lunes, 21 de septiembre de 2009

Jesuitas y masones


Aunque tradicionalmente se les atribuye una enemistad histórica, lo cierto es que los jesuitas y los masones tienen muchas cosas en común, como las persecuciones a las que han sido sometidos o su modelo de organización. Pero el principal rasgo de ambos es, sin duda, su lucha contra el poder establecido en todas sus manifestaciones.

Jesuitas y masones:

“Enemigos íntimos”
FUENTE: Revista española MAS ALLA (edición 2009).


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En 1738 Clemente XII (1730-1740), Columna excelsa según las profecías de San
Malaquías, emitió la bula In Eminenti, el primer documento papal contra la masonería. Treinta y cinco años después, en 1773, Clemente XIV (1769-1774),Visus velox, promulgó el breve Dominus ac redemptor, en virtud del cual quedaba suprimida la Compañía de Jesús (Societas Iesu). Murió envenenado. Antes de esto, entre 1759 y 1761, el Marqués de Pombal expulsó a los jesuitas de Portugal y de todos sus territorios ultramarinos. Los sacerdotes fueron detenidos y transportados a las posesiones del Papa en Italia y sus propiedades fueron confiscadas. Seis años después, durante la madrugada del 2 al 3 de abril, en el transcurso de una operación policial meticulosamente preparada, las tropas españolas ocuparon todos los edificios que los jesuitas poseían tanto en la Península como en ultramar. Sin demasiadas formalidades, los religiosos fueron embarcados (muchos se encontraban en América) y trasladados, como sus predecesores lusos, a las playas del Papa en Italia. Gobernaba entonces en España Carlos III.

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Bill Clinton


Por su parte, el monarca Luis XV ya había firmado un decreto del Parlement (1762) que ponía fin a las actividades de los jesuitas en territorio francés. Y lo mismo ocurriría en Nápoles, Parma y Austria. En 1814 Pío VII (1800-1823), Aquila rapax, el papa que ungió a Napoleón Bonaparte en París como emperador –y al que luego excomulgó–, restauró tanto la Inquisición como la Compañía de Jesús. Es preciso señalar, sin embargo, que los jesuitas nunca se disolvieron en Rusia, donde gobernaba Catalina II, ni en Prusia, donde lo hacía Federico el Grande, ambos monarcas nada católicos, por cierto. El padre Malachi Martin, teólogo y ex jesuita, en su obra Los jesuitas aduce como causa de estos acontecimientos la influencia de la francmasonería sobre los monarcas de la Casa de Borbón.

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Madeleine Albright



JUAN XXIII Y PABLO VI, ¿PAPAS MASONES?

Abordaremos la relación actual entre masones y jesuitas a partir de una serie de noticias relativamente recientes. La primera se produjo en 2008 y es la concesión por parte del Supremo Consejo del Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España del primer premio internacional “Alberto Martínez Lacaci” al jesuita
Pedro Álvarez Lázaro. El galardón reconoce su “labor de propagación de los valores masónicos”. Don Pedro es catedrático de Historia de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid), académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y miembro fundador del Instituto de Investigación sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería, del que fue director adjunto entre los años 1990 y 2004. En 1983 El País publicó unas declaraciones de José Antonio Ferrer Benimeli, profesor de Historia Contemporánea Universal y de España en la Universidad de Zaragoza y especialista en masonería, en las que se refería a la masonería en los siguientes términos: “No es ni tan mala ni tan buena como pretenden unos y otros. No ha tenido, ni por supuesto tiene, la importancia que se le ha pretendido dar. Han pretendido jugar con los misterios, y esto solo engaña a los ignorantes; a los especialistas en sociedades secretas no nos sirven los misterios”. Recientemente, señalaba: “La masonería podría considerarse una asociación iniciática que busca la Verdad y una escuela de formación del hombre para que sea más libre, más comprensivo y más demócrata y para que pueda encajar mejor en esa utopía de la fraternidad del Universo de la que cada vez estamos más lejos.

