxtasis religioso- que todos los suecos debían hacer sin excepción y donde tenía lugar el gran sacrifico o Disablót, durante el cual se ejecutaban nueve machos de distintas especies durante nueve días consecutivos hasta sumar un total de 72 piezas.
Parece que, además, se sacrificaban algunos hombres, aunque hay controversia sobre el testimonio de Bremen, que parece que no lo vivió en primera persona. No obstante, también aparecen referencias al mismo en la Gesta Da-norum. Hombres y animales eran degollados y su sangre recogida en cuencos, después se les colgaba bocabajo de las ramas de los árboles del bosque sagrado anexo. Los vikingos pensaban que la sangre tenía un carácter purificador, y que convertía en sagrado el espacio donde era esparcida.



Ritos de paso:
Procesos que marcaban el camino de la vida, uniendo a la comunidad. Consistían en la imposición del nombre al nacer, el matrimonio y la última travesía, que dependía de la vida que hubiera llevado el difunto: el viaje al Valhalla o al reino de las sombras -el Niflheim-.

Thing:
Asamblea anual de todos los hombres libres en la que se adoptaban las decisiones primordiales del reino o comunidad. Al parecer, había que consagrarla antes de las sesiones.

Gjallarhorn:

Trompeta que los dioses dieron a Heimdall, el "Guardián del Arco Iris”, el camino -un puente ardiente- que une el mundo de los hombres -Midgard- y el de los dioses -Asgard-, y le ordenaron que hiciera sonar siempre que divisara la aproximación de los enemigos. Su último y terrible sonido anunciaría la llegada del día de la batalla final, el Ragnarok.


ESCRITURA MÁGICA
Las runas son uno de los sistemas de escritura más misteriosos y controvertidos de la historia. Su nombre procede de rara -runa en gótico-, cuyo significado es “secreto” o “susurro”, lo que evidencia que su uso con fines mágicos fue una práctica muy restringida.
La escritura rúnica se divide en varios alfabetos: el Futhark -derivado del nombre de las seis primeras runas: f, u, th, a, r, k- antiguo, que consta de 24 runas; el Futhorc anglosajón, una versión extendida del anterior que consta de 29 runas y el denominado Futhark joven, también llamado escandinavo, de 16 runas.

La Edda poética Rúnatal cuenta el origen mitológico de esta poderosa escritura, que tiene al Árbol Yggdrasil, el árbol de los nórdicos, como eje central, fundamental en su cosmogonía: según la leyenda, las ramas de este fresno mágico se extienden por el mundo entero y se alzan hasta los cielos. A su alrededor se sitúan los nueve mundos poblados por distintos seres: dioses, gigantes, enanos, elfos y humanos. Snorri Sturluson lo describe de la siguiente manera: “este fresno es el más grande y más bello de los árboles (...) Sus tres raíces están separadas las unas de las otras. Una llega hasta la región de los AEsir, y otra hasta la de los gigantes de hielo, el lugar donde antaño fuera Ginnungagap, y la tercera se mantiene por encima de Niflheim, bajo esta raíz, roída constantemente por Nidhogg, se encuentra la fuente Hvergelmir. Bajo la raíz que se alarga hasta la región de los gigantes de hielo se encuentra el aljibe de Mimir, un As muertos por los Vanes (...) y del que Odín embalsamó la cabeza para conservarla, donde se esconden la sabiduría y el conocimiento. Mimir, señor de la misma, es sabio por beber a diario de dicha fuente”.
En relación a las runas, cuyo conocimiento “secreto” se encontraría en dicha fuente, al parecer Odín -Wotan-, para poder beber de sus aguas, tuvo que sacrificar uno de sus ojos razón por la que aparece representado con un parche, que Mimir guardó como garantía, hundiéndole en las profundidades de su manantial. Luego, en una práctica de nuevo de tintes chamánicos, el dios tuvo que colgarse durante nueve días del árbol cósmico, contemplando las inconmensurables profundidades de Niflheim, el reino de la oscuridad y la niebla y entrando en posesión de las runas. Gracias a éstas, el dios capital del panteón nórdico reinó con sabiduría. Eso sí, no sin arrancar primero una rama del árbol sagrado con la que fabricó su lanza Gungnir.
Los expertos en sus supuestas propiedades mágicas eran conocidos como erilaz, “maestro o grabador de runas”.



Abajo, hechicera realizando un conjuro. Las völva realizaban el llamado seidr, un tipo de hechizos o brujerías practicadas por los nórdicos paganos.



