martes, 2 de abril de 2013

El Ultimo Pontífice

Con el creciente revuelo provocado tras la renuncia de Benedicto XVI a la silla de Pedro, y a la espera de las decisiones del nuevo pontífice, vuelven a estar de rabiosa actualidad las profecías que señalan que el próximo será el último Papa y que los cimientos de la Iglesia se desmoronan. ¿Qué hay de verdad en todo ello? ¿Qué espera al orbe católico en un futuro cercano?

Revista ENIGMAS Nº 209, abril de 2013.


Esta es la Santa Iglesia, la Iglesia Única, la Iglesia Verdadera, la Iglesia Católica, que lucha contra todos los errores. Puede ser atacada, pero no vencida. Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Eso fue lo que dijo san Agustín de Hipona allá por el siglo V y no le faltaba razón. La Iglesia ha sido atacada constantemente -enemigos no faltan- pero no siempre desde fuera sino desde el mismo interior de sus muros. Y ese tufillo a azufre infernal que vaticinaba el religioso, ha sido una constante en los pronósticos de muchos teólogos y en las profecías de algunos visionarios.


Cada vez que hay cambio en la silla papal, los rumores se desencadenan, las especulaciones se disparan y se echa mano de expertos para saber cuáles serán los siguientes pasos que va a seguir una institución que está considerada la más antigua del mundo, con 1.200 millones de almas detrás, oficialmente bautizadas, aunque ya sabemos que eso no significa que alguien se convierta en católico, apostólico y romano.
El sucesor de Benedicto XVI tiene una gran labor que hacer en el seno de la Iglesia católica. Y, por si fuera poco, a las intrigas vaticanas, los escándalos de Vatileaks y los juegos de tronos cardenalicios hay que sumar las dichosas profecías que parecen la antítesis del optimismo, pues no hay una que dé respiro, alivio y buenas noticias a la curia romana.
Pero si bien hay muchas profecías que se ceban en el fin de la Iglesia o incluso con la destrucción de Roma, expresadas por papas, santos, beatos, venerables o videntes seglares, pocas son las que mencionan una fecha o un papa concreto que sea el último de la fila. Por supuesto, siempre tenemos el comodín de san Malaquías y su famosa lista que ahora analizaremos. Muchos siempre recurren al sempiterno Nostradamus, al que atribuyen todo tipo de cuartetas calamitosas, las haya o no escrito.
Lo que uno saca como conclusión cuando se analizan las decenas de profecías que existen sobre el fin de la Santa Sede, es que la cosa acaba muy mal para la Iglesia, para el Papa y la humanidad en general. No se sabe cuándo tendrán lugar esos tiempos finales -eso es lo bueno-, pero para que llegue una edad tranquila y dorada antes hay que pasar por terribles penalidades -eso es lo malo-.


¿Es auténtica la profecía de San Malaquías?
Empecemos por la más conocida de todas. ¿Qué puede haber de cierto en la profecía de san Malaquías y por qué sigue siendo tan actual? Son dos preguntas que más de uno se habrá hecho. Lo de qué hay de cierto... poca cosa. Respecto a la segunda cuestión, la lista de san Malaquías fue la más larga de todas las que circularon en su época. Es decir, que todavía está de actualidad ya que su artífice puso 112 lemas de papas desde Celestino II y, claro, aún no se ha agotado. Precisamente, Benedicto XVI -el lema 111- corresponde a De Gloría Olivae y ahora llega Petrus Romanas, el 112 y último, que no es un lema sino todo una frase descriptiva, algo insólito en esta profecía. No está de más recordar lo que dice textualmente y que tantas suspicacias y temores ha generado: 

"En la persecución final contra la Santa Iglesia Romana reinará Pedro Romano, quien pastoreará a su grey en medio de muchas tribulaciones. Después de esto, la ciudad de las siete colinas será destruida y el Juez tremendo volverá para juzgar a su pueblo. Fin".

Según san Malaquías, este sería realmente el último papa pacífico, porque después llegará Petrus Romanus y con él la caída del Vaticano y la destrucción de Roma -la ciudad de las siete colinas-. Que quede claro que a ningún futuro papa en su sano juicio se le ocurriría ponerse como nombre el de Pedro II -salvo a uno de la Iglesia Católica Palmariana-,asíque por ahí no van los tiros, aunque hay que tener en cuenta que el camarlengo se llama Tarcisio Pietro Bertone y ha nacido en Romano Canavese.
De san Malaquías, monje irlandés del siglo XII, arzobispo de Armagh, sabíamos poco hasta que en el año 1595 un monje benedictino de la ciudad de Douai, en el norte de Francia, llamado Arnold de Wyon, edita su libro LJgnum Vitas -Árbolde la Vida- donde recoge la vida de varios ilustres monjes benedictinos elevados a la dignidad episcopal, entre ellos Malaquías, un libro que dedica al monarca español Felipe II. Al hablar de la vida y milagros de san Malaquías, añade: "Escribió algunos opúsculos. Hasta hoy no he tenido la oportunidad de ver ninguno, excepto una profecía relativa a los soberanos pontífices. Como es muy breve y que yo sepa no ha sido impresa todavía y dado que a muchos les complacería conocerla, paso a copiar aquí su texto". Y en ese preciso momento comienza la andadura de una de las más famosas profecías de todos los tiempos.

En las otra página, escultura de san Malaquías, cuyas profecías llevan siglos levantando polvareda sobre cuál será el último Papa. Sobre estas líneas, estatua de san Pedro en El Vaticano, el primero de los pontífices de la Iglesia católica, que vive momentos de gran agitación tras la renuncia de Benedicto XVI.

