jueves, 19 de enero de 2012

Voces del Más Allá



Cambian los tiempos, las culturas y las religiones; sin embargo, desde el pasado remoto hasta el presente cotidiano prevalece la inquietud común de entablar contacto con el "más allá" para escuchar lo que nos dicen los muertos o encontrarnos con ellos.

Por Rafael Muñoz Saldaría
Revista MUY INTERESANTE Noviembre 2011.

El eje de esa búsqueda es la suposición de que la vida prevalece más allá de la muerte. Tal creencia es tan antigua como la humanidad, Los neandertales, una especie extinta del género Homo que vivió en Europa y Asia occidental desde hace 230,000 hasta hace 80.000 años, dieron las primeras señales de honrar la memoria de los difuntos quizá porque suponían alguna forma de vida futura. A diferencia de todos los animales conocidos, no abandonaban a la intemperie los restos de sus muertos: los enterraban, A través de ciertos refugios rocosos situados en el valle de Vézére, al sudoeste de Francia, es posible constatar que antes de la aparición de las religiones formales los hombres primitivos tenían nociones de la inmortalidad, En La Chapelle-aux-Saints se encontró un neandertal en una zanja de profundidad media, rodeado de utensilios de piedra que podría usar en su nueva vida. En Le Moustier se encontraron los restos de un joven, en posición de costado, cuya cabeza descansaba en un conjunto de objetos de pedernal; llevaba en la mano un hacha que podría servirle en su vida futura.
Las evidencias se multiplican en otros horizontes. En Uzbekiztán, en el Asia Central, se encontraron dentro de una cueva los restos de un niño fallecido hace cincuenta mil años alrededor de cuya cabeza se habían dispuesto cinco pares de cuernos de cabra montes.
En el norte de Irak las muestras de tierra de una tumba de la misma antigüedad contienen restos de polen, lo que hace suponer que en el enterramiento se dispusieron flores. Los antropólogos consideran que las evidencias no son concluyentes, pues los restos de otros neandertales aparecen abandonados sin mayor cuidado. Sin embargo, puede suponerse que la creencia en la vida después de la muerte se remonta a tal antigüedad.
La línea de continuidad de esa creencia con el presente se estableció a través de las religiones, pues todas suponen una vida ultraterrena en la que los muertos disponen, en la mayoría de los casos, de otra perspectiva sobre el mundo de los vivos y sus secretos. Se pensó dentro y fuera de las religiones formales que éstos conocen el futuro. Así fue como cobró forma la necromancia o nigromancia, una forma de magia mediante la cual los practicantes invocan a los espíritus de los difuntos o intentan reanimar sus cuerpos para hablar con ellos. Esta fue, por muchos siglos, la práctica mejor diferenciada de entablar comunicación con los muertos, aunque de modo paralelo hubo otras prácticas menores de contacto no necesariamente afanadas en la indagación del porvenir, sino que intentaron, por ejemplo, reencontrarse con alguna persona querida.



Médiums célebres
El análisis de las evidencias hace difícil dar credibilidad a cualquiera de estos personajes. Sin em bar g o, en su tiempo gozaron de fama por su presunta capacidad de comunicarse con los espíritus.



 1 Edward Kelley. El médium al servicio de John Dee (ver recuadro "Espejo de obsidiana") nació en 1555. Corría el rumor de que usaba un gorro negro porque había perdido ambas orejas como castigo por falsificador. Era el intermediario entre Dee y los espíritus, a quienes hablaba en un lenguaje extraño, conocido como enochian. Juntos recorrieron Europa desarrollando actos de ocultismo y alquimia. Fue encarcelado por Rodolfo II de Praga, rey de Bohemia, y murió en 1593 durante un intento de escapar de su encierro.

2 El conde de Cagliostro. Nacido en 1743 como Giuseppe Balsamo en Palermo, Sicilia, inició su carrera como psíquico comunicándose con los espíritus para auxiliar a los buscadores de tesoros. Fue denunciado por fraude, pero finalmente logró ingresar a la corte de Luis XIV. Él y su mujer Lorenza Feliciani organizaban cenas a las que, supuestamente, acudían los muertos. Finalmente fueron declarados herejes. Murió en prisión en 1791.

