sábado, 21 de enero de 2012

Los últimos dinosaurios


Dinosaurios,
bestias de la
prehistoria
Desde su descubrimiento, en el siglo XIX, los dinosaurios se han convertido en los animales más atrayentes del pasado remoto. La ciencia ha logrado descifrar algunos de sus enigmas, aunque mucho queda aún por conocer sobre ellos.

Fuente: GRANDES ENIGMAS DE LA HISTORIA Nº 10. National Geographic.


Todo comenzó para la ciencia hace ya casi dos siglos, en 1824, con el hallazgo de lo que parecía un gran diente fosilizado en Stonesfield, Inglaterra, y su posterior estudio por parte del naturalista, geólogo y entonces presidente de la Geologi-cal Society of London, William Buckland (1784-1856). Buckland llamó Mega-losaurus ("reptil grande") al animal al que aquel diente había pertenecido, dando así, por primera vez, un nombre propio a un dinosaurio. Poco más tarde, el además teólogo inglés escribiría la primera descripción completa de uno de estos animales, cuyo nombre deriva de los términos griegos deinos ("terrible") y sauros ("reptil"). Pero fue un zoólogo francés, contemporáneo suyo, a quien la ciencia otorgaría el título de padre de la anatomía comparada y de la paleontología (del griego palaios "antiguo", onto "ser" y logas "ciencia"), la ciencia que estudia e interpreta el pasado de la vida sobre la Tierra a partir de los fósiles. Georges Cuvier (1769-1832), uno de los grandes científicos de la historia, fue el primer naturalista en clasificar el reino animal en base a su "principio de correlación". Según su obra Regne animal distríbué d'aprés son organisation (1817), los animales debían ser agrupados en cuatro "planes estructurales de organización": vertebrados, moluscos, articulados y radiados, cada uno de los cuales se definía por una particular disposición de sus sistemas esenciales o núcleos vitales, es decir: el cerebro y el aparato circulatorio. De este modo, y gracias a su principio, Cuvier fue capaz de reconstruir esqueletos completos de animales fósiles a partir de fragmentos óseos, y explicó la desaparición de las especies mediante la teoría del catastrofismo. Para él, determinadas catástrofes habrían aniquilado las especies animales hasta entonces dominantes, que habrían sido sustituidas por otras procedentes de otras regiones del planeta.


EL PRIMER IGUANODON
Cuvier era ya un paleontólogo famoso cuando el médico inglés Gideon Mantell (1790-1852), un apasionado de la geología (y junto con su esposa, Mary Ann, gran coleccionista de fósiles), halló en Cuckfield, en 1822, una dentadura de gran tamaño que envió al francés con la esperanza de que éste la identificara. Pero Cuvier fue incapaz de hacerlo. Solamente determinó que no era de una especie conocida y que probablemente habría pertenecido a un gran reptil.
Finalmente, Mantell observó que los dientes fósiles guardaban una asombrosa semejanza con los de una iguana y realizó un dibujo a escala de un animal que, según él, debía haber tenido 18 metros de largo y al que bautizó como Iguanodon ("diente de iguana"). Más tarde se sabría que el Iguanodon medía tan sólo nueve metros, y que el hueso que Mantell había dibujado en la nariz del animal y que había imaginado como un cuerno, era, en realidad, un espolón de la mano. El Museo de Historia Natural de Londres conserva todavía una maqueta del Iguanodon de Mantell, con el tamaño y la forma que éste dio a su descubrimiento. También relacionado con las teorías de Cuvier y su anatomía comparada, que introdujo en Inglaterra, fue el biólogo, paleontólogo y anatomista inglés Richard Owen (1804-1892) el creador del término "dinosaurio". El científico, que pudo trabajar con la colección de fósiles de Charles Darwin y contribuyó al desarrollo de la zoología durante casi 50 años, continuó los trabajos de Cuvier sobre paleontología de vertebrados y publicó el primer recuento general de importancia sobre el gran grupo de los reptiles del Mesozoico, el período de la historia de la Tierra iniciado hace 251 millones de años y que finalizó hace 65 millones de años. Owen denominó Dinosauria a estos animales, y reconoció tres géneros: uno carnívoro, el Megalosaurus de Buckland; uno herbívoro, el Iguanodon, y un tercero, al que llamó Hylaeosaurus. También ayudó al escultor Benjamín Waterhouse Hawkins a crear una serie de esculturas en tamaño natural que representaban a estos dinosaurios y que fueron mostradas en la Gran Exposición Universal de Londres de 1851. A partir de 1870 comenzaron a hallarse grandes cantidades de enormes y sorprendentes huesos fósiles de dinosaurios. Uno de los hallazgos de mayor calibre fue el realizado en Bernissart (Bélgica) en 1878, donde un grupo de mineros encontró un esqueleto casi completo de Iguanodon, el primero de un total de 39 que a lo largo de varios años serían cuidadosamente extraídos y estudiados por Louis Dolió (1857-1931), a quien la dirección del Real Instituto de Ciencias Naturales de Bélgica había puesto al frente de la investigación. Dolió dedicó 40 años de su vida al estudio de estos fósiles, y llegó a descifrar muchos de los misterios en torno a este animal, incluyendo la verdadera posición del "cuerno del hocico" en las patas delanteras. También trabajó en la reconstrucción de los esqueletos, que montó sobre sus dos patas posteriores. Los trabajos de Dolió sobre el Iguano-don serían revisados casi un siglo después por el paleontólogo inglés David B. Norman, actual director del Museo Sedgwick de Ciencias de la Tierra, perteneciente a la Universidad de Cambridge, quien ha concluido que el equipo de Dolió había forzado la dirección natural de la cola fósil del Iguanodon para dar al dinosaurio una postura erguida. Los paleontólogos han confirmado hace ya algunos años que este animal caminaba en cuatro patas. En Estados Unidos el desarrollo paleontológico tomó un característico color competitivo.