Arnold de Wyon copia los 111 pequeños párrafos o divisas que acompañan a cada uno de los papas que va citando y que van desde Celestino II (1143-1144) hasta un texto que anuncia a Pedro el Romano. Portante, habría dos listas: la primera sería la de aquellos papas que van de Celestino II hasta el momento en que se publica el texto de Arnold (1595) donde se ven posibles infiltraciones para hacer coincidir las divisas o lemas con los papas. Una sospecha más que lógica. Además, los 74 primeros párrafos hasta Urbano Vil (1590) van seguidos de un breve comentario explicativo firmado por un dominico español, Alfonso Ciacconius, natural de Baeza, especialista en historia del papado. Circunstancia que ha hecho pensar a algunos críticos que él era el verdadero autor de todo el tinglado, abusando de la buena fe de Arnold de Wyon. A los papas anteriores a 1595 se les da siempre un lema compuesto del nombre -de bautismo, cardenalicio, familia u orden religiosa- y del escudo, datos fáciles de ser conocidos por alguien de esa época.
Por otra parte, estaría la lista que va de 1595 en adelante, donde las interpolaciones ya no son tan fáciles de hacer y que, desde un punto de vista histórico, son las más interesantes, divisas sobre las que se cierne la duda de la falsificación o más bien de la falsa adjudicación a san Malaquías. El historiador español José Luis Calvo confirma que dichas profecías son falsas y fallidas porque los lemas hasta el papa Urbano Vil son muy claros y con-cuerdan muy bien con los respectivos pontífices, y a partir de esa fecha, muy oscuros... En otras palabras, a partir de 1595 no tienen relación alguna con los nombres ni con los escudos de los papas y para interpretarlos hay que hacer verdaderos malabarismos de inteligencia. Son tan ambiguos que cabe cualquier interpretación y solo a posteríorí se saca alguna vinculación con el Papa elegido.
Para el padre Feijoo, que tenía ojo avizor para estas cosas del fraude, no hay dudas. Anota en su Teatro Crítico Universal -Tomo II, Discurso IV-, que la profecía es apócrifa y señala al principal sospechoso: el dominico Alfonso Chacón -Alphonsus Ciacconius- que fue quien se las entregó a Arnold y qué curioso que Chacón no diera noticia de ella, ni en la excelente historia que compuso de las Wcfas de los Papas, donde encajarían oportunamente, ni en otras obras como su Explicación de los símbolos de san Malaquías, donde él mismo dice haber encontrado esos lemas en la Biblioteca Vaticana. ¿Encontrados o inventados? Todas las sospechas recaen sobre él, profecías que bajo su nombre no tendrían ninguna autoridad pero sien cambio si las rubricaba nada menos que Malaquías, que no estaba allí para contradecirle. Y la jugada le salió perfecta, pues Wyon tragó el anzuelo -y el resto del orbe cristiano también-.
Además, por esa época circulaba otra lista de papas atribuida a un tal Joannini, impresa en Venecia en 1600, pero mucho más reducida en lemas y papas, circunstancia que la ha relegado al olvido.
Otra razón de peso para asegurar que esa lista atribuida al arzobispo irlandés es totalmente falsa es el hecho de que san Malaquías muere en 1148, pocas horas después de profetizar su propio fallecimiento, que sería el día de difuntos en la localidad de Clairvaux (Claraval), como así fue. Malaquías emprendió el que sería su último viaje a Roma, pero antes quiso pararse en Claraval para saludar a su viejo amigo san Bernardo. Aquí cayó enfermo a causa de unas fiebres y murió en la medianoche del 2 de noviembre, el día de difuntos. No deja de ser curioso que san Bernardo escribiera Vida de san Malaquías y no mencione para nada las profecías papales. Una razón de peso para pensar que esos lemas no corresponden al santo irlandés.
Jean Charles de Fontbrune, el intérprete de las profecías de Nostradamus, analiza también las de Malaquías y calcula que entre el inicio de los lemas, año 1143, con Celestino II, y el año 1585 -que empieza el pontificado de Sixto V-, cuya divisa número 73 dice: "Axis in mediatate signi", hay 442 años que, sumados a 1585, nos situarían en el año 2026, el que él interpreta como el de la destrucción de Roma y en el que la Iglesia pasaría a tener como centro Jerusalén. Entre otras cosas.
Vemos que la grandeza de san Malaquías es que su nombre se sigue repitiendo una y otra vez para desentrañar quién podrá ser ese Pedro el Romano que marcará el fin de los días, por lo menos respecto del papado católico. Lo malo, o lo bueno, es que cuando haya dos papas más que sucedan a Benedicto XVI ya nadie hablará de las profecías de san Malaquías. Habrán sido pasto del olvido, como le pasó a otras listas anteriores.



Los 200 amaneceres del Papa
Existen otras muchas profecías sobre el futuro próximo del papado y de la Iglesia católica, y se podra decir que coinciden con el pontificado de Pedro Romano. Muchas de ellas hacen alusión a hechos ya pasados, como el cisma de Oriente y el de Occidente, otras están por suceder si es que suceden. Casi todas tienen varios elementos en común: una elección confusa de la que surgen un papa legítimo y un antipapa, dos iglesias enfrentadas; un Papa obligado a salir de Roma, malherido y en circunstancias bastante penosas, y un gran cisma para la Iglesia, resultado de esa crisis interna con anticristo, antipapa y aires sectarios y satánicos de por medio.
Nicolás de Fluh ya anunció en el siglo XV que: "El Papa con sus cardenales tendrá que huir de Roma en situación calamitosa a un lugar donde serán desconocidos. El Papa morirá de manera atroz durante su destierro. Los sufrimientos de la Iglesia serán mayores que cualquier momento histórico previo".


Juan de Rocapartida, un siglo después: "Al acercarse el Fin de los Tiempos, el Papa y sus cardenales habrán de huir de Roma en trágicas consecuencias hacia un lugar donde permanecerán sin ser reconocidos, y el Papa sufrirá una muerte cruel en e! exilio". La beata italiana Ana MaríaTaigi.enel siglo XVIII, durante uno de sus éxtasis, insistió en que: "La religión será perseguida y los sacerdotes masacrados. El Santo
Padre se verá obligado a salir de Roma". El 30 de Mayo de 1862, san Juan Bosco, cuenta un sueño profético a sus alumnos, un sueño terrible que había tenido unos días antes: "Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. Los enemigos de la Iglesia intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. Solo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto: Devoción a María, frecuencia de Sacramentos, comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros, y para hacerlos practicar a los demás".

San Juan Bosco, en 1874, escribió una carta advirtiendo al papa Pío IX de que llegaría una época en que una luz brillante aparecería en el cielo, en pleno fragor de una batalla y en ese instante el Papa abandonaría el Vaticano para ir a una plaza "cu-bierta de muertos y heridos, gritando a plena voz en demanda de ayuda". No solo en Roma sino también "en todo el país se re-una gran pérdida de población y
la Tierra se agitará como arrasada por un huracán y caerá un fuerte pedrisco". Durante "doscientos amaneceres" el Papa y su pequeño séquito vagarán por tierras extranjeras. Algo que estaría en consonancia con el extraño suceso que le ocurrió a Pío X en 1909, durante una audiencia que tuvo con un grupo de franciscanos. De súbito, se reclinó en su asiento, cerró los ojos, entró en trance y exclamó: "He tenido una visión terrible: no sé si seré yo o uno de mis sucesores, pero vi a un Papa huyendo de Roma entre los cadáveres de sus hermanos. Él se refugiará de incógnito en alguna parte y después de breve tiempo morirá de una muerte cruel".