3 Margaret y Kate FOX. Fueron las creadoras del espiritismo. Tras reportar sus primeros contactos con los espíritus se sometieron a pruebas que sembraron graves dudas sobre la veracidad de sus experiencias. Sus exitosas presentaciones públicas continuaron hasta que en 1888 confesaron que se trataba de fraudes orquestados por su hermana Leah por intereses económicos. Tiempo después negaron su retractación.

4 Daniel DOliglas Home. A partir de 1855 sus presuntos poderes psíquicos le dieron prestigio en Europa. Le vitaba a buena altura del suelo, movía objetos a distancia y convocaba a los espíritus con fa ciudad. Entre sus detractores hubo magos y científicos, como el célebre poeta Robert Browning. El propio Douglas aseguraba que la mayor parte de los síquicos eran meros impostores.

5 Eusapia Palladino. El eminente psiquiatra Cesare Lombroso se asombró con los dones de esta mujer nacida en 1854. Aparte de su talento para convocar a los muertos y hablar con ellos, lograba que éstos, supuestamente, le concedieran el don de mover objetos grandes y pequeños con el solo poder de su mente. Durante sus sesiones rara vez se ocultaba y trabajaba a plena luz para demostrar que no recurría a algún truco común.

6 Henry Slade. Su mayor talento era la "psicografía" o escritura en pizarras del dictado de los espíritus. Tras quince años de hacerlo se investigó su caso, y de manera accidental se descubrió que las pizarras estaban trucadas por sus ayudantes. Acusado conforme a la Ley de Vagancia de solicitar dinero con pretensiones falsas, murió enfermo de alcoholismo y sumido en la pobreza en un manicomio de Michigan en 1905.

7 Leonora Piper. A partir de 1884 presentó sus primeros estados de trance. El psicólogo William James quedó sorprendido con sus habilidades y promovió que su caso se estudiara científicamente. Aunque mucha de la información que aportaba resultó ser falsa, no pudo comprobarse que cometiera algún tipo de fraude. Su fama logró superar las críticas y sus capacidades pusieron en jaque las explicaciones comunes. Murió en 1950.

8 Edgar Cayce. Considerado por muchos el fundador del moderno movimiento New Age, caía en estado de trance a petición de algún sujeto afligido de una enfermedad que buscaba la curación, y llevaba a cabo 'lecturas' o secuencias de palabras dictadas por los espíritus. En ellas se revelan supuestas verdades sobre el origen y destino de la humanidad, la reencarnación, la percepción extrasensorial, la vida de Jesús y la Atlántida.

9 Catherine Elise Mllller. Originaria de Suiza, en 1890 se convirtió al espiritismo y en sus sesiones logró convocar a Víctor Hugo y al conde de Cagliostro. Aseguró haber sido, en sus vidas pasadas, una princesa sij, y la reina María Antonieta. Aportó asimismo supuesta información que le canalizaban desde el Planeta Marte en el idioma local. El profesor Thédore Flournoy descubrió que todo partía de una imaginación muy desarrollada.

10 Helena Petrovna Blavatsky. De origen ruso, se introdujo al reino de lo sobrenatural a través de la mitología rusa y llegó a ser la gran promotora del movimiento espiritista. En 1873 emigró a Nueva York y sorprendió al público con sus poderes psíquicos que incluían la clarividencia. Fundó la sociedad teosófíca y en la última etapa de su vida se familiarizó con las creencias del hinduismo. Hasta la fecha se discute si fue o no una charlatana.

