jueves, 10 de mayo de 2012

El saber oculto en la biblioteca de El Escorial


El saber oculto
Crónica de una investigación en la biblioteca de El Escorial

Aunque había acudido en numerosas ocasiones a la biblioteca del monasterio de El Escorial (Madrid), una visita casual supuso un antes y un después para el autor de este artículo, quien explica a los lectores de MAS ALLÁ cómo realizó un enigmático hallazgo en uno de los frescos de la bóveda de la biblioteca. Una rara inscripción que "no encajaba" en el contexto le llevó a emprender una minuciosa investigación de conclusiones tan insospechadas como asombrosas.

por Andrés Vázquez Mariscal


 

Junto a estas lineas, detalle del fresco que representa a Salomón y a la Reina de Saba situado en la zona de la Aritmética de la biblioteca de El Escorial (Madrid) La Reina de Saba propone un acertijo al "rey sabio" y este señala con el dedo una serie de números, el mantel muestra una enigmática inscripción en hebreo Abajo. el fresco al completo. En la otra pag., vista parcial de la biblioteca.

Si hemos de creer en la existencia de las casualidades como detonantes de acontecimientos inesperados, la historia de como llevé a cabo una investigación de tres largos años es un claro ejemplo de ello. He sido, y sigo siendo por mi actividad como investigador, habitual usuario de la biblioteca del Monasterio de El Escorial (Madrid). En su Sala de Lectura ha tenido la oportunidad de consultar algunos de los manuscritos que atosora y nunca se me pasó por la imaginación la posibilidad de que una de esas casualidades me llevara a descubrir el enigma oculto tras una misteriosa frase.
Cierto día, mi dentista, y sin embargo amigo, judío askenazí de origen polaico, pero nacido en Argentina, me pidió que acompañara al rabino de su sinagoga a El Escorial. Había oído hablar de un preciado ejemplar de la Biblia hebrea, el manuscrito G-II-8, datado en el si-
glo XV, y estaba muy interesado en examinarlo. Me prestó gustoso a ello y un caluroso día de verano nos encaminamos al monasterio. Para acceder a la Sala de Lectura se debe atravesar toda la biblioteca, así que, mientras recorríamos la espaciosa sala de 54 m de largo por 9 m de ancho, deteniéndonos a cada momento para admirar los hermosos frescos que adornan su bóveda, me vi sorprendido por el interés que mostró el rabino ante uno de ellos. Pueden creerme si les digo que en ninguna de mis visitas a la real biblioteca había prestado especial atención a los frescos de la bóveda. Antes de aquel día ni siquiera había notado que uno de ellos, que representa la escena bíblica en la que la Reina de Saba  está proponiendo enigmas al Rey Salomón para comprobar su sabiduría, tenía escrita, sobre el mantel de la mesa tras la que se sienta la reina, una frase en hebreo.



La enigmática sentencia en hebreo cuya traducción es 'Todo tiene número, peso y medida" no podía haber sido escrita en la época en la que se decoró la bóveda de la biblioteca de El Escorial, pues la Santa Inquisición no lo habría permitido.

"TODO TIENE NÚMERO, PESO Y MEDIDA"
Oí mascullar al rabino mientras intentaba leer la frase y al cabo de unos instantes me dijo: "¡Qué extraño! ¿Por qué habrán escrito esa frase precisamente ahí? Fíjate, hay un par de letras mal escritas, pero creo que dice: Kol bamidáh bamiskal ubameshuráh". Naturalmente, con mis nulos conocimientos de hebreo, me quedé tal como estaba. Pero él insistió en que la frase en cuestión, cuya traducción es "Todo tiene número, peso y medida", no podía haber sido escrita en la época en la que se decoró la bóveda, pues la Santa Inquisición no lo habría permitido y su autor habría sido acusado de actividades judaizantes. Rememorando a Humphrey Bogart en Casablanca, diré que este fue el inicio de una buena amistad que nos condujo a interesarnos por conocer algo más sobre el autor de la frase, sus intenciones al dejarla plasmada en un sitio tan inusual, la fecha en la que se había escrito y, sobre todo, por saber qué tenía que ver con Salomón y la Reina de Saba. Pues bien, los primeros pasos fueron sencillos. El autor material de la pintura fue el italiano Perigrin de Peregrini Tibaldi; la fecha de terminación de la decoración la biblioteca, 1592, y la frase fue escrita en esa misma fecha, puesto que el fraile de la Orden de los Jerónimos que estuvo presente durante las obras del monasterio, fray José de Siguen-za, en su libro editado en 1605, titulado Historia primitiva y exacta del monasterio de El Escorial, ya se hace eco de ella con estas palabras: "(...) Y en la caída del paño de seda que está sobre la mesa, escrita con letras hebreas, aquella tan alta sentencia: Omnia in numero, pondere et mensura; todo tiene número, peso v medida".
La intriga comenzó cuando quise averiguar qué tan alta sentencia era aquella a la que se refería el padre Sigüenza. Escritores posteriores se la adjudican al versículo 11:20 del Libro de la sabiduría, libro canónico de las biblias católicas. Pero la cosa no encajaba demasiado bien. Primero, la frase no está completa ni escrita exactamente igual que la que aparece en la traducción latina de la Vulgata; segundo, el Libro de la sabiduría no forma parte de la Biblia hebrea, ya que es un libro tardío escrito por primera vez en griego para los judíos de la diáspora de Alejandría, y nunca se escribió en hebreo. Así que había una serie de contradicciones y un montón de dudas que resolver.