El Tercer Acontecimiento Mundial
El general José María Sánchez de Toca, en su libro Los profetas del bosque (2004), hizo un exhaustivo análisis de diversas profecías de Europa Central que él estudió y tradujo del alemán durante años, y llega a la curiosa conclusión de que todo lo que predecían, ya fueran acontecimientos sociales, económicos, bélicos o cósmicos, se articulaba en torno a tres "acontecimientos mundiales". Los dos primeros corresponden a las dos grandes guerras del siglo XX. En lo que se refiere al futuro de la Iglesia, en el Tercer Acontecimiento que está por venir hay que destacar:

-Grandes señales en el cielo. Por ejemplo, un gran crucifijo y la caída de una especie de granizo cósmico, una lluvia de las estrellas, compuesta de polvo cósmico o aerolitos en ignición.

-La naturaleza reacciona para acabar con una terrible guerra mundial que se desencadenará. Se producen tres días de oscuridad durante los cuales desaparece buena parte de la humanidad.

-El Papa, que ha huido de Roma pasando sobre los cadáveres de sus sacerdotes, corona emperador en la ciudad alemana de Colonia a un aldeano, así como a otros reyes centroeuropeos.

-Pero al final nos anuncian que, tras una dura persecución religiosa, un Papa santo, unido al hombre que se alzará resueltamente contra el caos, traerán al mundo una edad a la que llamarán dorada.

Por poner tan solo tres ejemplos, de esos profetas del bosque, decir que la beata Ana Catalina Emmerick, religiosa agustina, tuvo una visión en 1822 donde vio a un Papa joven, algo que aún no se ha producido.
Un siglo después, en  1922, Franz Kugelbeer, un labrador de Lochau, tuvo sueños donde vio los resultados de una guerra   cruel:   "Asesinato   en   Roma. Montañas de tres y cuatro metros de altura de cadáveres de eclesiásticos y ciudadanos. El Papa huye con dos príncipes de la Iglesia por calles secundarias hasta llegar a un coche viejo en el que va a Suiza por  Genova.  Más adelante  viene   a Colonia y recibe en la catedral a un joven señor en traje de paisano, que se viste en la sacristía un uniforme parecido al húngaro".
Uno de los más grandes y respetados profetas alemanes, Alois Irlmaier,
veía desencadenarse la Tercera Guerra Mundial, en la que se emplearían toxinas y armas nucleares, y solo acabaña cuan-do"la naturaleza atacase". En sus visiones, Europa central quedará despoblada, el Papa coronará emperadora un aldeano,y llegará para el mundo una era de paz. El año que murió, 1959, dijo: "Me alegro de que el Señor me mande morir; así no tendré que vivir lo que he visto de antemano". Veremos si estamos o no en esos tiempos finales, si seremos testigos del último aliento del Papa. Un servidor, humildemente, aun sabiendo de la capacidad pro-fética que tienen y han tenido algunas personas, no cree que el sucesor de Benedicto XVI sea el último Papa ni el fin de la Iglesia católica, porque sabemos, desde tiempos inmemoriales, que las profecías son advertencias que parecen estar hechas para no cumplirse. A no ser que...



Pocos minutos antes de que la fumata blanca anunciara el 13 de marzo la elección del sorprendente Pontífice, el argentino Jorge Mario Bergoglio, una gaviota se posaba en la chimenea sobre la que estaban puestos los ojos del mundo, No pocos vieron en ella a la antagonista de aquel "cuervo" que ha llevado al Vaticano a una de las mayores crisis de su historia y cuyo turbio vuelo les relatamos en las siguientes páginas. Francisco I tiene por delante acabar con la iniquidad que acabó con el papado de Benedicto XVI.

Javier Martín

Cuando, el pasado 28 de febrero, a eso de las cinco de la tarde, el ya entonces Papa emérito Benedicto XVI volaba en su helicóptero camino a su refugio temporal de Castel Gandolfo, a buen seguro que una bandada de invisibles cuervos negros aleteaba alredor del aparato, carcajeándose con sus demoniacos picos, satisfechos por su increíble labor desestabilizadora. Hacía ya muchos meses que aquellos pájaros sombríos se habían posado en el mismo corazón de la túnica blanca del Vaticano. "He vivido momentos complicados en los que las aguas estaban agitadas, el viento era contrario, como en toda la Historia de la Iglesia, y el Señor parecía estar durmiendo". Apenas un día antes de que su renuncia se hiciera efectiva, el pasado 27 de febrero, Benedicto XVI reconocía la dificultad de los momentos que se estaban viviendo, pese a que mantenía su confianza en que se recondujese una situación pocas veces vividas antes por la institución: "Pero siempre he sabido que la Iglesia no es nuestra barca, sino la suya, y que él no la deja hundirse".
La turbiedad de las aguas vaticanas trocó en absoluta opacidad cuando durante el pasado mes de enero de 2012 saltó a la luz un escándalo que hacía temblar los cimientos eclesiásticos; su nombre pasará a la historia; indudablemente: Vatileaks. Largo y tendido se ha hablado de este profundo charco de ponzoña que salpicó brutal y directamente en el mismo rostro de la reverentísima Curia vaticana dejando casi sin oxígeno su credibilidad. Sin embargo, a tenor de su presumible influencia en la renuncia papal merecerá la pena echar la vista atrás y recordar someramente lo acaecido.


