domingo, 23 de agosto de 2009

Vampiromanía


Son criaturas de leyenda, personajes de la literatura y el cine, pero también una realidad que ha tomado cuerpo en nuestro mundo moderno, creado su propio universo y dado vida a los más antiguos mitos y creencias. De moda otra vez gracias a películas y novelas como Crepúsculo y otras muchas, los vampiros ya están entre nosotros.

Vampiromanía:

Están entre nosotros.

Fuente: REVISTA MAS ALLA.



Se los puede ver en cualquier gran ciudad del mundo. De Tokio a Madrid, de Londres a Nueva York o de París a Barcelona, los vampiros caminan entre nosotros bajo las parpadeantes luces de neón de la noche del siglo XXI. Son jóvenes que pueden confundirse a veces con la masa de góticos y siniestros habituales, pero en realidad forman una tribu aparte, bien diferenciada. Muchos llevan colmillos protésicos y sus pálidos rostros destacan entre sus negras vestiduras, casacas y capas oscuras, combinadas con mallas o vaqueros ajustados también negros. Los más atrevidos se han hecho implantes dentales o, más allá, se han afilado sus propios dientes para ofrecer una peligrosa y puntiaguda sonrisa. A veces también usan lentillas inyectadas en sangre. En definitiva, tratan de parecer a toda costa lo que sienten que son en su interior. Vampiros. Naturalmente, no son muertos que han vuelto a la vida. Ni se pueden convertir en lobos, murciélagos o niebla. Si les clavas una estaca de madera, mueren, claro... Pero si les pegas un tiro, también. Sin embargo, han asumido que el personaje del vampiro ofrece una suerte de filosofía de la vida –o de la muerte– que es posible seguir y en la que encuentran respuesta a sus inquietudes más profundas. Dentro de este moderno mundo vampírico encontramos, obviamente, distintos grados. Los hay que son solo vampiros de noche y de día llevan una vida más o menos normal, aquellos que toman su disfraz por poco más que eso, un disfraz, y su vampirismo como una diversión estética. Pero también hay quienes imitan al vampiro en su intimidad, quienes duermen todo el día para vivir solo de noche y, además, lo hacen a veces en el interior de un auténtico ataúd. Y quienes beben sangre. De animales, la propia... y de “víctimas” que se ofrecen voluntariamente para esta práctica, ligada al oscuro mundo del sexo sadomasoquista, aunque siempre de forma legal y consensuada. No es fácil tratar con los vampiros, pero Internet, con sus infinitos webs, chats y blogs vampíricos, ofrece las posibilidades de comunicación más sofisticadas del mundo moderno a las más antiguas criaturas de la noche y crea una red de vampirismo mundial en la que todo es posible.