En el Antiguo Egipto
Existe una larga polémica sobre si los habitantes del Antiguo Egipto, creadores de una compleja religión plenamente convencida de la vida ultra-terrena, buscaban establecer contacto con los muertos. El antropólogo Robert K. Ritner, autor del ensayo" Necromancy in Ancient Egypt" incluido en el volumen colectivo Magic and Divination in the Ancient World (Brill, 2002) considera haber dicho la última palabra al respecto. Se opone a la tesis común de los egiptólogos que consideran a la necromancia una práctica tardía de la cultura egipcia, adoptada de culturas ajenas. Ritner sostiene que los textos tardíos del imperio demuestran más bien "la culminación de creencias nativas y actos rituales relacionados con el empoderamiento de los muertos". Ritner señala que esa cultura tuvo una larga tradición de invocación y consultas dirigidas a los muertos, en especial a reyes y princesas, que se remonta al Imperio Antiguo, la etapa comprendida entre 2700 y 2200 a. C. Asegura que en los tiempos de Ramses III, quien gobernó de 1184 a 1153 a. C., "la consulta de los difuntos que habían pertenecido a la realeza ya era común", y que el propio Estado patrocinaba esos oráculos por tener un supuesto beneficio público. Incluso se solía invocar a los espíritus de animales y mascotas muertos. En la última parte de su ensayo compara la práctica egipcia con la que se refiere en la Biblia en el pasaje de la Bruja de Endor. Mientras la consulta de Saúl era "excepcional e ilícita", la versión egipcia era "legal, normativa, multiforme y omnipresente (y permeaba) el culto funerario, la literatura, la práctica judicial y la teología". En su opinión, el carácter marginal que los estudiosos han dado a este fenómeno obedece al desprestigio que tradicionalmente se ha asociado a la práctica de la necromancia.





La ouija
En algunas jugueterías se vende como si fuera un entretenimiento de mesa. En otros contextos, como la película El exorcista (1973), adquiere dimensiones terroríficas como vehículo de comunicación con los muertos y los demonios. Este instrumento para la necromancia consta de un tablero con las letras del alfabeto y números, así como las palabras "sí" y "no". Se complementa con un señalador que el médium apenas debe rozar con los dedos. Una vez que se hace la consulta, la supuesta energía transmitida por el nigromante a través de sus manos provoca que el señalador se mueva sobre el tablero para ir formando las palabras de la respuesta. El antecedente más remoto de un dispositivo así de que se tiene noticia se remonta al año 371 d. C., en la corte de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, cuando dos hombres identificados como Patricio e Hilario emplearon un objeto semejante para investigar quién sucedería en el trono al emperador Valente. Su primitiva versión de la ouija contenía las 24 letras del alfabeto griego y requería la intervención de un sacerdote que invocaba quizá al dios Apolo. Predijeron que el sucesor sería Teodoro, y tanto éste como los adivinos fueron ejecutados. En su versión moderna, la 'guija', para usar la grafía indicada por la Real Academia Española, surgió en medio de la moda espiritista del siglo XIX. En 1890 se registró la patente y pronto se comercializó como un artículo para el público general. Su objetivo es consultar a los espíritus, incluyendo al de la ouija misma, que puede enojarse por el mal uso y negarse a funcionar. Aunque se promovió comercialmente diciendo que la tradición procedía de la cultura egipcia, ni esa raíz ni su empleo han superado las indagaciones históricas o científicas para vincularla con ella. Sobre su nombre se asegura que es la combinación de los vocablos francés (oui) y alemán (ja) que equivalen a nuestro adverbio "Sí".

Hablando con los muertos
Verdaderos o falsos, distintos casos de espiritismo han trascendido a la historia y siguen atrayendo a los aficionados a lo oculto.
1 El fin (invisible) del mundo. El científico, teólogo y filósofo sueco Emanuel Swedenborg empezó a experimentar sueños y visiones extraños a partir de la Navidad de 1744. Décadas después aseguró que el fin del mundo había ocurrido en 1757, pero sólo había sido visible en el mundo de los espíritus que se lo habían comunicado. Ellos también le comunicaron, individualmente, la segunda venida de Jesucristo a la Tierra, que tuvo un sentido místico accesible sólo a los privilegiados.

2 Un espíritu familiar. El sistematizador del espiritismo tal como lo conocemos hoy fue Hippolyte Rivail, lingüista, políglota y experto en la gramática francesa. A partir de 1854 se introdujo en el espiritismo y contactó a su "espíritu familiar", quien le informó que en tiempo de los druidas había vivido en la Galia con el nombre de Alan Kardec. Dijo tener tratos con las almas en pena de Sócrates, Julio César, San Agustín, Carlomagno, Mozart, Washington y Napoleón.