Una institución podrida 
Fue ese mes de enero cuando la televisión italiana sacó a la luz el contenido de unas sorprendentes cartas que dejaban en muy mal lugar la honestidad de los manejos en las más altas instancias vaticanas. Las misivas estaban dirigidas al Papa y llevaban la firma del nuncio vaticano en Estados Unidos, a su vez, antiguo secretario general de la Ciudad del Vaticano, Cario María Viganó. El escándalo estaba servido. En las mismas denunciaba la putrefacción que gobernaba el conocido como Comité de finanzas y gestión del Governarato y la Secretaría de Estado. Acusaba a los banqueros que formaban parte de la misma de no centrarse en los intereses de la Iglesia, sino solo buscar su fortuna personal, desvelando que en los últimos meses de 2009 en una arriesgada y opaca operación financiera se había perdido dos millones y medio de dólares. Pero no acababan allí los escándalos financieros que denunciaba, ya que en ese mismo año, la Fábrica de San Pedro, que asume la conservación de los edificios vaticanos, había presupuestado por la construcción del habitual Portal de Belén en la Plaza de San Pedro, nada menos que 550.000 dólares, una cifra increíblemente alta. No es de extrañar que Viganó acusara a la administración vaticana de "corrupción, prevaricación y mala gestión".
Las columnas de la Plaza de San Pedro comenzaron a revolverse, el suelo vaticano a resquebrajarse. La que es una de las instituciones más veladas del planeta padecía unas fugas de información que amenazaban con desestabilizar su recio adoquinado, todo su asiento moral. Pero solo estábamos al comienzo. Aquella pequeña fuga iba a transformarse en un escape en toda regla con la magnitud de una catarata. Apenas unos días después el diario italiano Il Fatto Quotidiano se hacía eco de un supuesto documento que el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos había entregado a las altas esferas vaticanas y en el que se refería una conversación mantenida en China por el arzobispo de Palermo, Paolo Romeo. En la misma alertaba sobre una conspiración propia de un thríller hollywoodiense que tenía por objeto asesinar en el trascurso del año 2012 al mismísimo Benedicto XVI. La información empezaba a ser desmesurada. El Vaticano se aturdía. Hacía falta un desmentido y el encargado de afrontarlo iba a ser Federico Lombardi, su portavoz. "Se trata de divagaciones que no deben sertomadas en serio en ningún caso, una locura". El sacerdote iba a ser el culpable de que aquella fuga recibiese popularmente la denominación de Vatileaks, "se trata de una especie de Wikileaks para desacreditar a la Iglesia", denunció en aquel momento. Un libro publicado en estas mismas fechas acrecentó el terremoto. El investigador Gianluigi Nuzzi presentaba en Sua Santita alrededor de un centenar de documentos secretos y polémicos de la Curia romana.
No tardó mucho en desvelarse el nombre del supuesto culpable de las filtraciones. La investigación interna puso los focos en un hombre de la máxima confianza del Pontífice, su mayordomo privado: Paolo Gabriele. El 23 de mayo de ese mismo 2012, Gabriele, de 46 años, fue detenido por la gendarmería vaticana. Dos días después sería llevado ante la justicia como colaborador necesario el informático de la Secretaría de Estado, Claudio Sciarpelletti, a quien se le encontró un sobre con documentos que le había dado Gabriele.


Explota el escándalo
Se cree que fue el propio Gabriele quien filtró a Nuzzi las decenas de cartas confidenciales y memorándums que este publicó en el libro. Entre las mismas se reproducían cartas personales, datos sobre las finanzas personales de Su Santidad, o detalles sobre escándalos referentes al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, o al secretario de Estado vaticano Tarcisio Bertone, especialmente polémico por el gran poder que tiene en el seno de la Iglesia y por algunas de sus declaraciones, en especial aquellas en las que relacionaba, allá por el año 2010, la pedofilia y la homosexualidad.
En los sucesivos juicios, el mayordomo papal defendió que en ningún caso le impulsó en su actitud, en su robo, un empeño material, tampoco afán alguno de notoriedad. Simplemente quería aportar transparencia, tratar de alertar y modificar un desaguisado de corrupciones e intereses económicos, que chocaba frontal-mente con la esencia original de la Iglesia católica, con su esencia espiritual. Únicamente le impulsó su sincero "amor a la Iglesia". Los sucesivos juicios a Gabriele y Sciarpelletti se cerraron con la condena al primero con una pena de 18 meses de prisión y dos de cárcel al segundo. No tardó Benedicto XVI en suspender la pena y otorgar el perdón a los condenados.
Sin embargo, se había abierto la caja de los truenos. Las tinieblas vaticanas se agitaban, une pequeña rendija con información a la que hasta ahora era imposible acceder se abría por los rosetones de este pequeñísimo país herméticamente sellado. El Vaticano entendió la pertinencia de que una investigación interna, por supuesto secretísima, depurara responsabilidades y esclareciera las verdades y las consecuencias de aquello que se había dado en llamar Vatileaks. Había que hacer las pesquisas adecuadas.Y Benedicto XVI encargó el desarrollo de las mismas a tres cardenales de su máxima confianza. Popularmente fueron conocidos como los detectives del Papa".
Es evidente que no hablamos de unos detectives al uso, de investigadores de gabardina larga y cigarrillo apenas apoyado en la comisura de sus labios. Sin embargo, parece que desarrollaron su trabajo a conciencia. Los purpurados elegidos, todos ellos con más de 80 años y por lo tanto no papables, empezaron su trabajo pocos meses después de saltar el escándalo, en tomo al mes de abril del pasado año. Sus nombres, Julián Herranz, Presidente de la Comisión Disciplinar de la Curia Romana y miembro del Opus De/; Josef Tomko, Presidente Emérito del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales; y el Arzobispo emérito de Palermo, Salvatore de Giorgi. Fueron meses de investigaciones, con centenares de entrevistas a los cardenales y personajes señalados en los papeles, todo ello desarrollado en un clima ultrasecreto y que concluyó con un profundo y extenso informe, que bajo el nombre de Relatíonem,iue entregado en dos tomos que suman unas 300 páginas a Benedicto XVI el pasado 17 de diciembre. Si bien en su momento dicha información paso prácticamente desapercibida en los grandes medios, la renuncia papal del pasado 11 de febrero puso de nuevo los focos sobre este dos-sier. ¿Habría tenido algo que ver dicho informe en tan insólito abandono? La duda tomaba asiento en el corazón de la plaza de San Pedro.