ENTREVISTA CON LOS VAMPIROS

Durante años quienes se sentían atraídos por la forma de vida vampírica tuvieron que permanecer ocultos, muchas veces aislados entre sí, sin saber siquiera si había otros como ellos. Pero hoy las redes sociales de Internet permiten contactar y dar cobijo a toda suerte de vampiros modernos, que utilizan chats y blogs para encontrar a sus almas gemelas y sumarse así también a covens vampíricos y a distintos cultos y asociaciones a lo largo y ancho del mundo. A través de la web se manifiestan también sus deseos, pasiones y opiniones. E incluso confesiones íntimas que quizá en persona no se atreverían a hacer: “Suelo tomar sangre –cuenta M.– cada tres o cuatro semanas. Pero solo la tomo de mis amigos y, a veces, la mía propia, que es mi favorita”. Por el contrario, J. se horroriza:
“¡Nunca bebáis vuestra propia sangre. Es debilitarse uno mismo. Como tomar veneno”. La mayoría de los vampiros aficionados a la sangre se alimentan los unos de los otros, o de quienes se ofrecen como donantes voluntarios, pero no muerden a sus víctimas, ni mucho menos. Lo habitual es utilizar algún objeto cortante, como una navaja de afeitar, y realizar leves incisiones en zonas del cuerpo sin peligro y con cierto simbolismo erótico para ofrecer la herida a la boca del vampiro dominante. Este hábito, a veces rodeado de parafernalia ritual, está muy próximo a determinadas prácticas sadomasoquistas, pero, tal y como nos recuerda Gary Laderman en su artículo Vampire Culture para Religion and American Cultures, “en la religión vampírica el sadomasoquismo es considerado teológicamente una forma de alimentarse”. Aunque no todos los vampiros modernos aceptan los rituales de sangre, cada vez son más quienes los practican, reuniéndose para ello en los clubes más privados... o en zonas concretas de la gran ciudad: “Una vez a la semana, en el parque de Ciudad Jardín, aquí en México –informa E.–, se reúnen grupos de vampiros para beber sangre”. Sin embargo, lo más corriente es que los intercambios tengan lugar en espacios íntimos, locales en los que ni siquiera los vampiros aficionados, los simpatizantes o quienes simplemente forman parte de la escena gótica pueden entrar. La comunidad de genuinos chupadores de sangre es conocida en la jerga vampírica como “cabal” –término inglés que viene a significar “conspiración”, “complot”, y que designa también a un grupo secreto que se reúne para, precisamente, conspirar– y se aplica al “círculo interior” y más poderoso del mundo vampírico, el habitual de los bloodbars o bares de sangre, legendarios lugares, de dudosa existencia, en los que se sirve sangre auténtica y hay siempre un buen número de donantes voluntarios al servicio de sus “señores”. Pero no todos los vampiros “reales” aceptan el dogma de la sangre como algo fundamental. Incluso hay quienes lo rechazan, pues lo consideran una mixtificación literaria de algo que viene a ser una metáfora de simbolismo religioso más profundo, similar a la comunión cristiana. Así, hay vampiros incluso vegetarianos, y para muchos grupos la verdadera esencia de su poder es lo que se denomina “vampirismo psíquico” y, a veces, “vampirismo astral”: la capacidad de “alimentarse” de la energía de otros seres humanos por medio de la dominación mental y psicológica. Un tipo de vampirismo que, cultivado por quienes se consideran auténticos magos, puede llevar, teóricamente, al desdoblamiento astral y conducir al agotamiento espiritual –e incluso a la muerte– a la víctima del supuesto vampiro o parásito mental. Este tema ya fue tratado extensamente por la ocultista Dion Fortune en su clásico Autodefensa psíquica (Ed. Kier).

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El amanecer de los vampiros

Pero ¿por qué y de dónde surge la necesidad que sienten miles de personas en todo el mundo de vivir el “estilo de vida vampiro”? En las viejas tradiciones en las que aparece el personaje se trata de un auténtico demonio, y la literatura gótica lo recoge como tal o, al menos, como un monstruo y un villano netamente malvado. ¿Quién querría ser como el Nosferatu interpretado por Max Schreck en el filme clásico de Murnau? Sin embargo, a partir del Drácula de Bram Stoker y, sobre todo, del relato de Polidori El vampiro, inspirado en la figura de Lord Byron, se introduce en la figura del no-muerto un alto componente de carga erótica, que va transformando el personaje en una figura hermosa y maldita, un “bello tenebroso” en la tradición romántica. Así comienza a surgir un retrato del vampiro como ente fascinante y fascinador, poseedor de poderes envidiables –la inmortalidad, la cualidad de transformarse, increíbles capacidades hipnóticas...– y de un aura de seductor aristocrático, potenciada por el cine con la presencia de actores como Bela Lugosi, Germán Robles, Christopher Lee y, finalmente, modernos galanes como Frank Langella o Gary Oldman, encargados de dar vida al personaje. Por supuesto, el vampiro romántico encarna también todos los rebeldes atractivos del héroe luciferino: la noche, la libertad de los instintos más atávicos, la satisfacción amoral de los mismos y su enfrentamiento a toda norma social establecida. En el sexo, su figura se tiñe de bisexualidad y homoerotismo no solo entre los vampiros masculinos, sino también entre las vampiras surgidas al tórrido calor lésbico del Carmilla de Le Fanu.