3 Advertencia para el embajador. En 1880 Lord Dufferin, embajador inglés en París, fue contactado por primera vez por un hombrecillo misterioso que cargaba un ataúd en una casa de campo en Irlanda. Una década después se volvieron a encontrar en el Grand Hotel de París. El mismo personaje le advirtió que no usara el ascensor, mismo que minutos después sufrió un grave desperfecto que causó la muerte de sus ocupantes. Luego se supo que era el espectro de un empleado muerto décadas atrás.

4 Novelas en trance. J. H. Curran fue una mujer estadounidense quien a partir de 1913 participó en sesiones espiritistas, y a través de la ouija contactó al espíritu de una tal Patience Worth quien, según dijo, había vivido en el siglo XVII. A lo largo de varias sesiones le dictó un conjunto de obras literarias con fascinantes historias de aventuras y tiempos olvidados. La más importante de todas es Telka, enmarcada en la Inglaterra medieval, escrita en el inglés de la época, que la señora Curran no conocía.

5 Elemental, mi querido Watson. En 1893 Sir Arthur Conan Doyle se sumó a la Sociedad para la Investigación Psíquica. Tras la muerte de varios miembros de su familia, en especial su hijo Kingsley abatido en la Primera Guerra Mundial, acudió a sesiones espiritistas e incluso escribió un tratado que defendía sus planteamientos. Hasta su muerte, ocurrida en 1918, perteneció a The Ghost Club, una organización de investigación paranormal activa hasta ahora y conocida como la más antigua del mundo.

6 Revolución de los espíritus. El prestigiado procer mexicano Francisco I. Madero era un rico hacendado de Coahuila que se introdujo desde joven al espiritismo. En 1906 acudió como delegado al Congreso Nacional Espiritista, en el que argumentó que el espiritismo era la síntesis perfecta entre ciencia y religión que permitía el perfeccionamiento espiritual de los pueblos. Fue así como se inspiró para dar origen a la Revolución Mexicana, iniciada el 20 de noviembre de 1910.

7 La niña que regresó. En 1910 el doctor italiano Carmelo Samona y su esposa perdieron a su hija Alejandrina, de anco años de edad, enferma de meningitis. A los pocos días se les apareció en sueños y les ofreció volver. A partir de entonces la invocaron mediante sesiones espiritistas, y en una de ellas les informó que habría de reencarnar. Algunos meses después, la señora, que ya no estaba en edad de procrear, presentó un embarazo de gemelas. Una de las dos niñas presentaba semejanzas físicas y de comportamiento con la primera Alejandrina.

8 El azote de Dios. En los últimos años de su vida, Plutarco Elias Calles, el enemigo número uno de la religión en México, se sumó al espiritismo. Tras su muerte supuestamente comunicó a su hijo Rodolfo: "Qué hermosa realidad al ver mi mundo como si aún existiera en él. Después de tanto sufrimiento me encuentro disfrutando de una vida más humana, sin tanta crueldad. No puedes imaginarte qué satisfacción tan enorme siento al ver compensados mis esfuerzos para conocer y aceptar este mundo".

9 La visión de un psiquiatra. El destacado psicoanalista Cari Gustav Jung siempre tuvo interés en lo paranormal. En su autobiografía relata que una noche meditaba sobre un funeral al que había acudido. El difunto, que era su amigo, se le apareció y lo condujo mentalmente a su biblioteca, donde le señaló un volumen. Al día siguiente Jung acudió a la casa del muerto y halló el volumen que éste le había señalado: La fortuna de los Rougon, de Émile Zola.

10 Dictado en portugués. Publicó 400 libros, pero no reconoció ser el autor. El brasileño Chico Xavier (1910-2002) recibió, supuestamente, el dictado de varios espíritus para redactar esos volúmenes. El más importante fue Nuestro Hogar, atribuido al espíritu de André Luiz, que vendió 1,5 millones de copias. Cedió todas las regalías a obras de bienestar y asistencia social.






