sábado, 6 de febrero de 2010

La calavera del destino

por -Eloha-


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Tecnología imposible: La Calavera del Destino 



Enigmas.- La Calavera de Mitchell-Hedges, como también se la conoce, es una calavera de cristal de cuarzo creada a tamaño natural, con cinco kilos de peso y esculpida en dos piezas: el cráneo y su mandíbula articulada. La perfección absoluta del tallado y delicado pulido la convierten en una réplica casi exacta de un cráneo humano cuyo origen y posibles funciones, a pesar de las diferentes investigaciones realizadas, siguen siendo un auténtico misterio.


David E. Sentinella



Sus cortes y ángulos sugieren que los artesanos que la esculpieron poseían una avanzadísima tecnología. El tratamiento del cristal empleado no sólo implica unos amplios conocimientos de óptica, sino un grado de extrema habilidad con el manejo de instrumentos de gran precisión. Su identificación inicial se incluye dentro de la civilización maya, a pesar de que, según la arqueología, carecería de la tecnología necesaria para su creación. Sin embargo, lo más asombroso de este tributo a la perfección técnica es que los científicos y estudiosos que han trabajado en su datación aseguran que la llamada “Calavera del Destino” podría tener miles de años de antigüedad.


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El increíble hallazgo

Todo comenzó cuando en el año 1919 el explorador británico Frederick Albert Mitchell-Hedges, descubrió un área arqueológica de notable interés en los bosques tropicales de Honduras Británica, actualmente Belice. Al poco de llegar a la zona conocida como Punta Gorda, Mitchell-Hedges comenzó sus excavaciones en busca de ruinas mayas. Tras varios meses el explorador descubrió un complejo arquitectónico de una antigua ciudad maya a la que denominó Lubaantun, o Ciudad de los Pilares Caídos. El descubrimiento entusiasmó a Mitchell-Hedges, quien estaba convencido de que aquella ciudad había pertenecido a la mítica Atlántida, lo que aún le motivó más para continuar las excavaciones. Durante años excavó la zona sin obtener resultados importantes hasta que, a finales de 1923, su hija adoptiva Anna vislumbró un extraño destello entre las ruinas. Finalmente, el 1 de enero de 1924, el mismo día en que Anna cumplía 17 años, encontraron una calavera de cristal cuya perfección resultaba asombrosa.

Frederick Albert Mitchell-Hedges fue una celebridad en los años veinte. Aventurero y explorador, fue miembro de la Royal Geographical Society, Linnean Society, Zoological Society, Ethnological Society y también del Royal Anthropological Institute, permaneciendo durante muchos años en diferentes lugares de toda la geografía americana.



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F.A.


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Las investigaciones y pruebas científicas

Desde su descubrimiento, las claves misteriosas que encierra la Calavera del Destino han tratado de ser dilucidadas por científicos, investigadores e incluso psíquicos. El principal interrogante que se cierne sobre el increíble objeto es que está tallado sobre cristal de cuarzo, material que en la escala Mohs de dureza de minerales alcanza un valor de siete sobre diez, lo que significa que solamente el diamante es capaz de cortarlo con cierta fiabilidad. Aún utilizando sofisticadas técnicas de láser, la simetría de las moléculas del cuarzo pueden llegar a fragmentarse si no se realiza con la suficiente precisión. Sin embargo, lo absolutamente incomprensible es que no existan marcas ni arañazos que demuestren la utilización de herramienta alguna


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Las primeras investigaciones publicadas aparecen por obra del Dr. G. M. Morant, junto a Adrian Digby y J. J. Braunholtz, antropólogos del Museo Británico en Londres, quienes en 1936 publicaron una investigación comparativa entre dos calaveras de cristal de cuarzo en la revista científica Man, perteneciente a la Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland. En dicha investigación afirmaban que las calaveras de cristal del Museo Británico y la de Mitchell-Hedges –a la que en el informe se denomina como “Calavera de Burney”–, eran notablemente similares en tamaño y forma. La mayor diferencia radicaba en que mientras la del Museo estaba hecha de una sólida pieza, la otra tenía la mandíbula inferior articulada. El estudio concluía que era obvio que las dos calaveras no podían tener un origen independiente y que, con gran posibilidad, ambas tenían que ser representaciones de un mismo cráneo humano. El modelo usado como calavera original no era de rasgos europeos; sin embargo si que encajaban los de nativos americanos, probablemente de origen mexicano.



Las investigaciones realizadas en la década de los setenta intentaron averiguar si la mandíbula pertenecía al mismo bloque de cuarzo que el cráneo o, por el contrario, se trataba de otro bloque de cuarzo distinto. Para ello, la empresa Hewlett-Packard realizó en 1970 unas investigaciones sobre dichas piezas. La calavera fue introducida en un tanque de alcohol de benceno para medir fielmente el índice de reflexión de ambas piezas. Según narra el restaurador de arte Frank Dorland en su libro Holy Ice, "la luz polarizada se proyectó a través del tanque y la calavera, pudiendo ver fácilmente cómo las líneas ondulantes atravesaban todo el lateral de la calavera y continuaban perfectamente por la mandíbula. No había duda posible. La pieza de la mandíbula era parte integrante del cráneo, fue cortada y separada posteriormente".

Los análisis de Hewlett-Packard aseguraban que para obtener un producto como el examinado se necesitaban al menos trescientos años de trabajos manuales coordinados, actuando sobre la piedra por erosión de su superficie. Posteriormente el laboratorio del prestigioso British Museum la sometió a diferentes análisis cuyos resultados no permitieron a Alan Jogins, experto en piedras preciosas del British Museum, desvelar el origen de la misteriosa joya: "No tenemos pruebas positivas de que se haya empleado ningún metal… Es un trabajo diestro y muy sofisticado. Si fue realizado por personas primitivas es asombroso porque el nivel de tallado a mano es de primerísima calidad…".


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La del museo



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Quién la realizó y con qué fin

Son conocidas las habilidades que mostraban los artistas precolombinos, tanto en la orfebrería como en otros campos del arte. Sin embargo, la perfección del pulido y el alarde de técnica que presenta la calavera de cristal dista mucho de las piezas precolombinas más elaboradas.

En 1969, Morrill, un investigador de la cultura maya, aseguró haber descubierto en la calavera varios puntos que podían haber servido de enganche según su opinión, con el fin de manipular el objeto y producir la ilusión de que éste se movía o hablaba. A diferencia de los arqueólogos, el hallazgo no desconcertó a la cercana comunidad indígena maya de los Kekchi, quienes celebraron lo que llamaron el "Regreso del Dios" que les había sido arrebatado en el pasado. Al parecer, las calaveras de cristal eran divinidades materializadas para los mayas, quienes pensaban que provenían de una antiquísima civilización –3600 años atrás– que poseía extraordinarios conocimientos tecnológicos y espirituales. Los Kekchi relataron a Mitchell-Hedges que la calavera había pertenecido a un alto sacerdote y que aún existían trece más, utilizándolas en sus ceremonias esotéricas pues representaban la personificación del mal.



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Sucesos paranormales

Durante sus investigaciones, Frank Dorland aseguraba que cuando estaban tomando notas o manteniendo silencio, podían escuchar voces suaves y música, e incluso en ocasiones olían una fragancia agridulce. También percibían pequeñas corrientes eléctricas al colocar sus manos sobre la calavera. Otras veces vislumbraban formas y sombras moviéndose en su interior y que, con las semanas, se tornaron escenas en las que aparecían extraños lugares y sucesos, con personas, construcciones, animales, praderas, caminos y montañas.


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mitchell-hedges






saludos... !!! smile.gif


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