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Nosferatu de Murnau


El vampiro adquiere tonos de rebelde libertario, sadiano y seductor. Pero la definitiva transformación del personaje es llevada a cabo por autores de los años setenta y ochenta del siglo pasado, especialmente por Whitley Strieber con su obra El ansia (La Factoría de Ideas) y por Anne Rice con sus Crónicas vampíricas, iniciadas con la novela Entrevista con el vampiro (Zeta), ambas llevadas al cine. Estos autores introducen en el vampirismo la noción no solo de un erotismo amoral y perverso, lleno de atractivo, sino también la de su procedencia del universo esotérico y mágico del Antiguo Egipto y, en general, del mundo pagano, además de ofrecer al personaje la posibilidad de poseer sentimientos nobles y hasta la capacidad de redimirse. Hoy la figura del vampiro se ofrece llena de atractivos a las adolescentes –y no tan adolescentes– lectoras de la saga Crepúsculo, con sus vampiros guapos, pacifistas y casi vegetarianos. Gracias a escritoras como Stephenie Meyer, Nancy Kilpatrick, Charlotte Harris, Laurell K. Hamilton y muchas otras, la literatura vampírica es ahora más un subgénero de la novela romántica que de la de terror, lo que ha propiciado también que los vampiros se hayan ido aproximando inexorablemente al mundo de la wicca y el neopaganismo, dejando un tanto de lado el satanismo y la Mano Izquierda a los que tendían por su propia naturaleza. Como consecuencia, han surgido numerosas organizaciones, cada una de las cuales ofrece su peculiar versión de una religión vampírica verdadera.


LA RELIGIÓN DE LOS VAMPIROS

Si el vampiro no va a la iglesia, la iglesia va al vampiro. Después de siglos huyendo de las cruces y de las iglesias cristianas, el vampiro ha encontrado refugio en una religión de nuevo cuño, inspirada en los poderes míticos del vampirismo y en sus conexiones esotéricas con la tradición mágica y pagana. Solo en Estados Unidos se calcula que el número de seguidores de la religión vampírica está en torno a los 100.000, contando únicamente a aquellos que se identifican como tales o que están afiliados a alguna de las iglesias que la practican abiertamente. Lo cierto es que el concepto de religión vampírica es bastante amplio, lo que ha dado lugar a numerosas variantes, aunque todas comparten en común la oposición al cristianismo, el culto al yo, una estructura jerarquizada y la práctica de determinados rituales de inspiración vampírica, que pueden o no incluir la ingesta de sangre. Como es habitual en las organizaciones de este tipo, algunas se encuentran abiertamente enfrentadas entre sí y todas y cada una de ellas se otorgan la posesión del auténtico y verdadero sentido del vampirismo. El Templo del Vampiro fue creada hacia 1989 y en la actualidad es una religión registrada y reconocida por el Gobierno de Estados Unidos. Como tal, posee sus propios libros sagrados –principalmente La Biblia vampira–, su Credo y sus “mandamientos”. En contra de lo que podría suponerse, el Templo del Vampiro tiene un sólido fundamento moral, que puede resumirse en la actitud de depredadores “compasivos” del resto de los humanos que defienden sus miembros:

“El vampiro no da muerte a su presa humana, sino que consume su exceso de energía, el exceso de fuerza vital humana. Esto no daña a los seres vivos (...). En cualquier caso, el vampiro acepta su naturaleza dominante como un depredador majestuoso, como el león o el lobo”. Con numerosas conexiones con la Iglesia de Satán, fundada por Anton LaVey, el Templo del Vampiro ha sido, sin embargo, acusado últimamente de haber abandonado la Vía de la Mano Izquierda para aproximarse más a posturas propias de la New Age. Por su parte, Sanguinarium es algo más que una red social vampírica: es una ambiciosa asociación nacida de Internet en 1995 y fundada por el Padre Sebastian –como Clan Dientes de Sable– para agrupar y poner en contacto a los verdaderos seguidores del vampirismo y a todos los empresarios o propietarios de clubes inspirados en las Crónicas vampíricas de Anne Rice y en la escenografía del vampiro gótico. El resultado es una auténtica sociedad secreta vampírica que comparte filosofía y modos de vida, ha creado una sólida jerarquía del mundo de los vampiros, con un código de conducta propio, resumido en el texto conocido como El velo negro, y que organiza todo tipo de eventos internacionales: conciertos, covens, convenciones, etc. Aunque oficialmente disuelta en el año 2002, en realidad Sanguinarium se ha escindido y expandido en numerosas asociaciones ligadas entre sí, entre ellas la Ordo Strigoii Vii, reconocida como religión en Holanda y relacionada también con la Iglesia de Satán. En el extremo opuesto la una de la otra están la Orden del Vampiro, perteneciente a la Orden del Templo de Set de Michael Aquino, que se reafirma en la Vía de la Mano Izquierda avisando de que se trata de una organización “única y separada de las varias comunidades de vampiros on line que siguen la Vía de la Mano Derecha, grupos y ‘casas’ que se han extendido en los últimos años (...) y que promueven una versión débil y sin poder del arquetipo del vampiro, entre una miríada de ridículas ideas New Age”, y la Casa de Kheperu, asociación que toma su nombre del antiguo término egipcio para aludir a la “transformación” y que enseña a sus adeptos cómo captar la energía vital e interactuar con ella en su propio beneficio pero sin hacer daño a los demás. La Casa de Kheperu no pretende ser una religión y reniega también del vampirismo, en tanto que este posee claras connotaciones negativas: “Verás que en algunas partes se refieren a nosotros como ‘vampiros’, pero nos denominamos a nosotros mismos ‘kheprianos’, que para nosotros significa que somos espíritus inmortales, buscadores de sabiduría, catalizadores, maestros y estudiantes eternos”. En una línea parecida, aunque orgullosa del término “vampiro”, cabría situar a la Iglesia del Vampiro, que preconiza el vampirismo bioenergético y que no se presenta como secta o religión organizada, sino como organización investigadora y fuente de recursos para sus seguidores. No cabe duda de que hay una religión vampírica para cada vampiro, pero tampoco de que en los últimos años estas se han aproximado cada vez más a la brujería wicca y al neopaganismo; resultado, quizá, de que el vampiro haya pasado de ser un mito masculino a formar parte del universo femenino de las adoradoras de la Diosa. En una obra de recargado erotismo sadomasoquista como El descendiente de la oscuridad (La Factoría de Ideas), de Nancy Kilpatrick, podemos asistir a toda una ceremonia de iniciación vampírica que posee los rasgos propios de un rito wiccano. Y en la serie de novelas iniciada con Marcada (La Factoría de Ideas), sus autoras, P. C. Cast y Kristin Cast, ofrecen una versión del vampirismo llena de toques New Age y brujeriles, incluyendo una escuela para vampiros que no puede dejar de recordarnos al Hogwarts de Harry Potter.

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LOS NO MUERTOS... NUNCA MUEREN