Diferentes versiones del informe
Apenas diez días después del explosivo anuncio, el periódico oficial vaticano, L' Osservatore Romano, descartaba cualquier tipo de influencia de la lectura del Relatíonem en la renuncia papal. El origen de esta no era otro que la disminución de las fuerzas del Pontífice, la falta de energías propias de un hombre de su edad para desempeñar un cargo con tan tremendas exigencias. Los medios cercanos a la Curia informaban de que el informe revelaba las profundas luchas de poder que se vivían en suelo vaticano, los enfrentamientos eclesiásticos entre cardenales con posiciones muy diferentes, pero en ningún caso escándalos sexuales ni elaboradas tramas de corrupción política y económica. Sin embargo, no todos los medios compartían la misma opinión acerca de aquel informe. Ni mucho menos. El diario italiano La Repubblica aseguraba que la lectura de dicho informe habría funcionado como un resorte en la percepción del Papa, en su convencimiento de que eran tales los escándalos, las corruptelas, la ponzoña adherida a las paredes vaticanas, que se necesitaba un nuevo Pontífice, más joven, con más vigor, para recuperar la credibilidad y la santidad de la Iglesia. A tenor del tamaño de las vilezas que se describían, no era de extrañar que tomara tal decisión. Según el periódico, los escándalos estarían centrados en el incumplimiento "del sexto y séptimo mandamiento, es decir, no cometerás actos impuros y no robarás". Según los documentos el banco vaticano, conocido como IOR, estaría en el centro de la corrupción de la que se habla en repetidas ocasiones en los mismos. Un nombre, siempre siguiendo las informaciones de La Repubblica, sería la piedra sobre la que estaría edificada dicha corrupción económica y el principal responsable de que no se llevase a cabo la limpieza exigida por Benedicto XVI: Tarcisio Bertone. Para La Repubblica, "el IOR es una enorme lavadora de dinero negro, el vientre oscuro de los intereses personales. Está claro que cualquiera puede lavar dinero en él: las mafias, los políticos que cobran comisiones...".
Pero no solo eso. También la sexualidad estaría en el centro de la polémica. El diario señala la existencia de lo que ha calificado como "lobby gay" dentro del Vaticano: "Una red transversal unida por la orientación sexual. Por primera vez la palabra homosexualidad ha sido pronunciada, leída en voz alta de un texto escrito, en las habitaciones de Ratzinger". Todo ello sin olvidar que en el año 2010, diversas informaciones aseveraban la existencia de una depravada urdimbre en el seno de la Iglesia protagonizada por un grupo de seminaristas que ejercían la prostitución y amparada por un miembro del coro vaticano que actuaba como proxeneta. Los encuentros sexuales llegaban a realizarse, incluso, dentro de la misma ciudad vaticana.
Evidentemente todos estos datos, estos escándalos, fueron radicalmente desmentidos al poco de salir a la luz por El Vaticano. El pasado 23 de febrero la Secretaría de Estado de la Santa Sede emitía un comunicado en el que acusaba a dichas informaciones de querer "condicionar a los cardenales con vistas al cónclave con la difusión de noticias no verificadas o verificables y por lo tanto, falsas, con gran daño a personas e instituciones". Yes cierto que difícilmente pueden ser verificables dichas informaciones, ya que, una vez estudiada la Relatíonem el todavía Papa Benedicto XVI decidió que solo su sucesor tendría acceso al informe, disponiendo que los encargados de realizarlo en ningún caso podrían ofrecer datos acerca del mismo. Solo quien ostente el cetro de San Pedro tendrá potestad para revelar cuando y a quien quiera los escándalos señalados en el dossier.
Sin embargp, una serie de cardenales se mostró crítico con este secretismo antes del cónclave. En la opinión de estos, comandados por los cinco cardenales brasileños, los secretos de Vatileaks podrían inclinar a uno u otro lado la balanza a la hora de designar al sucesor de Benedicto XVI. Esta opinión de los purpurados de una de las mayores potencias emergentes del catolicismo fue refrendada por el presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil: "Creo que es justo y necesario que los cardenales tengamos esa información antes de elegir al sucesor de Benedicto XVI".
Pero más allá de las intrigas, de las desafecciones entre los miembros de la Curia vaticana, de la elección del nuevo Papa, lo cierto es que la institución está envuelta en una marejada de la cual le va a costar mucho salir. La credibilidad de la Iglesia del siglo XXI tendrá mucho que ver con su transparencia, con el fin de sus más veladas actitudes. El demonio se esconde en las tinieblas. "En estos momentos es posible sentir el mal olor del humo de Satanás en los locales sagrados del Vaticano", afirmó hace unos días el exor-cista de Roma Gabriel Amorth. 'Tenemos cardenales que no creen en Cristo, obispos comprometidos con el diablo".
Será labor del nuevo Pontífice descorrer las cortinas vaticanas, mostrar al demonio la luz que acabe con él y sus maquinaciones. Los cuervos no sobreviven sin la carroña.


¿Dónde 
está el enemigo?

La renuncia de Benedicto XVI al pontificado ha supuesto una conmoción de dimensiones aún no cuantificadas. La explicación de su cansancio físico y espiritual no ha convencido a los "vaticanólogos" más cualificados, que ven detrás de dicha renuncia unas luchas internas, tan oscuras como antiguas, entre aquellos que quieren hacer Iglesia, y quienes únicamente pretenden seguir haciendo negocio, a costa de lo que sea. Veamos...

Lorenzo Fernández Bueno


(...) La gloria del olivo. Durante la última persecución de la Santa Iglesia Romana reinará. Pedro el Romano apacentará a su rebaño entre muchas tribulaciones; tras lo cual, la ciudad de las siete colinas será destruida y el tremendo Juez juzgará a su pueblo. Fin".