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Mariano Rajoy


La masonería está por encima de las religiones y de los partidos políticos”. El tiempo pasa y las viejas heridas cicatrizan. Otros personajes con otras vivencias ocupan el escenario recitando papeles que responden a otros guiones. Los que habían sido enemigos declarados durante siglos (el XIX y gran parte del XX fueron extremadamente conflictivos entre ambas agrupaciones) hoy parecen converger. Un nuevo mundo, otras consideraciones y otras prioridades adquieren relevancia. No obstante, también podríamos pensar –y no se nos tome a mal– que podría ser aplicable a este caso la famosa cita de Adam Smith “Los comerciantes del mismo gremio rara vez se reúnen, siquiera para pasar un buen rato, sin que terminen conspirando contra el público”. Porque ¿hasta donde sigue existiendo enemistad entre la Iglesia católica y la masonería? En una publicación masónica peruana (2008) Eduardo Seleson afirma lo siguiente: “Hace unos años, el ilustre profesor y licenciado Alfonso Sierra Partida intentó publicar en los periódicos de la ciudad de México D.F. una copia del acta de iniciación en una logia de París donde se deja asentado que los profanos Angelo Roncalli (Juan XXIII) y Giovanni Montini (Pablo VI) habían sido elevados el mismo día para ser iniciados en los Augustos Misterios de la Francmasonería”. Y prosigue: “Pier Carpi, serio investigador periodístico y en un tiempo fuerte detractor de todo tipo de sociedades iniciáticas o secretas, es, paradójicamente, quien habría de encontrar en el transcurso de sus pesquisas las pruebas documentales de la iniciación masónica en Turquía de Angelo Roncalli (papa Juan XXIII)”. Los detalles de esta historia pueden consultarse en la obra Las profecías de Juan XXIII (Ed. Martínez Roca), de Pier Carpi. Escritor, guionista de cómic y director de cine, Carpi fue miembro de la logia P2 y amigo de su Gran Maestre, Licio Gelli (MÁS ALLÁ, 178), su deus ex machina, sobre el cual escribió un libro exculpatorio.

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José Luis Rodriguez Zapatero


EL MENSAJE ES EL MEDIO 

En el principio hubo un “Adán”: Adam Weishaupt (1748-1830). Nació en Ingolstadt (Baviera, Alemania), estudió con los jesuitas y se graduó en Derecho Canónico a los 20 años. En 1772 se convirtió en profesor de la universidad de su lugar natal, con mucho el más joven de su tiempo. En 1776 fundó la Orden de los Perfectibilistas, más tarde llamados Iluminados (Illuminati), en la que se atribuyó a sí mismo el nombre de Spartacus. Es preciso que tengamos presente que los jesuitas fueron suprimidos en 1773. Se dice que Weishaupt fue ordenado sacerdote por los jesuitas, pero que abandonó la orden. En 1777 se inició en una logia masónica. En 1784 fue expulsado de la universidad y su asociación fue prohibida por subversiva. Se la acusó de conspirar para derribar a los gobiernos legítimos de Europa. En 1789 tendría lugar la Revolución Francesa. Thomas Jefferson (1743-1826), presidente de Estados Unidos entre 1801 y 1809, dijo de él: “Weishaupt creía que el objeto de las enseñanzas de Jesucristo era perfeccionar el carácter de los hombres. Su intención era restaurar la religión natural difundiendo este tipo de moralidad para enseñar a gobernarnos a nosotros mismos. Sus preceptos consistían en amar a Dios y al prójimo. Enseñando a los hombres a comportarse de una manera inocente esperaba situarlos en su estado natural de libertad e igualdad. Nadie, señalaba, ha hecho más por asegurarnos ese camino que nuestro Gran Maestro Jesús de Nazaret.