 

FÓSILES FUNDADORES

Los dientes de Iguanodon descubiertos (según se cuenta) por la esposa de Gideon Mantell en Inglaterra. Fue el segundo dinosaurio en ser descrito. Los dientes son característicos de un herbívoro.


COMBATE IMAGINARIO
Lucha entre un Iguanodon (izquierda) y un Megalosaurus, según una ilustración de 1891. La ciencia ha corregido algunas presunciones erróneas sobre los dinosaurios: ambos son de épocas diferentes, y el Megalosaurus era bípedo.

LA GUERRA DE LOS HUESOS
Dos distinguidos catedráticos de paleontología fueron los protagonistas de la llamada "guerra de los huesos": Edward Drinker Cope (1840-1897), de la Universidad de Pennsylvania, y Othniel Charles Marsh (1831-1899), de la Universidad de Yale. Ambos habían sido amigos hasta que Cope montó, en 1870, el esqueleto de un raro plesiosaurio al que llamó Elasmosaurus (reptil con placas) e invitó a verlo a Marsh, quien hizo notar a su amigo que había montado la cabeza al final de la cola, lo que inició entre ambos una rivalidad implacable. Sin embargo, y a la postre, tal enfrenta-miento resultó productivo para la ciencia: entre 1870 y 1899, equipos dirigidos y financiados por ambos desenterraron toneladas de fósiles en Como Bluff (Wyoming), Judith River (Montana), Canyon City y Morrison (Colorado), y consiguieron descubrir más de 120 especies nuevas de dinosaurios, de los períodos Jurásico (período central del Mesozoico, iniciado hace 200 millones de años y finalizado hace 145) y Cretácico (tercer y último período del Mesozoico, iniciado hace 145 millones de años y finalizado hace 65 millones de años). El siglo XIX finalizó con el descubrimiento, en Wyoming, a cargo del paleontólogo norteamericano John Bell Hatcher (1861-1904), de uno de los dinosaurios más extraños (y populares) de los hallados hasta entonces. Medía unos nueve metros, pudo alcanzar un peso de 12 toneladas y poseía un cuerno corto en el hocico y dos frontales más largos.
Como muchos otros investigadores de aquel tiempo, Bell envió los fósiles a Marsh, quien le puso el nombre de Triceratops ("cara con tres cuernos"). La ciencia debe al paleontólogo estadounidense Barnum Brown (1873-1963) el descubrimiento de uno de los carnívoros más grandes del Cretácico, que localizó en un yacimiento de Hell Creek (Montana), en el que trabajó entre 1902 y 1910. Allí consiguió localizar los esqueletos incompletos de dos enormes dinosaurios; uno de ellos era un gigantesco Ankylosaurus ("reptil acorazado"). El otro, que sería estudiado y descrito en 1905 por el también paleontólogo norteamericano Henry Fairfield Osborn (1857-1935), era el Tyrannosaurus rex ("reptil tirano rey") uno de los más grandes, fuertes y feroces carnívoros de todos los tiempos y, sin dudas, el más conocido de los dinosaurios. Vivió en Norteamérica hace unos 67 millones de años y se ha convertido en el arquetipo del monstruo de su tiempo. Debió pesar entre seis y ocho toneladas, pudo llegar a medir hasta 13 metros de largo y cuatro de alto hasta las caderas, y fue, además, uno de los últimos dinosaurios en existir antes de la extinción masiva de fines del Cretácico, lo que ha hecho de él un auténtico icono en nuestros días. A pesar de ello, los paleontólogos todavía debaten si era un dominante depredador o tan sólo un carroñero.








RENACIMIENTO DE LOS DINOSAURIOS
En la década de los 60 del siglo XX se habían hallado ya cientos de especies de dinosaurios en todo el mundo, aunque se debe a otro paleontólogo estadounidense, John H. Ostrom (1928-2005), una idea que revolucionó por completo la comprensión de estos animales. Ostrom afirmó que los dinosaurios eran, en realidad, más parecidos a las aves que a los reptiles, algo que ya había sugerido el biólogo británico Thomas Henry Huxley (1825-1895) en 1860, aunque tal teoría no tuvo, en ese entonces, el apoyo de la ciencia, que adjudicó el parecido a una simple convergencia evolutiva. Ostrom publicó sus primeros trabajos en este sentido recién en 1976, al estudiar la osteología y la filogenia de Archaeopteryx ("ala antigua"), una de las más primitivas aves conocidas, que vivió en el período Jurásico. Sus teorías parecen haber sido refrendadas por el hallazgo en China, a finales de la década de 1990, de diferentes fósiles de dinosaurios con plumas, aunque los especialistas todavía debaten algunos detalles respecto de la relación entre la anatomía de dinosaurios y aves.

HALLAZGOS POR EL MUNDO
Desde mediados del pasado siglo, la búsqueda de nuevos fósiles de dinosaurios se ha extendido por todo el mundo. Uno de los paleontólogos que ha trabajado en varios continentes y realizado importantes hallazgos es Paul Sereno (1957), profesor de la Universidad de Chicago y explorador de National Geographic, quien ha supervisado expediciones en Mongolia, Argentina, Marruecos y Níger. Sereno también ha dirigido excavaciones en el Valle de la Luna (Argentina), donde se encontró en 1991 al Eoraptor lunen-sis ("ladrón del amanecer del Valle de la Luna"), un pequeño animal que vivió en el Triásico Superior (hace 230 millones de años) y al que se considera cercano al antepasado común de todos los dinosaurios. Hay que destacar el hecho de que en la última década del siglo XX y durante la primera del XXI han sido descubiertas más especies de dinosaurios que en toda la historia de la paleontología hasta 1990. Esto ha sido posible gracias al interés que ha despertado la paleontología y al esfuerzo de incansables investigadores, como el argentino José Fernando Bonaparte (1928), quien descubrió más de una veintena de nuevos dinosaurios entre 1970 y 2006, hallazgos que transformaron la visión que se tenía acerca de la evolución de los dinosaurios del hemisferio sur.
  