Descensos al inframundo
Es probable que los primeros intentos de contacto se hayan realizado dentro del chamanismo, descrito por el antropólogo rumano Mircea Eliade como "una técnica del éxtasis", una forma de religión primitiva que busca la comunicación con el mundo espiritual a través de una persona (el chamán) que es intermediario entre ese y el mundo de los humanos, y trata, de esta forma, los males que perturban el alma para restaurar la salud perdida del cuerpo. La búsqueda del contacto se hizo común en las religiones de las primeras culturas formales. De acuerdo conEstrabón (ca. 64 a. C.-24 d. C.)r historiador griego autor de la célebre Geografía, la necromancia era la principal forma de adivinación entre los persas. También hay pruebas de que la practicaban los caldeos, los etruscos y los babilonios. Según estos últimos, los etemmu eran los espíritus de los muertos que no habían sido enterrados y vagaban por el mundo causando perjuicios. Podían convocarlos los manzazu quienes, como lo expone Ulla Kolz-Westenholz, profesora de la Universidad de Copenhague, Dinamarca, también indagaban el futuro mediante el análisis de las entrañas de las ovejas. Ambas prácticas se extendieron a las culturas del mundo clásico.
En la Grecia antigua el contacto con los muertos se presentó en dos variantes dentro de la mitología. La katábasis (o "ir hacia abajo") era el descenso físico que varios héroes de los mitos, como Orfeo, llevaban a cabo para ingresar al inframundo y encontrarse con los muertos. La nekyia era la forma local de la nigromancia, un viaje espiritual para contactarlos y hacerles preguntas. En el mundo grecolatino existían puntos específicos, los 'oráculos1, que permitían o facilitaban tal comunicación. También se creía que determinados accidentes geográficos presentaban canales directos hacia el inframundo.
El templo más famoso de este tipo fue el Ne-cromanteion, que los creyentes consideraban una puerta de acceso al Hades mediante un elaborado ritual (ver recuadro). Éste aparece mencionado en el Canto 11 de la Odisea de Hornero, en que Ulises -Odiseo- visita la morada de Hades para consultar con el adivino Tiresias, quien profetizó un difícil regreso a Ática.
Mientras la religión grecolatina permitía y propiciaba el contacto con los muertos, las tradiciones monoteístas lo condenaron porque impedía su consolidación, pues para estas la única entidad ultramundana que puede y debe estar en contacto con los creyentes es el Dios de las religiones de Abraham: el Judaismo, el Cristianismo y el Islam. En el Deuteronomio, libro del Antiguo Testamento, hallamos una condena explícita contra esa práctica. No obstante, en la Biblia hay un caso de invocación a los muertos, el de la bruja de Endor (ver recuadro). Tanto la religión judía como el naciente cristianismo condenaron la nigromancia como idolatría; sin embargo, se siguió practicando, tal como lo señalan Joseph Jacobs y Ludwig Blau en The Jewish Encydopaedia: "En tiempos posbíblicos los nigromantes siguieron practicando su arte, a pesar de todas las medidas dirigidas contra ellos, y no obstante todas las prohibiciones que se enumeran en la Tora".
La nigromancia como delito
La Iglesia católica consideró la invocación de los muertos equivalente a la de los demonios en el contexto más amplio de la magia negra.
: La prohibición de llevarla a cabo, vigente hasta nuestros días, era parte del combate al paganismo que ponía en riesgo la hegemonía de una institución que buscaba incrementar su poder. Sin embargo, aunque condenaba la búsqueda voluntaria de contacto con los muertos, no negaba la posibilidad de que se produjera una comunicación espontánea con ellos mediante visiones o sueños.
En la Historia Eclesiástica de Ordericus Vita-lis, el autor anglonormando del siglo XII refiere la visión que un tal Walkelin, cura de una parroquia, tuvo en 1091. Se le manifestaron algunos muertos que, en vida, habían sido sus fieles parroquianos, para comunicarle pecados que habían cometido y ocultado ante los ojos de los hombres, pero no habían podido esconder ante los ojos de Dios. En el siglo XIII la Iglesia adoptó el concepto del Purgatorio como el lugar donde los muertos debían pagar sus pecados menores. Con ese propósito podían acercarse a los vivos para pedirles que corrigieran los males que habían hecho en vida, donaran dinero a la Iglesia, ordenaran misas especiales para propiciar su salvación, o llevaran a cabo en su nombre actos penitenciales. De acuerdo con los reglamentos de muchos gremios medievales, se prohibía entretenerse durante las vigilias nocturnas invocando fantasmas. A partir de 1320 una bula papal condenó la práctica de la magia, que se consideró sinónimo de brujería, y los registros de la Inquisición mencionaron el sabbath de las brujas y las misas negras.
En la época feudal la comunicación con los demonios o espíritus de los muertos cubría tres funciones básicas: solicitar su ayuda para manipular la voluntad de los demás, obtener conocimientos sobre diversos temas, y pedirles ayuda para crear ilusiones y engañar a los incautos. Los procedimientos empleados en el rito de invocación se señalan en el Manual de Magia Demoniaca de Munich, un "grimorio" o texto mágico que data del siglo XV, en el que se dan instrucciones precisas para el rito, incluyendo los conjuros (frases especiales que
deben pronunciarse para llamarlos), los sacrificios que se debía ofrecer a los demonios, y las precauciones que debía tomar el que invocaba para no caer en su poder.
La Iglesia se propuso poner fin a estas prácticas a través de los agresivos procesos de la Inquisición, que contaba con sus propios manuales. El Martillo de las brujas fue tal vez el volumen más importante de todos ellos (ver recuadro). Fue en ese entonces cuando los términos "necromancia" y "magia negra" se convirtieron en sinónimos. Algunos pensadores que ya anunciaban la Ilustración, como Leonardo da Vinci, equipararon a la nigromancia con la alquimia y desprestigiaron a ambas como productos de la superstición y la ignorancia. De esa época proceden algunos magos reales o legendarios asociados con la necromancia, tales figuras se ubican en la frontera que hay entre la Edad Media y los inicios del Renacimiento, el movimiento intelectual que condujo a la Ilustración.
La leyenda del doctor Fausto, el sabio que entrega su alma al diablo a cambio de poder y conocimiento, está basada en un personaje que existió. Su caracterización más completa procede de las obras literarias de Christopher Marlowe (1564-1593) y Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), En ambas aparece como un nigromante que invoca y dialoga con el demonio Mefistófeles, subordinado de Lucifer, y entabla un negocio con él consistente en venderle su alma a cambio de obtener sabiduría y recuperar su juventud. La invocación se lleva a cabo dentro de un ritual en el que Fausto revoca su bautismo. En ambas versiones su pacto tendrá consecuencias trágicas para el mismo doctor y su entorno.
Un caso connotado es el de Gilíes de Rais, el lugarteniente de Juana de Arco, acusado y condenado en 1440 por herejía, sacrilegio, asesinatos masivos de niños y sodomía. Había tenido a su servicio al nigromante florentino Francesco Prelati -conocido como Barba Azul- quien buscaba obtener la piedra filosofal (una sustancia que, de acuerdo con los alquimistas, podía transmutar los metales en oro) y convocaba a los demonios o espíritus de los muertos mediante ofrendas con sangre y huesos de los mancebos que el propio De Rais violaba. Otro mago destacado del Renacimiento, Enrique Cornelio Agripa de Net-tesheim (1486-1535), practicó la cabala y la astrología y se identificó a sí mismo como el Fausto histórico. Alex Dolgokurii, autor de un ensayo dedicado a él, incluido en su libro KeltícKhot, explica cuáles eran las ideas prevalecientes sobre esta actividad a fines de la Edad Media e inicios del Renacimiento. Menciona que, ya desde ese entonces, la necromancia podía ser un mero fraude, un simple engaño con fines lucrativos. Aparte de eso, asegura que la variante "honesta" no necesariamente tenía que ver con la adoración del demonio, como sostenían la Iglesia y los inquisidores. Era más bien la combinación de elementos propios de las religiones anteriores a la hegemonía del cristianismo: el chamanismo de los cultos primitivos y la figura de la médium del mundo clásico.