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George Tenet


Pensaba que los francmasones habían poseído estas virtudes e ideas en su orígenes y que las habían preservado en su tradición, aunque muy desfiguradas. Para efectuar esta mejora de la naturaleza humana, para iluminar a los hombres, proponía como medios corregir su moral e inspirarla en la benevolencia”. La estructura organizativa de los Illuminati se inspiraba en la de los jesuitas y daba notable importancia a la vigilancia mutua entre los miembros, a la jerarquía (obediencia incondicional) y al secreto. Weishaupt decía que todo hombre que quisiera ingresar en esta sociedad habría de ser similar a Bruto o a Catilina y afrontar los mismos riesgos a los que estos fallidos conspiradores se habían enfrentado. En 1797 John Robinson, escocés, protestante y masón, publicó un curioso texto que aun hoy sigue dando mucho que pensar. Nos referimos a las Pruebas de la conspiración contra las religiones y todos los gobiernos de Europa urdida en las asambleas secretas de los francmasones, los Iluminados y las sociedades de lectura. “Estos frailes intrigantes” –señalaba refiriéndose a los miembros de la Compañía de Jesús– habían intentado, tras su supresión, conservar su influencia por medio de la masonería, esa asociación que tenía como único fin (y aquí citamos directamente a Ferrer Benimeli en su artículo Masones y jesuitas: el secreto del mito o el mito del secreto) “destruir hasta los cimientos todos los establecimientos religiosos y derrocar a todos los gobiernos existentes en Europa”. Como puede verse, la teología de la liberación (elaborada fundamentalmente por jesuitas), tan debatida en los medios católicos, no tuvo sus orígenes en la combinación del cristianismo con el marxismo-leninismo, ni siquiera en consideraciones geopolíticas derivadas de la Ostpolitik vaticana, sino en un pasado más remoto. Un pasado incluso anterior a la Revolución Francesa en el que las prácticas utópicas de los jesuitas en Sudamérica y determinadas lecturas sobre la Antigüedad clásica, sin olvidar a escritores católicos renacentistas como Campanella o Tomás Moro, tuvieron un papel fundamental. Las cosas vienen de lejos. Entre lo que Benimeli califica de “fábulas masónicas antijesuiticas” encontramos la acusación que el barón Adolf von Knigge, miembro destacado de los Illuminati de Weishaupt, realiza en 1781. Daba cuenta de una trama conspirativa en la que, según él, estaban implicados los rosacruces de Berlín, que eran cómplices de la “milicia romana” (los jesuitas) y que habían urdido un complot que tenía como fin dominar una gran sociedad de hombres conocidos por su sabiduría y amor a la virtud, es decir, la masonería. Madame Blavatsky se refirió en su obra a la pérdida de rumbo de la masonería original, que situó en el paso que va de lo operativo a lo especulativo, a comienzos del siglo XVIII, y la atribuyó a la influencia cristiana de los jesuitas. De hecho, para muchos admiradores de los jesuitas, entre ellos Lenin y Himmler, la clave de su atracción radica en su organización, que consideran un paradigma de eficacia. El Partido Comunista de la Unión Soviética en su primera fase, antes de la debacle en la que lo sumió Stalin (por cierto, considerado de manera poco verosímil por algunos conspirólogos un instrumento de la Compañía), y las SS fueron construidos a la manera de la milicia ignaciana del Papa. Hay otras cuestiones más inquietantes y también, todo hay que decirlo, menos fundamentadas. F. Tupper Saussy, en su libro Rulers of Evil, relata que en el viaje que realizó a Tierra Santa el futuro fundador de la Compañía, Íñigo de Loyola (más tarde autoproclamado Ignatius en París) en la nave Negrona, camino de Chipre y saliendo de Venecia, conoció a Diego Manes, comandante de la Orden de los Hospitalarios, quien muy probablemente le hizo partícipe de los rudimentos cabalísticos y las señales de paso y reconocimiento de una sociedad secreta prolongadora de los secretos de los templarios. ¿Imaginación, fantasía, desvelamiento? Ferrer Benimeli asegura que gran parte del antijesuitismo masónico es una respuesta visceral y vital, la creación de un “enemigo necesario” que “permite dar sentido a una militancia masónica desprovista de otros ideales superiores”.

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Principe Felipe


Llegados a este punto, es preciso consignar que es difícil atisbar algo verosímil y coherente tras las retóricas con las que tanto la Iglesia católica (no solo los jesuitas) como la masonería se comunican con sus respectivos “rebaños” para hablar de ellas mismas. El lector debe investigar pues por su cuenta y dudar de las aseveraciones de quienes están acostumbrados a no hablar de determinadas cuestiones con claridad, cuando no a mentir de manera sistemática. Eso sí, no lo ponemos en duda, por las más nobles razones.

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McCarthy


HABLAN LOS EXPERTOS

Arturo Déleon Mier y Terán Maestro masón
Arturo Déleon Mier y Terán ha sido Venerable Maestro de la RLS Dantón Nº97 en México y de la RLS Hermón Nº157 de la Gran Logia de España. Actualmente y desde hace varios años desempeña también el cargo de Gran Representante de la Muy Respetable Gran Logia “Valle de México” ante las potencias masónicas de Europa.