¿Cómo eran los
dinosaurios
del Mesozoico?
La ciencia lleva décadas intentando reconstruir la fisiología y modos de vida de los dinosaurios. Algo nada fácil, pues se apoya en los datos parciales que aportan los restos fósiles -muchas veces fragmentarios- que nos han llegado.


La ciencia afirma que los dinosaurios poblaron la Tierra en la Era Mesozoica, durante 160 millones de años, entre el período Triásico (hace aproximadamente 230 millones de años) y el Cretácico (hace unos 65 millones de años), cuando se produjo la extinción de la mayoría de estos animales. Todo cuanto se sabe de ellos se ha deducido (con notable ingenio y laborioso trabajo) a partir de los restos fósiles de sus esqueletos, lo que conlleva grandes polémicas y notables controversias acerca de su origen, formas de vida, fisiología, características orgánicas, comportamientos, clasificación, evolución... En fin, sobre casi todo cuanto rodea a estas misteriosas y fascinantes criaturas, cuyo estudio, sin embargo, nos proporciona cada día mayores certezas.
Sabemos, por ejemplo, que fueron extremadamente variados en su forma, muchos de ellos gigantescos, pero también los hubo muy pequeños; algunos tuvieron hábitos carnívoros aunque la mayoría fueron herbívoros; sabemos también (y ello ha ayudado a su clasificación) que unos poseían una cadera parecida a las de las aves, y otros semejante a la de los reptiles.

¿Qué aspecto presentaban los dinosaurios?La ciencia ha debido recurrir a los llamados paleoartistas para representar el aspecto que tuvieron los dinosaurios. Dibujantes, pintores y muchas veces también escultores, los paleoartistas deben reconstruir el aspecto de especies ya extinguidas a partir de los datos disponibles sobre la biología del animal que proporcionan los paleontólogos. Se trata de una fecunda combinación entre ciencia y arte. A los paleoartistas se debe la mayoría de las representaciones de dinosaurios, casi siempre absolutamente fieles a las referencias científicas. Existen elementos, no obstante, de los que no suele haber datos fehacientes, como los colores o texturas de la piel. En este ámbito, la comparación con especies vivas, sumada a la imaginación, suple la falta de información. A medida que avanzan los conocimientos científicos, se modifican también los perfiles de los dinosaurios. Uno de lospaleoartistas más destacados es Gregory S. Paul, también paleontólogo.


DOS GRANDES CLASES
Esto ha hecho que los científicos los dividan en dos grupos: Ornithischia, cuyo hueso pélvico está dirigido hacia atrás, como ocurre con los de las aves, y Saurischia, en los que este hueso está orientado hacia delante, como es el caso de los reptiles. Sin embargo, y por paradójico que parezca, las aves están más emparentadas con el orden Saurischia, al que pertenecen todos los dinosaurios carnívoros (ancestros de las aves). Desde
el punto de vista morfológico, se los considera descendientes de los Archosauria ("reptiles dominantes"), que vivieron durante el período Triásico, hace unos 250 millones de años, y cuyos representantes actuales son, precisamente, los cocodrilos y las aves. Sabemos, además, que existe una serie de características compartidas por todos ellos que pueden ser reconocidas en ese ancestro común, como la presencia de un sacro conformado por dos o más vértebras; un desarrollo de los miembros anteriores menor que el de los posteriores; un fémur relativamente recto y con la cabeza femoral prominente y bien definida; un cráneo diápsido, es decir, con dos orificios en la región temporal; extremidades anteriores con codos orientados hacia atrás; rodillas orientadas hacia delante, y una singular configuración en la articulación de la cadera.
Esta conformación de la cadera permitió a los dinosaurios una posición erguida de sus patas traseras, que derivó en el hecho de que varias de sus líneas evolutivas adoptaran una permanente postura bípeda. Es un mito que todos los dinosaurios fueran enormes. Ciertamente, algunos de ellos eran gigantescos, como un Brachiosaurus hallado en Tanzania entre 1907 y 1912, que pudo tener 12 metros de alto y pesar unas 60 toneladas, o como algunos encontrados después de 1970: e\Argentino-saurus, que pudo haber pesado unas cien toneladas; el Seismo-saurus, que habría tenido 50 metros de largo. Sin embargo, existieron también dinosaurios del tamaño de gallinas, como el Microraptor, que poseyó plumas y cuatro alas y del que se han hallado seis esqueletos prácticamente completos en Liaoning (China), entre 2001 y 2002. Se trata de un animal que habría pesado tan sólo un kilo y cuya envergadura alar habría estado entre los 40 y los 80 cm. También existen grandes diferencias en cuanto a la capacidad de movimientos y a la rapidez de los dinosaurios.
Así, la mayoría de los grandes saurópodos ("patas de reptil"), debido a su enorme tamaño, se desplazaban muy lentamente, mientras los tetanuros ("colas rígidas"), lo hacían a mayor velocidad. A esta última categoría perteneció, por ejemplo, el Tyrannosaurusrex.

Cazador y presa.
Recreación por computadora de un Tyrannosaurus dando caza a un Ormthomimus. Aunque este último medía dos metros de alto y seis de largo, parece pequeño al lado del gigantesco cazador del hemisferio norte. Los científicos, no obstante, discuten si el Tyrannosaurus era efectivamente capaz de cazar, dado que su gran peso no le habría permitido alcanzar grandes velocidades. Por eso, algunos paleontólogos postulan que, en realidad (y a pesar de su poderosa mandíbula), era un animal carroñero. El Ornithomimus, en cambio, era uno de los dinosaurios terrestres más veloces, y podía correr hasta unos 70 km/h (una velocidad similar a la de un avestruz, con quien tiene un cierto parecido). Poseía un pico sin dientes y se cree que su alimentación era omnívora.



ATAQUE POR SORPRESA
El Ornithomimus podía dar patadas para defenderse, pero ante un gran depredador habría huido.