BUSCANDO "COSAS OCULTAS"
Antes que nada debo explicar que los motivos ornamentales de la decoración de la bóveda están divididos en siete partes que representan las siete artes liberales encuadradas en el Trívium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y el Quatrivium (Aritmética, Música, Geometría y Astrología). La escena que representa a Salomón y la Reina de Saba se encuentra en la parte dedicada a la Aritmética y está identificada -en uno de sus extremos inferiores- con las siglas ".III.REG.X.". Esto significa que se ha pintado justo el momento que describe el versículo 3 del capítulo 10 del libro / Reyes: "Salomón respondió todas sus preguntas, no hubo cosa oculta que el rey no pudiera resolver".
Dicho esto, las primeras preguntas surgieron por sí solas: ¿Por qué una frase escrita en hebreo, con el riesgo que ello conllevaba, referida a un libro que nunca se escribió en este idioma y que ni siquiera forma parte de la Biblia hebrea? ¿Por qué no en latín, tal como la traduce el padre Sigüenza? ¿Qué tiene que ver Salomón con la Aritmética cuando este rey era conocido como un gran mago y no como matemático? ¿Qué era lo que estaba numerado, pesado y medido? ¿El hecho de que Salomón estuviera resolviendo "cosas ocultas" era una indicación de que la frase escondía algo? De ser así, ¿qué ocultaba y a quién iba dirigida? La inclusión de esta frase en un sitio tan prominente suponía un verdadero reto a la autoridad eclesiástica del momento y, sin duda, fue un hecho intencionado para llamar la atención sobre su posible contenido oculto.
Me planteé la posibilidad de que la frase en cuestión pudiera aparecer en algún otro lugar del texto hebreo, aunque en un contexto diferente. Y tuve suerte. En el Levítico, 19:35, podemos leer: "No hagas fraude en el juicio, en la medida, en el peso y en la cabida". Se utilizan las tres palabras clave de la frase y en el mismo orden en el que fueron pintadas por Tibal-di. Por ello, la traducción del padre Sigüenza se convertía en "medida, peso y cabida" en vez de "número, peso y medida", con un aliciente más: la palabra hebrea para "cabida" también significa "capacidad", "recipiente" o "receptáculo que contiene algo". Recuérdese que al carecer de vocales el idioma hebreo se posibilita en gran medida la reinterpretación de la gran mayoría de sus palabras. Pues bien, habíamos encontrado el significado exacto de la misteriosa frase: "Todo está numerado, pesado y depositado o guardado". El número de preguntas sin respuesta se ampliaba. ¿Qué podía estar numerado pesado y guardado? ¿Qué se guardó, por qué y por quién? Lo cierto es que, todas ellas, alcanzaron de pronto matices obsesivos y comencé a leer cuantos libros sobre temas relacionados con El Escorial caían en mis manos. Llegué a analizar, una por una, la gran cantidad de figuras representadas en la biblioteca que poseen matices herméticos, todas ellas seleccionadas seguramente por su doble significado, algo muy acorde con la práctica de la época de disfrazar las verdades ocultas con imágenes conocidas impidiendo, de esta forma, que pudieran ser interpretadas por los profanos o intervenidas por la Inquisición.