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Gonzalo Puente Ojea


¿Hay alguna similitud entre los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola y la iniciación masónica?
Solo en su parte introspectiva podríamos encontrar alguna relación, porque ambos tienen fines muy diferentes. En el primer caso, es una búsqueda de comunión espiritual con el Ser Supremo de acuerdo con las creencias de esta religión. En el caso de la iniciación masónica el objetivo es el encuentro con nuestro propio Ser y con la naturaleza de nuestro comportamiento moral a través del simbolismo constructivo.

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Arturo Deleón Mier y Terán


¿Cómo valora usted la relación entre masones y jesuitas en la actualidad?
Hay que recordar que los jesuitas son una orden dentro de la Iglesia católica que reconoce al Papa como su máxima autoridad y que no debe apartarse de la doctrina establecida. En el aspecto institucional no existe relación alguna.

¿Y con la Iglesia católica?
No existe una relación oficial institucional, aunque hay una relación cordial en ciertos ámbitos. La Iglesia católica mantiene su posición en cuanto a la pertenencia a una logia masónica. Por otra parte, la masonería no es una religión, sino una asociación iniciática y humanista que acepta la libertad de cultos. Quiero dejar muy claro que los masones no debemos tocar temas políticos o religiosos en nuestros trabajos porque nuestra orientación es el desarrollo moral y filosófico de los miembros, principalmente a través del estudio de diversos símbolos, en su mayoría relacionados con el Arte de la Construcción.

¿Qué opina acerca de la leyenda sobre supuestos papas masones?
Es un rumor sin fundamento real y no conozco miembros dentro de la masonería que lo sostengan con seriedad.

Gonzalo Puente Ojea Ex embajador de España en el Vaticano
Gonzalo Puente Ojea (Cienfuegos, Cuba, 1925) es decano del cuerpo de embajadores de España y autor de varios libros sobre temas históricos y religiosos. Durante los años de Gobierno de Felipe González fue subsecretario de Exteriores en el Ministerio de Asuntos Exteriores y embajador de España en el Vaticano (1985–1987).

¿Cuál es su opinión sobre los ejercicios de San Ignacio de Loyola como técnica psicológica?
Antes que nada, hay que considerar que los jesuitas son los “profesionales” de la Iglesia, es decir, las personas más preparadas para influir en el resto. Los ejercicios son una clásica maniobra de control e influencia. En personas sin una resistencia mental fuerte, surten el clásico efecto de sumisión. En personas más preparadas solo causan risa.

¿Cree que existe algún paralelismo entre la masonería y los jesuitas? 
Tanto los jesuitas como la masonería son una expresión de las clases media y media-alta, de las que proceden la mayor parte de sus miembros. Conforman, cada uno a su manera, un cuerpo de élite dentro de dichas instituciones. Un jesuita entiende mucho mejor a un masón que, por ejemplo, un salesiano. Los hacen similares la consigna del secreto, el modo de actuar en la persecución del poder y el progreso dentro de organizaciones cerradas.

¿Cree que hay algún tipo de contacto entre la masonería y los jesuitas?
No creo que exista un contacto a nivel oficial, pero sí creo que puede haber comunicación entre ambos grupos por ciertas características que tienen –o suelen tener– en común, como el secretismo, el alto nivel cultural, su desenvolvimiento en las altas esferas, etc.

LÍDERES...que han estudiado con los jesuitas

Entre los numerosos personajes públicos que han estudiado con los jesuitas encontramos a Bill Clinton (expresidente de Estados Unidos), el príncipe Felipe, George Tenet (director de la CIA cuando se produjeron los atentados del 11-S), el senador McCarthy y Madeleine Albright (secretaria de Estado de EE.UU. durante el segundo mandato de Clinton). También el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, estudiaron con los jesuitas, curiosamente en el mismo colegio de León.

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1 comentario:

  1. Creo, que el tema de la masonería, es un tema serio. Creo que como Dios tiene una Iglesia y es la católica, el demonio tiene una logia y es la masona. Para todos aquellos que padecen la esclavitud del mundo(Los que no creen en Dios uno y Trino) es difícil ver la realidad. Si comprendieran el significado del esoterismo, que es lo que practican los masones, entenderían porqué la Iglesia Católica no los aceptan. El esoterismo, es brujería, la cual recibe el poder de satán.
    Todo lo referido, a todas esas nuevas corrientes de “derechos humanos”, que avalan al matrimonio gay y al aborto y a todo lo que desnaturaliza al hombre, provienen de la masonería. Quién otro que el demonio, avalaría dichas cosas.

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