MODOS DE VIDA
Uno de los aspectos sobre el que los científicos aún debaten acaloradamente es su comportamiento. Naturalmente, resulta muy difícil llegar a conclusiones definitivas a partir de inferencias que se
basan en restos fósiles, aunque el hallazgo de yacimientos donde se encontraron numerosos esqueletos de animales de una misma especie, como el de Bernissart (Bélgica), donde en 1878 aparecieron por primera vez restos de 31 ejemplares de Iguanodon, hizo pensar en un comportamiento gregario. Así parecen confirmarlo, además, las numerosas icnitas (huellas fosilizadas) de dinosaurios halladas en diferentes lugares del mundo, sobre todo en Cal Orko (en las cercanías de Sucre, Solivia) y en Lark Quarry, Australia, que  sugieren la formación de manadas con gran número de individuos. Gracias a estas huellas los científicos han podido determinar la forma de andar de los animales, sus dimensiones aproximadas y su velocidad, además de comprender algunos aspectos relacionados con el comportamiento social. Más recientemente, la biomecánica (que ha aportado interesantes conclusiones sobre el movimiento, a partir del estudio de las fuerzas ejercidas por los músculos) y las simulaciones por computadora han permitido,
además, compararlos con animales de nichos ecológicos similares (cocodrilos y aves), lo que ha posibilitado aventurar determinadas conductas. Así, se cree que algunas especies de dinosaurios carnívoros utilizaban estrategias de cooperación para cazar sus presas, y que muchos de ellos actuaban en grupo para proteger a sus crías. Parece fuera de dudas el gregarismo de un buen número de dinosaurios (saurópodos, ornitisquios y terópodos), sobre todo después de los trabajos de Ostrom publicados en 1972.

Huellas del pasado
Huellas de dinosaurios en Desierto Pintado, Arizona, un sitio privilegiado en donde se han preservado formaciones del Triásico. Los hallazgos de pisadas impresas en el suelo fósil han permitido confirmar la naturaleza gregaria de algunas especies de dinosaurios, y apoyan otras características de su conducta, como el cuidado de sus crías y la práctica de migraciones. Las huellas de tres dedos, como las de la imagen, son características de los dinosaurios predadores.



¿Eran de
sangre fría
o caliente?
Datos recientes parecen confirmar que algunos dinosaurios pudieron ser de sangre caliente y endotermos (con control interno de su temperatura corporal).

La cuestión de si la temperatura corporal de los dinosaurios era constante o variable, o de si ésta podía controlarse internamente o dependía de factores externos, es de gran importancia. En uno u otro caso, definiría de manera completamente diferente el metabolismo de estos animales y, a partir de ello, podría avanzarse grandemente en su estudio y definición. Sabemos que aves y mamíferos (de sangre caliente) pueden llegar a utilizar nueve décimas partes de los alimentos que consumen para mantener su temperatura corporal, y que un reptil del mismo tamaño, de sangre fría, solamente necesita una décima parte. Ya en la década de 1830 Richard Owen había afirmado que estos animales habrían sido más semejantes a elefantes y rinocerontes que a reptiles y, 40 años más tarde, el biólogo inglés Thomas Henry Huxley (1825-1895), ferviente defensor de la teoría de la evolución de Charles Darwin, destacaría la semejanza entre dinosaurios y aves.

NUEVA VISIÓN
Pero tuvo que pasar casi un siglo hasta que un paleontólogo de la Universidad de Yale, Robert Thomas Bakker (1945) planteara en la década de 1970 una serie de hechos en relación con la endotermia de estos animales que cambiaría nuestra percepción de ellos. Bakker sugirió que muchos terópodos podrían haber tenido un ritmo meta-bólico elevado, un cerebro grande como el de las aves y haber sido muy ágiles, y afirmó que los huesos de muchos dinosaurios presentan indicios de remodelación, como ocurre con los de los mamíferos modernos.
Además, añadió que los grandes saurópodos debían tener un corazón muy desarrollado, capaz de bombear la sangre hasta la cabeza (separada de aquel por largos cuellos), y señaló que el cráneo de los dinosaurios carece de abertura pineal, el orificio que los reptiles utilizan para el control de la temperatura, lo que podría demostrar que estos animales tenían sangre caliente. Sin embargo, para sus críticos estos argumentos no son definitivos, y se basan en vínculos erróneos entre la anatomía y la fisiología. Además, sostienen que los rasgos que presentan los huesos de los dinosaurios, como la red de canales internos, indican solamente un crecimiento rápido y un gran tamaño, pero no estarían relacionados con la endotermia, pues también aparecen en animales ectodermos de gran tamaño, como por ejemplo las tortugas.

De ambas clasesAlgunos paleontólogos sostienen que podrían haber existido dinosaurios tanto de sangre fría como de sangre caliente. Hoy la controversia se centra en la estructura ósea y la energía muscular, en las proporciones depredador-presa, en el equilibrio entre el consumo de alimentos y el ritmo metabólico de los dinosaurios. Muchos científicos admiten que podrían haber existido pequeños terópodos endotermos, semejantes a las aves, mientras muchos otros dinosaurios, sobre todo los más grandes, habrían poseído sangre fría y habrían dispuesto de mecanismos especiales para regular su temperatura corporal. Se cree que ésta, en la mayoría de los grandes dinosaurios, apenas fluctuaba entre 1 a 3°C, y que podían retrasar el enfriamiento nocturno y la velocidad de calentamiento durante el día, en función de su masa corporal.