Las fuentes medievales citan en varias ocasiones sus usos mágicos: en el poema heroico Sigrdrífumál se narra cómo las espadas se grababan con las palabras “runas victoriosas” para otorgarles mayor poder en la batalla, o se inscribía en ellas la runa tyr dos veces a modo de hechizo. Por contra, también se utilizaban para realizar maldiciones dirigidas a aquellos que profanasen un lugar sagrado.
A los practicantes de este oráculo milenario se les denominaba vikti y acudían las gentes para realizar consultas adivinatorias, fabricar un amuleto o hacer y deshacer algún tipo de hechizo. Eran también los encargados de grabar símbolos rúnicos en las espadas de los guerreros, dotándolas de un poder sobrenatural para aumentar su fuerza en el combate, siguiendo las instrucciones del citado Rúnatal, una especie de manual de fórmulas mágicas de Odín. Durante el ritual, se realizaba también un canto galdra propio de cada runa, y la visualización de la misma, con la intención de hacer vibrar la consciencia del vikti con la esencia del material en el que se grababan dichas runas. Para darles color, utilizaban sangre incluso menstrual y, tras realizar una petición, se entregaba algún elemento votivo o alimento con el fin de propiciar la obtención de lo que se anhelaba. Las runas se grababan en piedras independientes que, según cayeran en un recipiente o en el suelo, vaticinaban o eso creían el futuro.

La puerta maldita
Cuando alguien fallecía, practicaban un agujero en la pared de la casa del difunto, a través del cual se extraía su cadáver.

Tras ello, se tapiaba el orificio según la creencia de que su "fantasma" -o Draugr-sólo podría regresar a su hogar por el mismo lugar a través del cual había salido, la conocida como "puerta maldita". Si aún así no se podía evitar que penetrase en la vivienda, desenterraban su cuerpo y le cortaban la cabeza con una de sus armas, o bien le clavaban una estaca de madera en el corazón. Tras ello, lo quemaban y arrojaban las cenizas al agua.


FANTASMAS Y CRIATURAS SOBRENATURALES
En las sagas escandinavas se habla de distintos tipos de seres espirituales o “fantasmas”. Los más célebres son los llamados Draugr, también conocidos como aptrgangr cuyo significado literal es “el que camina después de la muerte”, aunque el significado original de la palabra en nórdico equivale a fantasma: una criatura que podríamos considerar el equivalente al vampiro strigoi en otras culturas como la eslava, aunque con notables diferencias.
Los escandinavos de la Era Vikinga pensaban que vivían en las tumbas de los guerreros, utilizando los cuerpos de los difuntos, que eran enterrados en sepulcros de grandes riquezas, guardando celosamente sus tesoros. Según las sagas, poseían una fuerza sobrehumana, podían crecer de tamaño según su voluntad y les acompañaba la característica pestilencia de la putrefacción. También podían adquirir sentidos, física, jurídica y legalmente, sin dejar ningún cabo suelto que pudiera forzar su regreso a esta vida: un muerto no estaba realmente muerto hasta que sus descendientes o herederos no ponían fin al funeral sino “bebiendo su herencia”, el conocido como drekka erfi, como señala el que fuera profesor de literatura escandinava de la Universidad de la Sorbona, en París, Régis Boyer. Otra costumbre era la de escribir palíndromos en las tumbas para que el “retornado” perdiese el tiempo en descifrar una palabra sin comienzo ni final o enterrarlo con recipientes llenos de guijarros para que pasase la noche contándolos.
Otra variedad de “fantasma” era el haugbui noruego -término proveniente del nórdico antiguo haugr, “túmulo”-, y cuyo nombre alude a que, por lo general, sólo habitaba dentro de su recinto mortuorio, atacando solamente a aquellos que, según el autor Bob Curran, “ofenden su intimidad”, pudiendo ser igualmente violentos y también convertirse en piedras cubiertas de musgo o algas.
El listado de criaturas espectrales es enorme: los Gen-ganger, espectros mensajeros que regresan para exigir que se repare una falta, convirtiéndose en criaturas terribles que drenan noche a noche la sangre de sus víctimas y finalmente descuartizarlas como bestias. Los Skotta, fantasmas femeninos que pueden ser bienintencionados o implacables y crueles, arrancando la cabeza de sus enemigos y bebiendo su sangre. Los Rati, por su parte, son los espectros de los que han fallecido tras presenciar la llamada Caza Salvaje de Odín, convirtiéndose en una suerte de No Muertos o “zom-bies” que se unen a su jauría, mientras que los Nithgengar daneses son a veces espectros que se aparecen a quienes los han asesinado y otras se convierten en zombies que no descansan hasta darles muerte.
La rica cosmogonía escandinava también cuenta con numerosos seres fantásticos, desde los gigantes -Fotun- que desafiaron a los dioses -AEsir y Vanir- al comienzo de los tiempos, hasta elfos -los álfár de la luz y los álfár oscuros-, enanos, valquirias, Nornas -que fijan el destino con sus decisiones- y toda una serie de bestias, como el lobo gigante Fenrir, la serpiente marina que rodea el mundo, Förmun-gandr -ambos hijos de Loki con la gigante Angrboda- o Ratatösk, la ardilla que escala las raíces del árbol Yggdratsil y que sirve como eje del Universo.