Así, de esta forma terminaba la lista de 112 lemas el arzobispo irlandés de Armagh, Malaquías. A pesar de la polémica que han generado a lo largo de la historia y entre los diferentes estudiosos las conocidas como "profecías de los Papas", ya que se considera que algunas de ellas fueron escritas a posteriori, como hemos visto, no es menos cierto que en la actualidad se están dando una serie de paradojas que, cuanto menos, resultan sospechosas. Si damos crédito a la profecía de Malaquías, cuya veracidad resulta tan contraditoria, según la lista la cuenta atrás dió comienzo en 1143 con Celestino II, y lo interesante, al menos para nosotros, es que el último de esa lista de papas sería precisamente el que, si no ha salido ya cuando este número llegue hasta sus manos, estará a punto de hacerlo.
Así las cosas, antes de analizar ese último lema, que por si no se han caído en ello es el que abre este reportaje, analicemos brevemente los cuatro anteriores:
-Flos florum -Flor de las flores-, correspondería al papa Pablo VI (1963-1978). Pues bien, la "traducción'1 del mismo se hizo en base a la interpretación de su escudo, en el que aparecían tres flores de lis, que está considerada la flor más importante de entre todas las flores.
-De Medietate Lunas -De la mitad de la Luna-, sería el atribuido a Juan Pablo I (1978). El nombre de este Papa era Albino Lucciani, que ya de por sí nos da a entender que su nombre, a pesar de la brevedad del papado -apenas 33 días-, iluminó la Iglesia durante los días que mantuvo en el cargo, ya que su traducción es "luz blanca", como la que emite la Luna. Pero es que además vino al mundo muy cerca de la localidad de Belluno -"Luna bella"-.
-De Labore Solis -De la labor del Sol-. Son muchas las interpretaciones que se han hecho de este lema correspondiente al incansable Juan Pablo II (1978-2005). Baste decir que al margen de viajar durante todo su pontificado de Sol a Sol, ya que se recorría el planeta de un extremo a otro en cuestión de horas, además nació en Polonia durante un eclipse del astro rey, situación que no deja de llamar la atención que se produjera igualmente durante su funeral.
-De Gloría Olivae -De la gloria del olivo-: Y llegamos a Benedicto XVI (2005-2013). Sabido es que el olivo, o más bien sus ramas, encarnan lo que la paloma en otras latitudes: la paz. Fue el propio sumo pontífice el que además, haciendo un guiño a la profecía, aseguró que había escogido su nombre "para relacionarme idealmente al venerado pontífice Benedicto XV, que guió a la Iglesia en un periodo atormentado por el primer conflicto mundial. Fue valiente y auténtico profeta de paz y actuó con extrema valentía desde el inicio para evitar el drama de la guerra y después al limitar las nefastas consecuencias". Y por si esto fuera poco, a la orden benedictina se la conoce como la "olive-tana", y su lema, curiosamente, es "Pax".
Si a esto añadimos que Joseph Ratzinger antes de sentarse en el trono de San Pedro fue el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir, lo que antaño sería el Gran Inquisidor General, y que en el escudo
de la misma aparece una rama de olivo, la profecía parece cobrar sentido. Y ahora, ya que el presente lo demanda, vayamos al lema 112. Porque no hay más que echar un vistazo a la extraña composición de la frase para percatarse de que, al contrario de lo que ocurre con los Papas anteriores, donde se intuye que son lemas cerrados atribuidos a un pontificado con principio y fin, en este caso no queda meridianamente claro. Porque al escudriñar en esas líneas es difícil saber si aquel que reinará durante la "persecución final" de la Iglesia será De Gloría olivae, es decir, Benedicto XVI, o Petrus Romanus, es decir, el próximo Papa. En cierto modo no dejaría de ser un reflejo de la anómala situación que nos está tocando vivir, con una bicefalia, al menos en lo espiritual, dentro de la propia Iglesia.
Así las cosas, lo interesante sería saber quién es o puede ser Pedro el Romano. Pues bien, no solo es que exista, sino que además al cierre de esta edición gobierna la Iglesia...


¿Por qué se ha ido el Papa?
Las informaciones que en las últimas semanas están surgiendo en torno a este tema poseen la voracidad de la inmediatez: de un segundo a otro cambian, se complementan, aparecen nuevos datos...
A día de hoy lo que sabemos es que el propio pontífice ha encargado a tres cardenales con más de ochenta años -el español Julián Herranz, el eslovaco Jozef Tomko y el italiano Salvatore De Giorgi, a los que la edad excluye de ser pontífices-, la elaboración de un extenso informe sobre el estado de la Iglesia vaticana. Y ha debido ser tan demoledor que, en voz de los expertos, ha constituido esa última gota que faltaba para hacer rebosar un vaso cuyas aguas son tan turbias que han terminado de provocar la renuncia del Papa. No es cuestión de ahondaren el contenido del mismo, simplemente porque es secreto, ya que así lo ha querido Benedicto XVI, al punto de que únicamente podrá ser leído por el próximo pontífice. Por lo tanto, solo se puede elucubrar, o atender a las informaciones que los diarios italianos están publicando en estas intensas jornadas, donde se advierte de la fuerza extraordinaria del lobby gay dentro de la Santa Sede, de las corruptelas y relaciones con la Cosa Nostra o con la logia masónica Propaganda 4, de las encarnizadas luchas de poder... Sea como fuere, mientras escribo estas líneas los medios de comunicación advierten del malestar de la curia cardenalicia, ya que se sobreentiende que conocer o no el contenido de dicho informe, podría ser motivo de acertar con el siguiente Papa, o no. Evidentemente hay que confiar en la infalibilidad del Espíritu Santo, que es quien finalmente decide. Aunque hay quien aseguró después del cónclave en el que fue elegido Juan Pablo I, que al menos en aquella ocasión, el Espíritu Santo se había equivocado... Por ejemplo, el cardenal australiano George Pell aseguró días atrás que "después de haber leído lo que cuentan los diarios italianos sobre el informe secreto, creo que es obligatorio que el Vaticano diga algo al respecto. Si el informe dice lo que los diarios dicen, entonces es necesaria una reforma profunda de toda la Curia romana y del propio Vaticano". Y al frente de esa reforma no se ve precisamente al secretario de Estado vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, a quien, muy al contrario, se le señala como cabeza invisible de esa "cara oscura" de la Santa Sede, y último responsable de la renuncia papal. No en vano, se asegura en los corrillos de los purpurados que, desde hace ya tiempo, la distancia entre Benedicto XVI y aquel que debería ser su más estrecho colaborador es insalvable.
Solo hay que atenderá que el viernes 10 de febrero de 2012, el diario italiano I/ Fatto Quotidiano publicó en grandes titulares la siguiente llamada: "Complot contra el Papa, dentro de 12 meses morirá". La información procedía de los documentos robados del apartamento papal por parte del mayordomo Paolo Gabriele -Vatileaks-, y hacía referencia a una misteriosa carta anónima con fecha del 30 de diciembre de 2011, que fue entregada por el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos al secretario de Estado Vaticano, Tarcisio Bertone. En la misma se podía leer a grandes letras una leyenda no menos intrigante: "Estrictamente confidencial para el Santo Padre". Pues bien, la misiva estrictamente confidencial acabó formando parte de los documentos "desclasificados" por Gabriele, y en ella se hacía referencia al viaje que realizó a China, donde "el cardenal italiano Paolo Romeo, arzobispo de Palermo, profetizaba la muerte de Benedicto XVI en los próximos 12 meses".
En estas letras de dudosa procedencia no solo se hacía referencia al asesinato del Papa, sino que además denunciaba las terribles luchas internas entre los hombres de poder de la Iglesia católica. Aseguraba que "la relación entre el Santo Padre y su secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, sería muy conflictiva. En una atmósfera de confidencialidad el cardenal Romeo dijo que el papa Benedicto XVI odia literalmente a Tarcisio Bertone y que lo reemplazaría con ganas con otro cardenal". Y continuaba anunciando que "en secreto el Santo Padre se estaría ocupando de su sucesión y habría ya elegido al cardenal Scola como idóneo candidato, porque es más cercano a su personalidad".
Días después, ante la conmoción que despertó esta información, el Vaticano, a través del padre Federico Lombardo, calificó estas filtraciones de "delirios tan increíbles que no hay que tomar en serio". ¿Seguro que no hay que tomarlo en serio? Pues no da esa sensación al observar cuáles han sido los últimos movimientos del Papa antes de dejar la sede vacante, con el aparente propósito de dejar a su "enemigo" sin el poder que posee...