¿Se halló un corazón de dinosaurio fosilizado?
En 1993 fueron hallados un Dakota delSur (EE.UU.)los restos de un Thescelofiaurus de 66 millones de años de antigüedad. La descripción del fósil, publicada en el año 2000 en la revista Science generó una inusitada polémica. El artículo afirmaba que se había encontrado el corazón fosilizado del dinosaurio (arriba). Según el artículo, se trataba de un órgano con cuatro cámaras, doble sistema de bombeo y una única aorta sistémiea, más semejante al de un mamífero o un ave que al de un reptil, lo que apoyaría la hipótesis de que los dinosaurios eran de sangre caliente. Según uno de los autores del informe, el experto en anatomía comparada de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, Michael Stoskopf, el hallazgo demostraría que el dinosaurio tenía una tasa metabólica mayor de lo que suele verse en los reptiles. No obstante, estas conclusiones fueron rechazadas por muchos especialistas, e incluso prestigiosos paleontólogos pusieron en duda que la pieza en cuestión fuera un corazón.

¿Descienden
las aves de los
dinosaurios?
Recientes evidencias fósiles establecen una clara relación evolutiva entre los dinosaurios y las aves, un hecho que afirman cada vez más científicos. No obstante, las relaciones entre ambos grupos no están del todo claras.


a teoría que relaciona a los dinosaurios con las aves no es nueva. Ya en 1868, después de la aparición de los primeros fósiles de Archaeopteryx, Thomas Henry Huxley había defendido, basándose en patrones osteológicos similares entre Comp-sognatus y Archaeopteryx, la existencia de una relación entre ambas especies. También un paleontólogo danés, Gerhard Heilmann (1859-1946), en su libro The Origin ofBirds, publicado en inglés en 1926, pondría de manifiesto el extraordinario parecido entre las aves y los dinosaurios terópodos, aunque la ausencia de la fúrcula en los fósiles hallados hasta entonces hacía dudar a los expertos. La fúrcula es un hueso conformado por la soldadura de las clavículas, que forma el conocido "hueso de la suerte", en forma de horquilla, característico de las aves. Este hueso es fundamental en la anatomía de las aves para la inserción de musculatura y movimiento de las alas. Sin embargo, en la actualidad la fúrcula ha sido hallada en distintos terópodos, como en Ovi-raptory Velocíraptor, hallados en Mongolia. Así, hoy la ciencia está segura de que la presencia de la fúrcula es un carácter compartido por un grupo de dinosaurios que incluye géneros como el Allosaurus, Veloci-raptor y Archaeopteryx, hasta las aves modernas.

CARACTERÍSTICAS SIMILARES
Fue el brillante paleontólogo norteamericano John Ostrom quien, en un breve pero contundente artículo publicado en 1973 en la revista Nature ("The Ancestry of Birds"), enumeraría 20 características morfológicas presentes en aves y dinosaurios y que servirían de base para sustentar que las aves son descendientes directos de dinosaurios carnívoros semejantes al Velocíraptor. A pesar del consenso científico, algunos especialistas consideran que aves y dinosaurios evolucionaron de manera independiente, a partir de un ancestro común. Un aspecto controvertido en la anatomía de aves y dinosaurios presenta cierto sustento a esta postura alternativa, y ha enfrentado a biólogos y paleontólogos. El problema es el siguiente: las manos de los terópodos cuentan, por lo general, con tres dedos. Han perdido lo que en los humanos corresponde al anular y el meñique. Las aves también conservan tres dedos, pero -según los embriólogos- en su caso han perdido el meñique y el pulgar. Se han propuesto distintos modelos y evidencias para apoyar una y otra postura, pero la resolución de esta cuestión aún no es definitiva en absoluto.

¿Protegían a sus crías en nidos?Está aceptado que la mayor parte de los dinosaurios adoptaron patrones de anidación parecidos a los que en nuestros días utilizan las aves o los reptiles. Entre 1970 y 2000 se halló un buen número de nidos fosilizados que, además de indicar que los dinosaurios eran ovíparos, han permitido deducir pautas de comportamiento paternales. Es probable que estos animales cuidaran a sus crías hasta mucho después del nacimiento, como parecen demostrar los nidos fosilizados de Maiasauria ("reptil buena madre"), hallados en Montana en 1979, y que constituyó la primera prueba de que estos dinosaurios atendían a sus crías. En 1993 se descubrió en Mongolia el esqueleto de un Oviraptoren una posición muy similar a la de una gallina cuando está empollando. En un principio se creía que el Oviraptor se alimentaba de huevos (el nombre significa "ladrón de huevos"), pero hoy se piensa que habría adoptado tal postura para proporcionar calor a sus huevos. Parece demostrado, además, que poseyó algún tipo de plumas que habrían reforzado esta función, como las aves en la actualidad.


¿Qué causas
provocaron
su extinción?
Según la teoría más extendida, la caída de un meteorito, a fines del Cretácico, habría provocado la extinción de la mayoría de los dinosaurios, aunque otros científicos creen que su desaparición pudo no ser repentina, sino gradual.


Afínales de la década de 1970 el físico estadounidense de origen español, Luis Walter Álvarez (1911-1988) asistido por su hijo, el geólogo Walter Álvarez, comprobó, a escala global, un repentino aumento de los niveles de iridio en los estratos de rocas correspondientes a fines del período Cretácico. El físico, que había recibido el premio Nobel en 1968 y que se haría famoso por su sistema para observar el interior de las pirámides por medio de rayos X, formuló entonces la teoría de que ese alto nivel de iridio se debía a un gran meteorito que habría caído sobre la Tierra, puesto que el iridio es un metal muy raro en la corteza terrestre y, sin embargo, abunda en los meteoritos. La teoría -refrendada en 2010 por un equipo científico internacional formado por 41 investigadores, que han recabado información al respecto en distintas partes del mundo-, enseguida se asoció a la desaparición masiva de las especies animales que entonces habitaban el planeta. El impacto de un meteorito de grandes dimensiones, además de generar una enorme energía, habría provocado un enfriamiento global como consecuencia de la gran cantidad de materia diseminada en la atmósfera que habría impedido a los rayos del Sol alcanzar la corteza terrestre. La disminución de la luz solar habría impedido realizar la fotosíntesis a muchas plantas, alterando la cadena alimentaria de ecosistemas acuáticos y terrestres. Más tarde, en 1990, algunos geólogos identificarían el cráter de Chicxulub, de 180 km de diámetro, en la península del Yucatán, como el lugar donde hace aproximadamente 65,5 millones de años habría impactado este meteorito. En la actualidad, las discusiones pasan por si este fenómeno habría sido el único causante de la extinción masiva, y si ésta se dio de manera relativamente rápida o gradual.