BERSERKER, LOS GUERREROS DE ODÍN
Los guerreros Berserker eran los más temibles entre los vikingos, que no es que fueran precisamente delicados. Un grupo de élite, no muy numeroso, pero de gran ferocidad. Aunque en su figura parecen darse la mano el mito y la realidad, confundiéndose, se tiene de ellos varias evidencias arqueológicas, las primeras, algunas piezas del ajedrez de la isla de Lewis (Escocia), que data del siglo XII -el más antiguo conocido- y muestra a varios de estos soldados del Medievo mordiendo con afilados dientes sus escudos.
Eran considerados miembros de élite de la comunidad, de las huestes vikingas, que actuaban como escudo de protección y se situaban en la vanguardia a la hora del ataque. Sin embargo, no tardarían en ser considerados prácticamente unos locos por sus compatriotas -de ellos proviene la palabra inglesa berserk, “enloquecido o enajenado”.




ÁGUILA DE SANGRE
Era un brutal método sacrificial humano mencionado en algunas sagas y por tanto probablemente legendario. Consistía en la matanza de un guerrero derrotado arrancando los pulmones y las costillas por su espalda, de forma que éstas parecían alas manchadas de sangre. La herida abierta era posteriormente cubierta con sal. Algunos personajes que se presupone ejecutados de esta terrible manera fueron el rey AElla de Northumbria y Edmundo Mártir, rey de Anglia Oriental. No obstante, a día de hoy no existe evidencia arqueológica alguna que corrobore la realidad de tan terrible práctica.

Siguiendo el trabajo de Roderick Dale, del Centro de Estudios de la Era Vikinga de la Universidad de Nottingham, parece que el nombre Berserker proviene de la forma nórdica antigua berr cuyo significado es “desnudo”, y serkr, “camisola o prenda de pecho”, aunque otra teoría aún más extendida señala que derivaría del término protogermánico berr, cuyo significado es “oso”, lo que no es extraño si tenemos en cuenta que estos guerreros rechazaban cualquier tipo de armadura para su protección y vestían semides-nudos únicamente cubiertos con pieles, por lo general de este animal, aunque también de lobos; y precisamente en nórdico antiguo, se les denomina Úlfhédinn o Úlfhédnar cuya traducción literal es “piel de lobo”.
De hecho, una antigua leyenda que recorría los países nórdicos en tiempos medievales aseguraba que eran capaces de convertirse en hombres lobos, lo que hacía que fuesen aún más temidos y, en tiempos de la implantación de las creencias cristianas, que producirían un sincretismo con las paganas, se consideraba que estaban poseídos por el diablo. Esto, unido a que eran considerados una una suerte de parias por los demás vikingos en el año 1015 el conde jad Erik de Noruega declaró a éstos fuera de la ley, hizo que fueran acorralados hasta desaparecer en el siglo XII.
Al igual que piensan hoy los yihadistas, a los que les esperan nada menos que, según el Corán, 72 vírgenes en el Paraíso si mueren matando al infiel, los Berserker creían que cuantos más muertos hubiese en una batalla y si entregaban su vida en el fragor de la misma tenían garantizado su acceso al Valhalla, el paraíso de los guerreros del más allá, un espacio divino donde les esperaba la gloria y grandes recompensas: en el gran salón de los héroes, ubicado en la ciudad de Asgard, celebrarían o eso pensaban un suculento banquete durante toda la noche, mientras que durante el día salían para luchar y prepararse para el ocaso de los dioses, el Ragnarok, la inexorable batalla final.
En un determinado momento, los Berserker alcanzaban el llamado Berserkergang o estado de furia guerrera, cuando mostraban prácticamente una fuerza sobrehumana que provocaba que siguieran batallando incluso tras sufrir graves heridas. Parece que luchaban en una suerte de trance psicótico, lo que les hacía invulnerables al dolor. Las sagas nórdicas señalan que en los momento previos a entrar en combate, su furia ciega les hacía echar espuma por la boca como animales rabiosos, morder con fuerza sus grandes escudos llegando a arrancar algunos trozos de madera de los mismos, autolesionarse con afilados cuchillos y aullar como lobos. Se creía que eran invulnerables y que poseían poderes de corte místico.