Mafia, banca y logias masónicas
Y es que una de las últimas y más controvertidas decisiones del Benedicto XVI ha sido nombrar al nuevo "banquero de Dios", lo que ha abierto una nueva batalla por el control del dinero entre Joseph Ratzingery el cardenal Bertone. Y es que aunque el banco Vaticano es más conocido como Instituto para las Obras de Religión, quizá para tapar un pasado tormentoso plagado de sangre y crímenes, su presente no parece estar mucho más limpio. Pues bien, quien ostenta el máximo cargo de esa institución ostenta el poder, y tiene acceso a los secretos más turbios de la Iglesia. Así pues, el elegido para ocupar este importante puesto ha sido el barón Ernst Von Freyberg, caballero de la Orden de Malta y constructor de buques de guerra.


Para muchos medios, como los compañeros del diario El País, "la última decisión de Ratzinger como Papa haya sido quitarle la llave del dinero a su fraternal enemigo Bertone".
En cierto modo hay quien lo ha visto como un ajuste de cuentas, después de que hace tan solo nueve meses, concretamente el 24 de mayo de 2011, el cardenal Bertone decidiese destituir al anterior presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, que todo hay que decirlo, era amigo personal de Ratzinger.
Este banquero de 67 años, representante del Grupo Santander en Italia y miembro del Opus DeI, cometió dos graves errores: por un lado intentar cumplir la normativa europea sobre blanqueo de capitales, ante la sospecha de que el IOR seguía siendo una gran lavadora de dinero. Y el segundo, oponerse a Bertone cuando este quiso utilizar el dinero vaticano para salvar de la quiebra el hospital San Raffaelle de Milán.
Sea como fuere, su destitución fue orquestada por un misterioso personaje llamado Marco Simeón, de 33 años, joven brillante que gozaba de la protección del cardenal italiano. De hecho, su nombre ya aparecía poco después relacionado con negocios, de esos que huelen mal, en un informe que envió monseñor Cario María Vigano a Joseph Ratzinger, poniéndole al tanto de la corrupción que recorría -y parece ser que aún lo hace cual grácil gacela cada rincón del Vaticano-, y que después pudimos ver como parte de los que se filtraron tras el escándalo de Vatileaks.


La situación era tan escandalosa que monseñor Vigano, fiel a Benedicto XVI, conminó al Papa para que lo dejase al frente del Governatorato, el departamento encargado de licitaciones y abastecimientos, para frenar las prácticas ¡legales. Y Bertone, que mucho no le hubo de gustar dichas letras, respondió enviando a Viganó a EEUU. Cuentan que ese día Benedicto XVI lloró, pero no se atrevió a contradecir a Bertone, aludiendo que "el Papa ya está viejo"... Sea como fuere, a esas alturas el extraño Marco Simeón ya era director de la RAÍ Vaticano y, temiendo que el presidente del IOR Gotti Tedeschi permitiera el acceso a los investigadores a los secretos de dicha institución, pidió a un psicólogo que redactara un informe sobre "el comportamiento extraño" del presidente del banco.
Este ni tan siquiera habló con Gotti, pero pronto se extendió entre la curia que el banquero había perdido el oremus, al punto de que podía hacer temblar los cimientos de la Iglesia si se descubría lo que los investigadores sospechan  que  allí se contiene: los nombres de quienes están tras las cuentas cifradas del banco del Vaticano.
Así pues, Gotti Tedeschí fue fulminado de manera rotunda, asegurando poco después a la prensa que detrás de la conspiración que había logrado su destitución se encontraba la logia masónica Propaganda 4, de la que, como ya se habrán imaginado,formaría parte Marco Simeón.


Evidentemente, le preguntaron a Simeón por estas declaraciones que lo ponían en primera línea informativa, a lo que contestó que "no formo parte de la P4, pero la masonería es un elemento fundamental del poder en Italia". Poco antes había asegurado que "el secreto es poder y el Vaticano enseña que quien sabe no habla, y quien habla no sabe.Yo nunca digo demasiado". Así las cosas es curioso que la decisión del Papa de colocar al frente del banco al barón Von Freyberg, se produzca justo cuando este muchacho, repito, protegido por monseñorTarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano y gran enemigo de Ratzinger, ha sido despedido de la dirección de RAÍ Vaticano. Y además lo ha hecho en tiempo de descuento y a la vista de todos con un aparente objetivo: evitar que caiga en manos del cardenal Bertone.
Un Bertone al que ha debido de molestar mucho dicha decisión; un secretario de Estado que a decir de los expertos se ve en el centro de la diana más corrupta de la historia reciente de la Iglesia; un cardenal que ahora, como camarlengo que es, dirige los designios vaticanos durante el periodo de sede vacante, conviviendo con el Papa saliente; un hombre que, amén de ser papable, nació el 2 de diciembre de 1934 en la localidad turinesa de Romano Canavese, y al que su padres bautizaron con el nombre de Tarcisio Pietro Bertone... Pues eso: Pietro... el romano.