EXTINCIONES PREVIAS
Por otra parte, en un artículo de 2005, el paleontólogo argentino Fernando Novas reseña una serie de datos que sugieren la probabilidad de una extinción previa a escala global, 90 millones de años atrás, debida a un marcado descenso de la temperatura del planeta. En 1997, en tanto, se descubrió un cráter -denominado Shiva- en el lecho del océano índico; es 50 veces mayor que el mexicano, e impactó en la época aproximada de la extinción de los dinosaurios. Hallazgos como éste han generado nuevas especulaciones acerca del tamaño y lugar del impacto del hipotético asteroide.

¿Qué es el límite K-T?
Esa delgada franja geológica, de unos pocos centímetros de espesor, que descubrieron Luis Walter Álvarez y su hijo, Walter Álvarez, es conocida como "límite K-T". El evento que dio origen a esta franja es de gran importancia para la historia de la Tierra, y marca el límite entre las eras Mesozoica y Cenozoica. La denominación "K-T" se debe a que el último período de la Era Mesozoica fue el Cretácico, mientras que el primero de la Era Cenozoica (la actual) fue el Terciario (hoy se prefiere denominar a este período Paleógeno, para la etapa temprana, y Neógeno, para la más reciente). Las letras K-T indican las iniciales en alemán de "Cretácico" (Krei-dezcit) y "Terciario" Todos los fósiles de dinosaurios se han encontrado por debajo de esta capa geológica.



SEPARACIÓN DE ERAS
El límite K-T se ha documentado en diversas regiones. Aquí, en rocas expuestas en Italia.

La teoría de los impactos estelares múltiplesOtra teoría atribuye la desaparición de los dinosaurios a una serie de impactos de múltiples objetos celestes contra la superficie de la Tierra. Algunos científicos atribuyen esta lluvia de cuerpos celestes a un grupo de cometas que se habría desprendido de la llamada "nube de Oort" (abajo), una hipotética formación esférica de cometas y asteroides que se encontraría en los límites del Sistema Solar. La influencia gravitacional de una estrella cercana a esta nube habría provocado que varios objetos estelares colisionaran con la Tierra con frecuencia inusual, provocando los mismos o incluso peores efectos que el choque de un enorme meteorito, es decir, un descenso repentino y muy notable de la temperatura global. Además, en el período Cretácico los niveles del mar eran de 100 a 250 metros más altos que en la actualidad, no existían los casquetes polares y la temperatura de la Tierra era mucho más uniforme y elevada que en nuestros días. En estas circunstancias, el enfriamiento global habría tenido inmediatos y dramáticos efectos sobre casi todas las especies del planeta.


¿Es posible
revivir a un
dinosaurio?
La ciencia no sólo ha conseguido clonar organismos simples, sino también seres de metabolismo complejo, como mamíferos. En teoría, podría revivir a un dinosaurio si dispusiera de tejidos blandos o de muestras estables de ADN.



n su novela Parque Jurásico (1989), llevada al cine con gran éxito por Steven Spielberg en 1993, el escritor y médico norteamericano Michael Crichton (1942-2008) planteaba por primera vez la posibilidad de recuperar el genoma completo de un dinosaurio. Allí describía un método teóricamente posible para revivir & estos animales, basado en lo que entonces eran experimentos genéticos y que hoy se han convertido en una realidad: en nuestros días la ciencia puede clonar no solamente organismos simples, sino también animales de estructura compleja, a partir del material genético que contiene, por ejemplo, una sola célula. Ratones, perros, ovejas, cabras, toros... Tales experimentos, que se han llevado a cabo con éxito, han abierto la puerta a la posibilidad de revivir animales ya extinguidos. A comienzos de 2009 se logró clonar por primera vez un animal extinto: se trata del bucardo (Caprapyrenaicapyrenaica), un tipo de cabra montesa endémica de España, cuyo último ejemplar murió en el año 2000. Un equipo de españoles y franceses logró la gestación y nacimiento de un nuevo individuo, aunque el animal murió minutos más tarde, debido a malformaciones del pulmón. Esfuerzos similares vienen realizándose con el quagga, una subespecie de cebra.

TEJIDOS BLANDOS
Sin embargo, los avances en ingeniería genética permiten abrigar esperanzas de extender el método a otras especies, siempre y cuando se preserven los tejidos blandos, es decir, los no óseos, como grasa, músculos, fibras y vasos sanguíneos. Aquí radica el problema, puesto que el código genético "vive" en los tejidos blandos, y aunque en algún momento los paleontólogos han afirmado hallar muestras de proteínas en algunos huesos de dinosaurio, como en el caso de los descubrimientos realizados por Mary Higby Schweitzer en Hell Creek (Montana), publicados en 1993 y 2005, estas muestras se han degradado después de un corto tiempo en el laboratorio. Lo mismo ha ocurrido con componentes orgánicos y determinadas estructuras genéticas halladas en varios huevos fósiles de saurópodos, aunque parece que estas secuencias de ADN no solamente habrían sufrido un deterioro notable, sino que no estarían completas. Así las cosas, los científicos que intentaran la clonación no tendrían más remedio que completar la secuencia genética de estos animales con fragmentos del ADN de otras especies, con lo que, obviamente, no se conseguiría un dinosaurio "completo".