Entre luces y sombras
La Era de los Descubrimientos y la Revolución Científica que derivaron de la Ilustración, el origen de la modernidad intelectual, hicieron que la necromancia perdiera interés y seguidores porque una serie de doctrinas filosóficas y científicas basadas en la observación y la experimentación demostraron que no era posible comprobar que después de la muerte hubiera otras formas de existencia. En contraste, el fin de la Iglesia católica como aparato hegemónico de poder permitió que algunos grupos aislados practicaran formas de magia y ocultismo sin correr el riesgo de sufrir persecuciones y torturas. En el siglo XIX el mundo sobrenatural se convirtió en un entretenimiento de salón, En plena época de la industrialización, cuando se depositó una excesiva confianza en el poder humano de transformar el mundo a través de la manipulación material, resurgió la idea de que era posible comunicarse con los muertos, Incluso algunos inventores eminentes como Guglielmo Marconi y Thomas Alva Edison creyeron poder elaborar algún dispositivo tecnológico para escuchar las voces de los espíritus.
A mediados del siglo XIX cobró forma una nueva corriente para conversar con los muertos, el espiritismo, Su despegue ocurrió en marzo de 1848 cuando comenzaron a ocurrir extraños acontecimientos en la casa del granjero Fox, en un pequeño pueblo del estado de Nueva York. Los anteriores ocupantes de ese espacio ya se habían quejado de ruidos y fenómenos paranormales. Kate Fox, la hija menor, diseñó un rudimentario sistema de comunicación con el supuesto espíritu que provocaba tales desórdenes, quien respondió sus preguntas y le dijo ser el alma en pena de un hombre asesinado en la casa hacía décadas, Ella y su hermana Margaret viajaron por Estados Unidos e Inglaterra para encabezar sesiones espiritistas. A partir de ellas la moda se extendió por el mundo occidental, donde se hicieron frecuentes las sesiones o séances, En su artículo "Spiritualism", la Encyclopaedia Britannica explica que, mientras algunos participantes acudían por curiosidad, otros tenían intenciones más serias como corroborar la supervivencia del alma después de la muerte del cuerpo, comunicarse con familiares o amigos queridos y, por supuesto, recibir respuestas a dudas sobre el presente y el futuro. El movimiento tuvo alcances masivos y se formaron asociaciones e iglesias dedicadas a la necromancia con un poder de convocatoria inédito. En Nueva York, un año después de los fenómenos reportados por las hermanas Fox ya había 300 círculos espiritistas con unas 400 mil personas. Surgieron nuevos mecanismos y recursos de contacto, como la ouija (ver recuadro), y a la larga figuras eminentes se afiliaron a sus creencias.
Aunque el poder de la Iglesia se había reducido, condenó al espiritismo como un fraude y propició ataques abiertos. Su gran temor partía de una base teológica: el nuevo sistema de creencias podría poner en duda la revelación de la doctrina de Cristo, de acuerdo con la cual no debe temerse a la vida presente o futura, pues se gozará de la existencia eterna bajo su amparo. La fuerza que cobró se explica, en parte, porque quienes habían perdido la fe en el cristianismo podían aceptar una nueva experiencia religiosa más individualizada y menos exigente que, sin embargo, abría posibilidades a la inmortalidad. El debate entre los críticos y los defensores del espiritismo puede explicarse con los mismos criterios empleados en la filosofía de la religión: los factores emocionales vinculados con su aceptación o su rechazo dificultan llevar a cabo una apreciación objetiva.
Un elemento más completa el contexto. El espiritismo surgió como una respuesta al positivismo: la escuela de pensamiento de acuerdo con la cual el único conocimiento auténtico es el científico, que sólo puede calificarse como tal cuando sus teorías se ponen a prueba. Con su apelación a lo intangible, a lo sobrenatural y a lo irracional, el espiritismo fue una válvula de escape a las limitaciones impuestas por el pensamiento ilustrado. Su ubicación en esa frontera garantizó la pervivencia de expresiones aisladas hasta nuestro presente. Ya en aquella época se dirigían contra éste críticas muy severas. G. Stanley Hall pasó varios años de su vida estudiando el fenómeno del espiritismo. En 1910, en la introducción al ensayo de Amy Tanner Stu-dies on Spirítism, escribió: "La mayor parte de los médiums me parecen astutos charlatanes de una clase codiciosa y vulgar". La cita nos llega a través de Robert Todd Carroll, autor de The Skeptic's Dictionary, quien la complementa resumiendo el interés permanente, a lo largo del siglo XX y hasta nuestros días, por contactar a los muertos: "Las cosas no cambiaron mucho en el siglo siguiente, a pesar de nuestros progresos en la comprensión del engaño y el fraude... tan grande es nuestro impulso por vivir eternamente fuera del cuerpo".