GALERÍA DE SOSPECHOSOS
Entonces llegué a la conclusión de que antes de intentar averiguar más debía conocer a las personas que idearon el mensaje, las razones que les impulsaron a ocultar algo y de qué podía tratarse. Descartado Tibaldi, pues este solo pintaba lo que le indicaban, el círculo de actores no resultaba ser demasiado amplio. En primer lugar, Felipe II (MÁS ALLÁ, 110, 145 y 228), que aprobaba personalmente cuanto se hacía en las obras de El Escorial; después, Juan de Herrera, que como arquitecto supervisaba todo lo que el rey ordenaba; a continuación, Benito Arias Montano, primer bibliotecario del monasterio y reconocido en toda Europa como el mejor hebraísta de su tiempo. Este último, además, tenía el aliciente para mí de haber dirigido la traducción directamente de los textos hebreos y griegos de la Biblia Políglota de Amberes. A los dos primeros, Felipe II y Juan de Herrera, les unía su pasión por lo esotérico, la filosofía de Raimundo Lullio y las prácticas de alquimia, que como todos sabemos se realizaban en la botica de El Escorial. Junto a ellos, el todopoderoso Antonio Pérez, secretario del rey, cuya red de espías lo mantenía informado de cuanto ocurría en la Corte y, en particular, de todo lo relacionado con ciertas actividades herméticas, de las que era un verdadero apasionado.
Como resulta obvio, lo ocultado no podía tratarse de ningún tesoro convencional, así que rechacé esta idea y me concentré en investigar qué vínculos o intereses comunes unían a todos estos personajes. Emprendí un largo recorrido por la biblioteca y el Archivo Histórico Nacional, que resultó apasionante, y, tras una ardua búsqueda, pude formarme una completa perspectiva del complejo entramado que existió entre ellos. Se trataba ni más ni menos de una conspiración en toda regla para acabar con el rey y la monarquía de los Austrias. Es una larga y enmarañada historia llena de intrigas, lances amorosos, asesinatos, traiciones de Estado, espías, videntes, cuevas ocultas y los mejores ingredientes de una novela de misterio, pero trataré de resumirla lo mejor posible.
Felipe II se encontraba en una situación muy delicada, con España en bancarrota, los tercios, al mando de don Juan de Austria, acosados en Flandes, sus pretensiones al trono de Portugal en entredicho y sin descendencia al trono. Su hijo, el príncipe Garios, había muerto en circunstancias extrañas. Antonio Pérez, por su parte, negociaba en secreto con los turcos y los rebeldes de Flandes, facilitaba información a los ingleses e intrigaba con la princesa de Éboli para casar a una de sus hijas con el pretendiente portugués al trono de su país. Ocurre entonces el asesinato de Juan de Escobe-do, secretario de don Juan de Austria, en las calles de Madrid. Habíase enterado de los tejemanejes de Antonio Pérez y la princesa y amenazó con contárselo al rey. La leyenda posterior atribuiría su muerte a un asunto de cama y celos. El rey, enterado, mandó encarcelar a ambos protagonistas: la princesa de Éboli fue encerrada en la Torre de Pinto (Madrid) y Antonio Pérez pasó diez años de su vida de cárcel en cárcel hasta que pudo huir a Aragón y de allí a Francia. Felipe II jamás pudo presentar cargos contundentes contra Antonio Pérez porque este mantuvo en su poder, todo el tiempo de su largo cautiverio, un gran número de documentos de Estado con información confidencial en la que el rey salía malparado. Estos documentos nunca se hallaron.


VIDENTES Y EXTRAÑOS SUEÑOS
En medio de todas estas intrigas, nos encontramos a Juan de Herrera, arquitecto real y aposentador mayor de palacio, que no sabemos por qué motivo se involucró con una extraña organización, la Hermandad de la Nueva Restauración, que, basándose en los sueños premonitorios de una presunta vidente llamada Lucrecia de León, preconizaba el fin de la monarquía española y la invasión del país por los herejes del norte de Europa y los turcos. Tras la muerte de Felipe D, y una vez reconquistada España, ocuparía el trono un descendiente de los Trastámara llamado Miguel de Piedrola. Pues bien, esa reconquista se llevaría a cabo desde la cueva de Sopeña, en la que se habrían refugiado de la invasión los seguidores de la Hermandad de la Nueva Restauración. Juan de Herrera estuvo dirigiendo las obras de acondicionamiento de dicha cueva y aportó fondos para la compra de víveres y armas, lo que más tarde le costaría ser interrogado por la Inquisición. ¿Qué tiene que ver todo esto con Antonio Pérez y sus intrigas? Veámoslo. Don Alonso de Mendoza, principal mentor de Lucrecia de León, junto


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