Garrapata prehistóricaEl descubrimiento, en la década de 1990, de una garrapata de 90 millones de años de antigüedad, apresada en un trozo de ámbar en un yacimiento de New Jersey (Estados Unidos), hizo pensar a algunos investigadores en la posibilidad de obtener ADN de especies de aquel período de la historia de la Tierra a las que la garrapata hubiera succionado su sangre. Hans Klompen, profesor de entomología de la Universidad Estatal de Ohio, donde se estudió este ejemplar de parásito -cuyo nombre científico es Cariosjerseyi-, aludió en su momento a la posibilidad de que el animal se hubiera alimentado de sangre de dinosaurio, aunque puso freno a las especulaciones sobre una teórica extracción de ADN del espécimen al asegurar que la garrapata, única en el mundo, se iba a conservar intacta, sin realizársele exámenes de ese tipo. Alrededor de esa época, en 1995, un equipo liderado por el biólogo molecular Chen Zhan-gliang y el paleontólogo Zhang Yun (ambos de la República Popular China) anunció que había sido capaz de extraer el ADN de un huevo de dinosaurio de 65 millones de años de antigüedad. Posteriores estudios no pudieron confirmar el logro, y apuntaron a una probable contaminación de las muestras. A pesar de estos reveses, la ciencia mantiene las esperanzas de conseguir el éxito en esta dificultosa empresa.

¿Es la clonación un escenario de ciencia ficción?
La trilogía de Parque Jurásico imaginó la clonación de los dinosaurios dentro de un escenario de ciencia ficción. El argumento planteaba la duplicación de los reptiles a partir de la sangre de dinosaurio dentro de un mosquito consejado en ámbar por millones de años. Sin rechazar por completo la posibilidad de clonar algún día a un animal prehistórico, la ciencia se encargó de puntualizar las licencias dramáticas del filme, así como de señalar las dificultades iniciales para llevar a cabo una clonación como se detalla en Parque Jurásico: el mosquito, por ejemplo, debería tener en su interior sangre de una sola especie, y el ADN debería conservarse en su totalidad. Por otra parte, el hallazgo de tejidos blandos de dinosaurio ha demostrado tener un valor concreto: el análisis de tejidos blandos en un Tyranno-sawas/iejr encontrado en 2005 por Mary Higby Schweitzer permitió saber por primera vez el sexo de un dinosaurio. Era una hembra, además, embarazada.


Hipótesis alternativas

¿Se extinguieron debido a problemas de fertilidad?
Exceptuando a las aves, los dinosaurios se extinguieron casi 60 millonesde años antes de la aparición de los primeros homínidos. No obstante, contra toda evidencia científica, algunos investigadores han imaginado la posibilidad de que algunos dinosaurios hubieran sobrevivido hasta nuestros días. En 1955 el zoólogo Ber-nard Heuvelmans publicó Tras la pista de animales desconocidos, dando nacimiento así a la criptozoología, una disciplina que busca pruebas de la existencia de animales legendarios o extintos. Distintos criptozoólogos han realizado expediciones a remotos lugares del planeta, en busca de animales prehistóricos, ya sean terrestres (como los dinosaurios), acuáticos o voladores. Los lugares preferidos para estas búsquedas son las selvas del Congo (en África) y del Amazonas (América). De estas criaturas hipotéticas, una de las más renombradas es Mokele-Mbembe, en el Congo, un supuesto dinosaurio herbívoro. Muchos animales buscados por los criptozoólogos no son dinosaurios, sino plesiosaurios, como "Nessie", el monstruo del lago Ness, en Escocia. Cabe aclarar que la criptozoología no goza de reconocimiento científico.



CRECIMIENTO DETENIDO
Modelo del corte de un huevo con un bebé saurópodo en su interior, basado en hallazgos en la Patagonia argentina.

¿Desaparecieron a causa de un estrés ambiental?
El hallazgo de huevos de dinosaurio de finales del Cretácico con una cascara muy delgada y con una alta mortalidad de embriones se ha relacionado con el estrés ambiental en las aves, un hecho que produce un debilitamiento de la estructura de los huevos provocada por las hormonas que controlan la puesta, y que resulta mortal para muchos de ellos. Según esta hipótesis, desarrollada por Heinrich K. Erben, del Instituto de Paleontología de la Universidad de Bonn, el exceso de vegetación habría llevado a una superpoblación de dinosaurios, lo que habría ocasionado una gran tensión entre los individuos empolladores que habría tenido como consecuencia la desaparición de las poblaciones de dinosaurios. En algunos casos, incluso, podrían haberse producido "suicidios" en masa, como los que ocasionalmente se adjudican a poblaciones de ballenas. Trabajando con miles de muestras procedentes de Aix en Provence y Corbiéres, en los Pirineos, Erben constató que los huevos más antiguos presentaban cascaras de hasta 2,5 mm de grosor, mientras que los más recientes tenían un espesor de sólo un milímetro.

¿Se debe su extinción a la explosión
de una supernova?
Dentro de las teorías que explican la extinción de los dinosaurios por eventos originados en el espacio exterior, existen algunas variantes de la teoría del meteorito. Si hace 65 millones de años, cuando la distancia del Sol al plano medio de la galaxia estaba en su nivel máximo, hubiese explotado una estrella supernova cerca del Sistema Solar, la intensidad de las radiaciones cósmicas, en forma de átomos, protones, electrones, rayos gamma y rayos X, habría aumentado unas 100 veces, provocando una onda expansiva magnética que habría alterado por completo la vida en la Tierra, produciendo mutaciones y esterilidad en todos los grandes animales. La hipótesis, formulada en 1969 por el astrofísico ruso losifS. Shklovskii, del Instituto de Investigación Cósmica de la Academia de Ciencias de Moscú, fue defendida en la década de 1980 por Mervin Rudelman, de la Universidad de Illinois, y por Paolo Maffei, del Observatorio Astronómico de Catania, en Italia.