En la era tecnológica
La Encyclopedia ofDeath and Dying comparte esa visión al estudiar el fenómeno en los últimos 100 años, en los que distingue dos formas de aproximación: a) las personas que por mera curiosidad o deseo de encontrarse con los espíritus de sus seres queridos realizaron estas prácticas, y b) aquellas dedicadas a estafar a individuos emocionalmente vulnerables e incautos. En este respecto refiere que Harry Houdini, el ilusionista más grande de todos los tiempos, desenmascaró a muchos charlatantes de la época que usaban complicados artilugios para hacer creer que los muertos acudían a su llamado.
El espiritismo decayó por el peso de sus mentiras y por la evidencia del sentido común. Siendo ya una anciana, la propia Kate Fox, quien había sido su impulsora original, se presentó ante el público de Nueva York para reconocer, sin más, que todos sus contactos con el más allá habían sido mentiras, incluso explicó cómo realizaba los trucos para engañar a la gente. A pesar de ello, el espiritismo floreció de nuevo después de la Primera Guerra Mundial y, más adelante, la figura del médium se transformó en la del psíquico o 'canalizador' que prevalece en la cultura New Age.
A lo largo del siglo XX se pretendió usar la tecnología para contactar a los muertos pensando que tal vez éstos sólo estaban esperando los dispositivos necesarios para hablar. Varios inventores trataron de construir un teléfono que permitiera llamar al más allá, y el diseño de aparatos se hizo cada vez más sofisticado. La periodista Elsa Wenzel, reportera de la cadena CNET News, es autora de un amplio reportaje sobre la evolución de la alta tecnología para establecer contacto con los muertos, que incluye detectores de campos electromagnéticos, cámaras ocultas en sitios supuestamente encantados, y grabadoras capaces de detectar frecuencias ultrasónicas. Explica, asimismo, que en Internet se multiplican las redes sociales tejidas alrededor del interés por contactar a los muertos, y que la tienda de iTunes registra una enorme descarga de podcasts sobre asuntos paranormales. Una de las páginas más populares de este tipo es Ghost Village, que recibe 80 mil visitas mensuales. Incluso hay una tienda en línea (www.ghost-mart.com) dedicada a la venta de equipos para contactar a los muertos. Aparte de eso, junto con las derivaciones del espiritismo aparecieron otras variantes de la necromancia incluyendo, en el ámbito New Age, el renacimiento de antiguas prácticas de teúrgia, consistentes en invocar a los dioses paganos para celebrar una unión mística con ellos. La creencia en la posibilidad de contactar a los muertos encontró espacio en religiones formales como la Iglesia de los Santos de los Últimos días -los mormones- y en la Wicca, la religión neopagana establecida por Gerald Gardner en 1953. Sea cual fuere el origen de estos movimientos, todos comparten el mismo interés y guardan una línea de continuidad con las remotas prácticas que hemos descrito al inicio de estas líneas.