Pueblo tradicional vikingo cerca de las montañas Vestrahorn, en Islandia.
Abajo, piezas del Ajedrez de la isladeLewis, con guerreros Berseker mordiendo sus escudos.



RITOS DE PASO Y MAGIA EN EL HOGAR
Las mujeres nórdicas tenían rituales y conjuros para casi todas las actividades de la vida cotidiana. Durante el séptimo mes de embarazo, se pinchaban un dedo con una aguja y dibujaban con la sangre ciertos símbolos protectores sobre un trozo de lino, que guardaban hasta el nacimiento de su vástago.
Asimismo, para favorecer el alumbramiento, parece que evocaban runas en forma de cantos mágicos llamados galdr. Y una vez venía al mundo, parece que el recién nacido era asperjado con agua con una rama, una práctica o rito de paso conocida como ausa barn vatni que pudo ser deudora del rito del bautismo cristiano; aunque también pudo tratarse de un antiguo rito de lustración. Luego, el padre lo elevaba hacia el cielo como una suerte de ofrenda. Era habitual que el progenitor le hiciera el signo de Thor -una "T" invertida- con el puño, invocando la protección del dios del trueno, entrando "su espíritu" en el pequeño cuerpo.
Parece que hubo una época, no especificada, en que existió la práctica del utburdr o infanticidio: el padre tenía derecho a rechazar a su vástago al nacer y dejarlo abandonado para que lo devorasen los animales salvajes.


Sin embargo, los expertos mantienen hoy que realizaban, en honor de Odín, una suerte de ritos de corte chamánico en los que se rendía culto a los osos y los lobos, en la creencia de que los espíritus de éstos podían ser transmigrados a sus cuerpos en una ceremonia de metamorfosis animal. Así, los Berserker serían, simbólicamente, mitad hombres, mitad lobos u osos. De hecho, las referencias a esos “cambiapieles” son continuas en varias sagas escandinavas, como la de Egil Skallagrímsson o la Völsunga. Hoy son las teorías científicas las que intentan explicar esta fuerza “sobrehumana” y la creencia de los propios guerreros en su metamorfosis, asumiendo la identidad del animal al que rendían culto y adoptando sus atributos: la ingesta de diversas drogas, como la seta alucinógena Amanita Muscaria -también conocido como “matamoscas” o “falsa oronja”-, muy común en todo el hemisferio norte y en la región subártica. Poseen elementos de una fuerte droga psicoacti-va que generaba dichos estados de éxtasis en los guerreros. Debían prepararse de una forma concreta, siendo ingeridas en una bebida caliente después de triturarlas, tras mezclarlas con alcohol, lo que aumentaba sus efectos, probablemente con la célebre “aguamiel”. En los años 50 un estudio determinó que era muy difícil que si ingerían dichos hongos pudieran mantenerse en pie, pero existe otra hipótesis: parece que era uno de los guerreros el que ingería las setas y después los demás se bebían su orina, evitando así gran parte de los efectos secundarios -como náuseas, vómitos e incluso desmayos- pero manteniendo sus propiedades y aumentando incluso su potencia.
Se baraja también la teoría de que podrían haber tomado beleño negro, consumido habitualmente en la cerveza antes de la batalla, que producía sensación de ligereza e ingravidez, pero que tampoco explica el enajenado comportamiento de los Berserker, lo que ha llevado a sugerir el uso de belladona, la misma planta que parece utilizaban las “brujas” en los aquelarres y que les otorgaba la sensación alucinógena de poder volar.
Una hipótesis más es la de que podría tratarse de guerreros trastornados por el conocido como “Síndrome de Amok” -término popularizado en los relatos coloniales de Rudyard Kipling-, y descubierto oficialmente por el psiquiatra estadounidense Joseph Westmeyer en 1972, también llamado “síndrome homicida”, que consiste en una súbita explosión de rabia salvaje y que hace que la persona afectada por este problema psiquiátrico corra alocadamente y ataque indiscriminadamente a otras personas.
Sea cual fuere la verdad, el caso es que en medio de este éxtasis guerrero, con los afrodisíacos corriendo por su torrente sanguíneo y su violencia extrema, no es de extrañar que pronto acabaran, como el resto de su cultura y sus sobrenaturales creencias, convirtiéndose en leyenda.


> PARA SABER MÁS
El libro de Carlos Canales y Miguel del Rey Demonios del norte. Las expediciones vikingas, que acaba de publicar la editorial Edaí.

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