¿Se extinguieron debido a erupciones volcánicas?
Aunque la posición mayoritaria es que la desaparición de los dinosaurios se debió al impacto de un meteorito, algunos científicos piensan que la causa principal se debe a la intensa actividad volcánica de la Tierra en aquellas remotas épocas. El principal defensor de esta teoría es el geofísico francés Vincent Courtillot (1948), quien sostiene que los grandes eventos de extinción masiva por los que pasó el planeta se deben a causas geológicas, y no a impactos de cuerpos celestes. Hace 65 millones de años se dio una gigantesca erupción volcánica en las actuales Trampas del Deccan (en la Meseta del Deccan, India). Según Courtillot, los gases emanados por los volcanes habrían oscurecido la atmósfera y envenenado el aire y los mares. La mayoría de los científicos creen que la actividad volcánica no tuvo el suficiente alcance como para provocar la extinción masiva de los dinosaurios. Otros estudiosos, en tanto, consideran que ambos eventos no son excluyentes y que una conjunción de causas explica la extinción.

¿Causaron las orugas su muerte?
A finales del Cretácico, la aparición de plantas con flores trajo consigo la llegada de las orugas, que debieron expandirse de forma espectacular, puesto que las aves eran escasas y no estaban habituadas a alimentarse de ellas. En 1962 se planteó la hipótesis según la cual esta superpoblación de orugas habría dejado a los dinosaurios herbívoros sin alimentos, lo que habría provocado su muerte y con ella, la de los carnívoros. Esta hipótesis ha sido descartada por la ciencia en la actualidad.


¿Existen dinosaurios vivos hoy en día?
Exceptuando las aves, los dinosaurios se extinguieron casi 60 millones de años antes de la aparición de los primeros homínidos. No obstante, algunos investigadores han imaginado la posibilidad de que algunos dinosaurios hubieran sobrevivido hasta nuestros días. En 1955 el zoólogo Ber-nard Heuvelmans publicó Tras lapista de animales desconocidos, dando nacimiento así a la criptozoología, una disciplina que busca pruebas de la existencia de animales legendarios o extintos. Distintos criptozoó-logos han realizado expediciones a remotos lugares del planeta en busca de animales prehistóricos, ya sean terrestres (como los dinosaurios), acuáticos o voladores. Los lugares preferidos para estas búsquedas son las selvas del Congo (en África) y del Amazonas (América). De estas criaturas hipotéticas, una de las más renombradas es Mokele-Mbembe, en el Congo, un supuesto dinosaurio herbívoro. Muchos animales buscados por los criptozoó-logos no son dinosaurios, sino plesiosaurios, como "Nessie", el monstruo del lago Ness, en Escocia. No obstante, la criptozoología no goza de mucho crédito en la comunidad científica.



HOMBRE Y DINOSAURIOS
Afiche de El mundo perdido (1925), película basada en la novela de Arthur Conan Doyle, donde se plantea la existencia actual de dinosaurios.

¿Murieron envenenados por selenio?
En Francia y en Dinamarca se han encontrado elevados niveles de selenio en la cascara de huevos de dinosaurios que vivieron próximos a la época de su extinción. Esto ha hecho pensar a algunos investigadores que la causa de la extinción de los dinosaurios podría hallarse en la ingestión de esta sustancia. Dado que se trata de un elemento muy venenoso para los embriones, la hipótesis plantea la reducción de las eclosiones de los huevos de los dinosaurios herbívoros como consecuencia de la ingesta de grandes cantidades de vegetación impregnada con selenio proveniente de polvo volcánico, lo que habría producido el derrumbe de la cadena alimentaria. La hipótesis fue desarrollada en 1967 por el geólogo Neil C. Koch en su artículo "Dissape-arance of the Dinosaurs", aparecido en el Journal of Paleontology. La tesis presupone una alta actividad volcánica, lo cual la emparenta con quienes defienden que la extinción de los dinosaurios fue causada por una gran erupción volcánica.

¿Provocó la deriva continental su extinción?
La deriva continental, completada en el Cretácico y que transformó la geografía de la Tierra, habría producido importantes cambios climáticos, ecológicos y biológicos que habrían tenido como consecuencia la extinción de los dinosaurios. La alteración de las corrientes oceánicas, los vientos, las pautas climáticas y el surgimiento de grandes cadenas montañosas, además de la reducción de las zonas pantanosas y de lagunas, habría tenido lugar con inviernos más fríos y veranos más cálidos, cambios que los dinosaurios no podrían haber resistido.
Asociado a estos cambios, también se observa en el período en cuestión un pronunciado descenso del nivel de los océanos. De hecho, a finales del Mesozoico se dio la mayor regresión marina de toda esta era geológica, lo que provocó, a su vez, una retracción de la plataforma continental (donde se concentra la mayor diversidad de vida marina), colaborando con las transformaciones causadas por la deriva continental, que hicieron más inhóspita la vida para los dinosaurios. Estas teorías favorecen la idea de una extinción gradual, antes que repentina.

¿Descienden los dinosaurios de las aves?
La postura científica consensuada afirma que las aves son descendientes de dinosaurios terópodos, pero un pequeño grupo de científicos disiente de esta posición. Entre ellos se encuentran Alan Feduccia, profesor de biología de la Universidad de Carolina del Norte; John Rubén, profesor de zoología de la Universidad del Estado de Oregon, y David E. Alexander, profesor de entomología de la Universidad de Kansas. En sendos artículos publicados en 2010, Rubén y Alexander señalan diversas inconsistencias en el parentesco aceptado entre aves y dinosaurios. Postulan, además, que ciertos dinosaurios con plumas serían a su vez descendientes de aves antiguas.
Sin contradecir el consenso académico, el paleontólogo y dibujante Gregory S. Paul ha planteado, de manera similar, que ciertas especies de dinosaurios serían descendientes de aves arcaicas. Según Paul, muchos dinosaurios pertenecientes al grupo Maniraptora (considerados ancestros de las aves), son en realidad descendientes de aves primitivas, que conservaron plumas y otras características de las aves, aunque perdieron la capacidad de volar (de forma parecida al avestruz y otras aves de la actualidad).

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