De una forma u otra, monstruo de leyenda, diablo chupasangre o superhombre oscurode la era postmoderna, el vampiro sigue entre nosotros. Las novelas sobre el tema no paran de aparecer: de la premiada Gothika (Ed. Minotauro), de Clara Tahoces, a la reciente Nocturna (Suma de Ideas), de Guillermo del Toro y Chuck Hogan; cines y televisión se llenan con reposiciones de Buffy y Angel o con nuevas series como True Blood, según las novelas de Charlotte Harris, aunque el gran
éxito, dentro y fuera de las pantallas, es la mediocre saga de Crepúsculo, cuya segunda entrega ha sido ya llevada al cine. Pero lo que es más sorprendente y no deja de resultar inquietante es que, como si se tratara de algún oscuro espíritu o dios arcano esperando su momento apropiado, el vampiro, gracias a la invocación constante y al poder del deseo de millones de personas en todo el mundo, ha cobrado vida auténtica y camina entre nosotros. Puede que no sea la criatura inmortal y sedienta de sangre del mito y la literatura, que no pueda transformarse en animal, convertirse en bruma o trepar por las paredes, que sea tan mortal como cualquiera de nosotros... Pero, cuidado, no nos llamemos a engaño: está convencido de pertenecer a la aristocracia de la humanidad, si es que no a una suerte de nueva especie superior. Acomoda sus hábitos a los de los nomuertos, viviendo de noche y dejando el día para el resto de nosotros, vulgares mortales. Puede que beba sangre, puede que, incluso, sea capaz de absorber la energía psíquica –el prana, el ka, el alma o como queramos llamarla– de quienes se cruzan en su camino. Rinde culto a los antiguos misterios del Otro Lado de la Tumba y practica rituales y enseñanzas mágicas y esotéricas. En definitiva, encarna, dentro de su inevitable envoltura humana –a la que también somete a mutaciones sin miedo: afilando dientes y colmillos, tatuándose símbolos vampíricos, vistiendo acorde con la elegancia y el glamour satánico del personaje–, el arquetipo del vampiro, haciendo que este se haga presente en nuestra realidad. Un pacto mágico, casi podríamos decir diabólico, que tiene también su precio. La posesión arquetípica entraña siempre el peligro de destruir a quien la invoca, y el vampiro puede entonces, perdido el control, convertirse en vampiro de sí mismo y quedar reducido a un auténtico muerto en vida, sin voluntad propia, consumido solo por el ansia de sangre, poder e inmortalidad, al borde de la locura o, peor aún, del ridículo. Pero eso no evitará que, ahora y siempre, los vampiros sigan entre nosotros.


La reina de la noche: REVERENDA MADRE

Desde la noche de los tiempos, Mari Ángeles Rodríguez reina como vampira en la escena gótica madrileña con el sobrenombre de Reverenda Madre:

¿Quién es la Reverenda Madre?
La primera vampira de una saga. Alguien que ha vivido tantas vidas como un vampiro real. Alguien que agradece el afecto y el respeto que inspira.

¿Qué es el vampiro para ti?
Por encima de todo, la capacidad de resurrección.

¿Cómo os ven desde fuera a los “vampiros”?
En general, como pirados, excéntricos... En el lado oscuro del mundo es una honra ser vampiro.

¿Crees que la moda Crepúsculo es perjudicial?
Tiene su lado positivo: el romanticismo que despierta en los adolescentes, faltos de referencias. Pero la poca calidad del referente hace “daño” al vampiro real.

¿A qué temes como vampira?
Al fuerte sol del mediodía y a no poder resucitar en un envite de la vida.

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Reverenda Madre



LA ADICCIÓN A LA SANGRE: Habla un experto

En una entrevista realizada por Rosemary Ellen Guiley el fundador de Journal of Vampirology, John L. Velluttini, admite: “Existen algunos individuos –afortunadamente, una minoría– que desarrollan una adicción a la sangre. Este fetichismo de la sangre es, en mi opinión, el resultado de alguna perturbación mental profundamente enraizada, y quienes lo sufren necesitan urgentemente asistencia psiquiátrica antes que algún estúpido vampirólogo animando sus alucinaciones potencialmente peligrosas”.


PSICÓPATAS: Vampiros asesinos

Otro de los personajes que ha encarnado, de forma terrible, el arquetipo del vampiro ha sido el asesino psicópata. La necesidad patológica de consumir sangre humana es uno de los rasgos recurrentes en la psicología del sociópata, combinada con fetichismos y perversiones como el canibalismo o la necrofilia, lo que ha provocado que algunos de estos asesinos sean etiquetados como “vampiros”. El antecedente más claro es la condesa Elizabeth Báthory, que sembró el terror en la Bohemia del siglo XVI asesinando cientos de doncellas en la creencia de que al bañarse en su sangre permanecería eternamente joven. En el siglo XX, Peter Kürten en Alemania y
Richard Chase en Estados Unidos, se ganaron los sobrenombres de El Vampiro de Düsseldorf y El Vampiro de Sacramento, respectivamente. Otros muchos asesinos en serie, como Ted Bundy o Andréi Chikatilo, bebieron sangre de sus víctimas.

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