Benedicto XVI ha sido el último vicario de Cristo en abdicar de su cargo, algo que ha levantado una gran polvareda y ha hecho correr nos de tinta sobre la verdadera causa de su controvertida decisión. Hay quien habla incluso de que se temía por un inminente asesinato del hasta ahora Sumo Pontífice. No sabemos qué hay detrás de todo ello, pero sí que dicha decisión ha generado un auténtico vendaval en el Vaticano que sin embargo ya fue tomada -o forzada a tomar- por algunos sucesores de Pedro en tiempos pretéritos.
El primero de los Papas de los que se tiene constancia de que renunciase a su pontificado fue Ponciano, 18° pontífice de la Iglesia católica, quien pasaría siglos después a engrosar el santoral. Se tienen pocos datos acerca de su andadura, y no existe consenso absoluto entre los historiadores de la Iglesia sobre cuál fue su final. Ocupó la silla de san Pedro del 230 al 235, abdicando el 28 de septiembre de ese año. Durante su pontificado, se enfrentó al antipapa Hipólito, que se negó a reconocerle, pero cuando subió al poder en Roma Máximo el Tracio, quien reactivó la persecución contra los cristianos, tanto Hipólito como Ponciano reconciliaron sus posturas. Pusieron fin al primer cisma que sufrió la Iglesia al abdicar ambos en favor de Antera. Los antaño enemigos fueron martirizados en la isla de Cerdeña, azotados hasta su muerte; después, sus cuerpos fueron trasladados a Roma, siendo inhumados en las catacumbas de San Calixto.
El segundo Papa que no ostentó el cargo de forma vitalicia fue Silverio (536-537), muerto en olor de santidad y cuyo cuerpo permanece incorrupto, quien a diferencia del anterior fue obligado a dejar su cargo en una amalgama de conjuras y traiciones que recuerdan no poco a lo que sucede en la actualidad en El Vaticano. Cuando los ostrogodos intentaron tomar Roma, el Papa y los senadores solicitaron socorro al Imperio Bizantino, entonces encabezado por el emperador Justiniano. Este envió a su general Belisario para socorrer al Pontífice. Con lo que no contaba Silverio era con la animadversión de la esposa de Justinianojeodora. Esta recelaba del Papa porque no aprobaba su política religiosa heterodoxa.Teodora era defenso-
ra del monofisitismo, considerado una herejía, que consistía en afirmar que en Cristo no había dos naturalezas -la divina y la humana-, sino tan solo la divina. Aprovechando la presencia de sus soldados en la Ciudad Eterna, acusándolo de traición, mandó secuestrar a Silverio y encerrarlo en Patara de Licia, en el Asia Menor. Por su parte, Belisario proclamó nuevo pontífice a Vigilio, el favorito de la emperatriz. Se sabe que más tarde Silverio fue desterrado a Palmarola, frente a Ñapóles, pero su final es incierto: no se sabe si murió de malos tratos e inanición o asesinado.
Como más tarde le sucedería a muchos herejes, varios de los Papas de la historia eclesiástica fueron sometidos a tormento y sacrificados. El tercero que fue obligado a dejar su cargo fue Martín I, elegido el 5 de julio del 649 y que sena el 74° Papa de la Iglesia católica.Tras condenar la herejía del monotelismo,fue apresado por orden del emperador bizantino Constante II, que no admitía sus postulados. El 17 de junio del 653 fue trasladado a Constantinopla. El Senado le acusó de traición y lo condenó a muerte, pena que le
sena conmutada por la de destierro al Quersoneso, en Crimea. No corrió mejor suerte que los citados: fue despojado de sus vestiduras y maltratado como un malhechor. Fue el último pontífice declarado mártir.
Durante la Alta Edad Media hubo numerosas convulsiones y movimientos en la silla de San Pedro. Otón I envió sus tropas contra Juan XII en el año 963; tras convocar un sínodo de obispos en la Basílica de San Pedro, se depuso a este y fue elegido Papa León VIII.
A Benedicto IX le tocó vivir un tiempo de turbulencias durante el cual dos familias dominaban la escena política romana: los Tusculanos y los Crescencios. En varias ocasiones ocupó el solio pontificio: entre 1032 y 1044, momento en el que tuvo que huir durante una sublevación contra la familia de los Tusculanos; cual si de una trama mafiosa actual se tratara, los Crescencios nombraron nuevo Papa, Silvestre III, que sena depuesto y excomulgado como antipapa por el anterior el 10 de marzo de 1045. Después, Benedicto IX abdicaría en la persona de Juan Graciano, que tomaría el nombre de
Gregorio VI, pero no por ello dejó de anhelar de nuevo el trono de Pedro. En 1047, con el apoyo de los condes deTúsculo, tomó violentamente el solio papal, para abdicar una vez más en agosto de 1048, arrojado de Roma por el conde Bonifacio de Toscana con el apoyo del emperador Enrique III, apodado "el Negro" y responsable de instaurar la supremacía del Emperador sobre el Papa en la pugna de las "dos Espadas".


Después nos encontramos con el primer caso de abdicación oficialmente reconocido por la Iglesia católica, el de Celestino V, conocido como el pontífice del "gran rechazo". Pedro de Morone, monje de origen campesino, eremita -en 1239 se dedicó a la contemplación ascética en una cueva en el monte Morrone, durante cinco años-, que había fundado la Orden de los Celestinos, llegó a ostentar el más importante cargo de la Cristiandad el 5 de julio de 1294, tras dos años de sede vacante a la muerte de Nicolás IV.
Tras su coronación en Aquila, instaló su sede papal en Ñapóles y no en Roma, a donde llegó, como muestra de humildad -algo que hoy no es fácil de ver en la Ciudad del Vaticano-, a lomos de un asno que dirigía su aliado Garios II de Anjou.
Aunque fue aclamado en su elección por los fieles, pronto se dio cuenta de que no contaba con las cualidades para gobernar el complejo entramado de la Iglesia católica. A los cinco meses de tomar el solio pontificio, convencido de que nada en su vida anterior le había preparado para afrontar tamaña responsabilidad, abdicó; hombre de maneras rudas y lenguaje inculto, cambió sus vestiduras papales de nuevo por las monacales, postrándose y pidiendo perdón por sus errores. Diez días después de su abdicación, se reunió un cónclave que eligió al cardenal Benedicto Caetani, investido Papa como Bonifacio VIII, quien trasladó a Roma de nuevo la sede papal, obligando a Celestino a regresar con él. Este huyó, pero fue apresado, sometido a juicio y encarcelado en la torre del Castel Fumone donde, tras diez meses de confinamiento, murió el 19 de mayo de 1296. Contemporáneo de Dante, este lo incluyó en el Infierno de su Divina Comedia junto a los inútiles y neutrales que se hallan entre la puerta y el vestíbulo del infra-mundo. San Malaquías,en sus textos pro-féticos, se refiere a él como Ex eremo cel-sus -Elevado de la ermita-, haciendo alusión a su pasado eremita en el monasterio de Pouilles. Mediante un decreto Celestino V estableció la legitimidad de su renuncia papal, y su sucesor, Bonifacio VIII, sena quien profundizara en la regulación de la abdicación, sentando precedentes.
Es curioso que según la Iglesia el cuerpo de Celestino V permanece incorrupto -por lo que se le otorgaría, entre otras virtudes, la santidad- y se puede ver al hasta ahora último Papa, Benedicto XVI, ante su tumba en una instantánea que parece aventurar su relevante decisión.
Tras este, sena Gregorio XII el siguiente en renunciar a su cargo, quien en 1414 abdicó, aunque no de forma voluntaria, por la decisión del Concilio de Constanza para dar fin al Cisma de Occidente. A las renuncias solía sobrevenir un periodo de convulsión política y religiosa, de facciones enfrentadas e intereses creados y de conspiraciones que, como hoy, estaban a la orden del día para decidir, al margen de la manifestación del Espíritu Santo, quién debía ceñir la tiara papal.

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