Creencia perdurable
Un estudio realizado por la agencia de investigación Gallup en 2005 reveló que una tercera parte de los estadounidenses cree en fantasmas y, en consecuencia, contempla la posibilidad de establecer comunicación con ellos, una creencia que se ha incrementado desde la década de los ochenta como consecuencia de las numerosas películas, las series de televisión y los juegos de video dedicados al tema. Mary Roach, autora del libro Spook: Science Tackles the Afterlife, culpa de ello a los medios de difusión seudocientíficos: "Originalmente estaban asociados con la ciencia -explica-, pero ahora presentan como especialistas a simples ama-teurs que hacen parecer que sus indagaciones son legítimas, auténticas y veraces".
Al concluir esta perspectiva histórica sobre la comunicación con los muertos, llama la atención el afán por conseguirla, que ha durado milenios y ha superado las prohibiciones religiosas, los juicios y torturas por herejía, la Revolución Científica, la Era de los Descubrimientos, la Ilustración y los progresos de la tecnología. Aunque en ese trayecto milenario no existe una sola prueba segura de que alguien haya contactado al espíritu de un difunto, el empeño por lograrlo perdura. Ante el temor por la muerte que ha afligido a la humanidad desde los neandertales, seguir manteniendo abierta tal posibilidad sirve como paliativo para resistirse a reconocer que la muerte, hasta donde sabemos por la ciencia, es el final último y -bien cabe aquí la redundancia- definitivo que a todos nos espera.

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