sábado, 8 de octubre de 2011

La dama del desierto de Nazca


Durante más de 50 años María Reiche se dedicó a estudiar, medir e interpretar la Pampa de Nasca, descubriendo todos sus dibujos y líneas, conservando y protegiendo, muchas veces en solitario, el patrimonio cultural legado por los antiguos peruanos, los nasquences. Esta fue su experiencia...

por David Sentinella ValIvé
Revista española ENIGMAS Nº 175



 Desde que siendo pequeña, en el colegio, vi el mapa del Perú ví en el primer atlas que llegó a mis manos, y en él, el Lago Titicaca, la ilusión de viajar a este maravilloso país se convirtió en un sueño que me acompañara durante mi infancia y mi adolescencia. Años después, en 1932, el sueño se hizo realidad. Cuando tomé el primer tren hacia Cuzco, todo el viaje lo pasé al aire libre en la plataforma, viendo el fascinante y seductor paisaje. Ese fue el primer regalo que me dio este país. A partir de 1941, dediqué mi vida por completo al estudio del Gran Tablero de las Pampas de Nazca. Era mi destino y lo tenía que cumplir.
Dada mi formación científica, los resultados y conclusiones a los que he llegado se han basado siempre en la observación, en la medición y en el registro minucioso de todas las líneas y figuras. Sin embargo, en Nazca hay líneas que pasan por encima de otras líneas, figuras que están dibujadas sobre otras, y hay líneas que han sido trazadas sobre otras figuras. Y para colmo, hay figuras que parecen estar encima de otras, de modo que no se puede afirmar cuál es la más antigua, o la más reciente.


La materia prima de éstas son los guijarros y cantos rodados de pocas pulgadas de diámetro que abundan por toda la región y que cubren el desierto con su característico color marrón. Pero a pesar de lo endeble del suelo, asombra la inmutabilidad de las líneas trazadas. Parece milagroso que siendo nada más que ligeras hendiduras en el suelo, no hayan sido borradas por el agua y el viento. A pocos centímetros del suelo, el movimiento del aire se ve disminuido gracias al color oscuro de las piedras de la superficie, que absorben mucho calor, formándose un cojín de aire caliente, que protege la superficie -y los geoglifos- de los vientos fuertes. Otro factor que se opone a cambios en la superficie es que el suelo contiene yeso, que al contacto con el rocío, produce que las piedras queden ligeramente adheridas al suelo.
La experiencia me llevó a dividir los geoglifos en tres clases: líneas, dibujos terrestres geométricos y representaciones de personas, animales y plantas. Las líneas son una suerte de nexo, de comunión entre el cielo y la Tierra, pues en esa zona las líneas medían el tiempo, reflejaban los astros, hablaban por los hombres acerca del paso de las estaciones y de los periodos de sequía y abundancia, pudiendo seguirse también en ellas el derrotero astronómico de eras pasadas, cada una diferente a la otra. Cada línea dibuja, entonces, sobre la pedregosa superficie, un solsticio perdido en el tiempo; y configura el recuerdo de eventos o contingencias naturales -como una terrible sequía- que vivieron los habitantes de esta región.


El tamaño de las figuras vana con el ancho del sendero que las forma y las distancias que deja entre sus trechos. Las más pequeñas, de pocos metros de diámetro, están formadas por senderos angostos de 40 cm de ancho, mientras que en algunas de las más grandes, de 100 m, los trazos curvos son casi del ancho de una carretera. Entre estos dos tamaños hay una gran variedad.También en las figuras encontramos la repetición frecuente de ciertas medidas.
Sin embargo, limitar su estudio al aspecto arqueológico sena establecer parámetros innecesarios a un documento del pasado que podría darnos una visión más amplia y distinta del desarrollo de una cultura importante y de un pueblo cuya inteligencia era, bajo mi visión, superior. Los nasca podían insertarse en el curso de la astronomía, podían ver los movimientos de los cuerpos celestes y saber exactamente cuándo comenzar con la siembra y cuándo cosechar.


Es de suponer que si los autores de las líneas no podían volar y sólo podían percibir el aspecto de sus obras en la imaginación, debieron de haberlas planteado y dibujado de antemano a una escala menor, lo que exige una mente capaz de formar conceptos abstractos y una facultad de razonar que no podría esperarse de un pueblo primitivo. Esa gente dejó un documento único que constituye un capítulo esencial en el desarrollo de la mente humana: el calendario astronómico más grande del mundo. No hay nada igual en ninguna parte del mundo. Mi mayor satisfacción es haber hecho famosas en el mundo entero las Pampas de Nasca.


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